26/3/11

Agua en polvo (Blanca)

El Dios del agua, Jnum, los había maldecido en aquellos días de intenso sofoco a una carestía de lluvias durante dos años enteros.
En la mítica ciudad de Egipto faraónico, vivía una civilización de piel morena y costumbres ancestrales.
Eran agricultores la mayoría de la población y aquella horrible sequía sumiría a la desesperación y locura a miles de egipcios, tanto esclavos como libres. En el cauce del río Nilo mucha gente te disputaba ese recurso tan preciado por el cual gente moría.
Muchos decían que aquella sequía era una maldición del Dios del agua, para castigarlos por algún error cometido.
El agua pasó a ser la sustancia más valiosa de entre todas en aquel tiempo de la Era Antigua, recurso preciado que el Dios del agua les negaba.
Y cuenta la leyenda que por aquel entonces, el faraón ejercía un poder total sobre el resto de la población, sus súbditos que lo servían a su propio beneficio. Los sacerdotes estaban convencidos de que en todo el imperio, en algún lugar escondido se encontraba una sustancia mágica que ofrecía poderes curativos para los enfermos con diferentes patologías.
La sustancia mágica y preciada era el agua en polvo. Y estaba en boca de todos, no era un tema tabú.
El agua en polvo por raro que pudiera parecer, eran polvos mágicos que si un humano en mal estado de salud tocaba solamente a la luz de la luna llena te convertía en agua curativa ofreciendo propiedades muy preciadas, tanto de rejuvenecimiento como heridas leves en la piel. Además algunos decían que procuraba la felicidad y sabiduría eternas. Su valor además se multiplicó exponencialmente en esa época, pues la sequía era insoportable y en realidad aquel bien tenía las mismas propiedades que el agua.
Otros pensaban que todo era un mito, una mentira, que el agua en polvo en realidad era nieve blanca, agua ni en estado líquido ni en estado sólido, que solo había sido vista por lo países del norte.
Pero ¿Cómo conseguirla si existía? Ese era el gran misterio y muchos estaban dispuestos a dar la vida por conseguirlo.
De hecho había una canción popular que cantaban en su mayoría los niños que recitaba así:
Cuando caiga la luna en el pueblo egipcio,
Te acordarás de la leyenda que nos une,
Es el secreto del agua en polvo, un misterio,
Dicen que cura los males del alma, los males del cuerpo,
Pero nadie sabe donde está,
Ni siquiera saben si existe o es un mito
Para dar esperanzas al pueblo egipcio de sus males
ésta sustancia has de poseer
¡Oh! ¡Dios del agua! Apiádate de nosotros
y revélanos el secreto
del agua en polvo.
- ¡Hiba, Sinuhé! ¡¡Despertaros ya!!.- Gritó la madre furiosa.
Estaban en el piso de arriba de la cabaña de barro donde convivían con sus padres estos dos muchachos de diez y doce años.
Al padre lo apodaban el “médico de los pobres”; en casa, a la salida, había un jardín al que la madre cuidaba con todo su cariño, hacía dos años atrás el padre de ambos muchachos había plantado un almendro, árbol se secano, donde cada inicio de otoño daba su fruto y del que se beneficiaba toda la familia y sus invitados. Además los niños cuidaban con delicadeza los cactus punzantes que habían plantado de unos brotes hacía poco.
Una vez a la semana, la madre llevaba a Hiba y a Sinuhé a mercado de la plaza, donde se compraban y vendía productos de alta, media y baja calidad y donde se regateaba el precio de la venta.
Al dormir, a los dos niños les contaba leyenda que le había contado cuando era pequeña su madre, pero muchas veces los niños se dormían antes de acabarlas, puesto que algunas eran extensas.
Desde pequeños, el padre de los niños los dejó acercarse a sus consultas médicas, donde les explicaba todos los instrumentos que necesitaba, así como pomadas o ungüentos de los que se servía para sus curaciones; pero no todos los que acudían a la consulta del padre de familia eran pobres, también asistían comerciantes, por ejemplo.
Sinuhé era un niño de mirada ávida, despierto, interesado por conocer, tocar, experimentar todo lo que el mundo le pudiera ofrecer; sano como un roble, según diagnosticaba su padre y muy listo. Le gustaba jugar con los niños de su edad y escuchar horas y horas las historias y leyendas de los mayores. Por ejemplo, la leyenda del agua en polvo por aquel entonces era su favorita y algún día soñaba con ser el descubridor y poseedor de tan valiosa sustancia siempre para hacer el bien.
Su hermana pequeña se llamaba Hiba y era sorda leve de nacimiento; esta minusvalía le provocaba algunas deficiencias sociales, por ejemplo no le era tan fácil el nivel de relación con iguales y con personas mas mayores de la que tenía su hermano mayor, el cual se socializaba por los dos. Era tímida y retraída, el encanto favorito de su madre laboriosa. Pero también, como su hermano tenia cierta habilidad cognitiva fuera de lo común, y aunque fuera la pequeña, a veces era la más ingeniosa de todos. Sólo hacía falta fijarse en ella unos momentos y bucear en su profundo mirar negrísimo para saber lo que quería comunicar.
Los dos hermanos siempre habían estado muy unidos, el uno ayudando al otro en lo que fuera menester; sobretodo Sinuhé, pues aparte de ser el varón y mayor que ella, le ofrecía una seguridad, confianza y protección que ni incluso se la podría donar su madre.
Y la niña… bueno la niña solo tenía ojos para con su hermano al que quería y alababa como a un héroe.
Sus padres estaban muy orgullosos de ellos y les pronosticaban un muy buen destino, pues no había corrupción en sus almas infantiles.
Un día levemente soleado salieron los niños junto con su madre para buscar conchas marinas a la orilla del mar. Les encantaba el ruido de las olas chocar contra las rocas antiguas, el ir y venir del agua salada y limpia, el horizonte infinito, allá donde se perdía la vista: donde se juntaba el mar y el cielo en una línea recta.
Jugaban divertidos Hiba y Sinuhé, su madre siempre vigilándolos, cerraba los ojos sentada en la arena blanquísima y dejaba que los rayos del sol le dorasen la cara.
La playa estaba casi desierta.
Era un día muy alegre para los niños, que no paraban de hacer figuras animales con el barro que les ofrecía la mezcla de agua y arena a la orilla del mar tranquilo.
- ¡Hiba, mira! ¿Qué es esto?- señalaba Sinuhé, había dibujado en la arena una media luna; hablaba muy despacio, para que su hermanita pudiera percatarse de lo que le estaba diciendo con solo mirar sus labios.
Ella rió y señaló al cielo.
Pasaron las horas, pronto atardecería.
Comenzó Sinuhé por puro aburrimiento ya, a escarbar en la arena húmeda de la orilla, quería hacer una cavidad tan profunda que pudiera meterse de lleno en ella. Su hermanita lo ayudó sin que él se lo pidiera, pues no tenía nada que hacer y podía ser divertido aquel entretenimiento deslizante.
Al cabo de treinta minutos de hurgar las entrañas de la tierra con sus manos infantiles dieron por azar del destino con una urna azul celeste no muy grande, lo cogieron ambos con sumo cuidado pues era de delicada porcelana.
Por intuición infantil y con solo mirarse los ojos negros los desavían llegado a la conclusión de que en esa urna se encontraban el agua en polvo tan ansiada por todos los egipcios.
Aquel bien tan preciado y buscado, se encontraba en aquellos momentos al lado de dos niños alegres y humildes, que apenas tenían uso de razón y apenas comenzaban a vivir.
Mas por casualidad o destino ahora el agua en polvo estaba en sus manos; abrieron la tapadera con cuidado y allí estaban, no se habían equivocado.
Se quedaron cinco largos minutos quietos, sin dejar de mirar el contenido del recipiente.
La leyenda era cierta y ellos tenían su posesión; de ellos se decidiría el uso que le dieran a aquella sustancia tan valiosa. Era como tener un grandísimo poder y meditar que hacer con él, pensando en lo que estaba bien y lo que estaba mal.
Dentro del frasco había un pergamino pequeño que rezaba estas palabras:
“He aquí, el agua en polvo venerada ¡Gracias Dios del agua Jnum! Quien lea estas palabras es poseedor del agua en polvo en estos instantes; pero he de advertir: si la ambición te permite guardar esta urna en otro lugar escondido para que otra persona lo encuentre otra vez. Si haces caso omiso a esta petición, caerá sobre ti una maldición horrible y desearás que este día nunca hubiera llegado ni te hubieras encontrado nunca con el agua en polvo”.¿Qué maldición era esa?
Los niños comprendieron al instante que la mejor opción era esconderla en un lugar seguro, pero que a la vez pudiera ser encontrado por otra persona.
Pero Sinuhé pensó también que podría hacer mucho bien con el agua en polvo: podría curar a su hermana pequeña de la sordera y a la cantidad de pacientes que asistían a la consulta de su padre, podría curar a muchas personas y ayudarles un poco más en sus vidas, además sería considerado un héroe por toda la eternidad y alcanzaría la felicidad y sabiduría eterna.
¿Qué hacer?
Obedeciendo al pergamino no probaba si aquella maldición era cierta o una amenaza falsa, pero ¿valía la pena arriesgarse?
Por el momento ningún alma se había corrompido, por raro que pareciese, ante la posesión del agua en polvo y había sido escondido por ciertas manos misteriosas, quizás también por niños, pues ya se sabe que os niños son muy ávidos y todo lo quieren descubrir.
¿Estaba mal utilizar aquellos polvos si salvaba la vida de muchas personas y mejoraba la de su hermana?
-¿Qué hacemos Hiba?-dijo mirándola a los ojos.
Ella asintió, cerrando los ojos.
Lo más sensato.
Pero su hermano mayor, tenía otros planes en aquel momento y…
 
 
 
 
 
La madre cerró el libro de cuentos.
- Cariño, te estas durmiendo..- le dijo la madre a la niña ya en la cama. - Mejor que te acabe de contar la historia mañana, que después de la clase de ballet parece que vienes hecha polvo.
- Es bonita… ¿De donde la has sacado?- susurró la niña con voz apenas audible.
- Me la contaba mi madre cuando tenía tu edad y no me cansaba de escucharla; en realidad era mi historia preferida. Pero tendrás que esperar a mañana para que te cuente el final, que aún queda mucho de la historia. Ahora te dejaré pensando en cómo acabará, ¿te lo imaginas Clara?
- Yo creo que el niño es algo tonto… y al final le convence su hermana de no utilizar el agua en polvo. Es lo que yo haría. ¿Por cierto, donde está Egipto?- preguntó ésta sin saber que tenía genes de este país, que su padre era de allí.
- Al norte de África, pero eso es otra historia. Ahora tienes que descansar.
La madre tapa con la manta gruesa a su hija y le da un beso en la frente. Se lleva el libro a su cuarto, no quiere que su hija acabe el cuento por su cuenta, lo bueno es compartirlo. Además la ha dejado con la intriga del final.
De pronto, oscuridad en la estancia.

 Blanca

2 comentarios:

  1. Hola Blanca,

    una historia muy bonita. Me gusta cuando introduces una historia en otra.

    ¿Te costo mucho pensar en algo por el título?. A mi al principio no se me ocurría nada, pero tengo un par de ideas... lo que pasa es que he estado fuera desde el jueves hasta hoy, y no he tenido tiempo... si esta noche no estoy que me duermo, escribiré algo, aunque sea cortito.

    Un beso guapa. Cuidate mucho.

    Esther.

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  2. La verdad que la idea de sacarla me costo muchisimo, pero bueno creo que ha quedado bien, me alegro que te guste...
    Animoss:) Blanca

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