<¿Qué es eso hijo?> Ante a esa pregunta no pude
darle ninguna respuesta real, aparte de que se trataba de azúcar glasé. Mi
madre, más santa que cualquiera, no sé pudo imaginar que lo que colocaba en la
tarta de cumpleaños de mi abuelo era speed. Así que así fue, el ochenta y seis cumpleaños de su
padre edulcorado con una droga sintética. ¡Menos mal que no vino mi hermana con
sus críos! La fiesta no estuvo
nada mal, mi abuelo, más vivo que nunca, nos ofreció unos bailes tremendos
hasta las tantas. Mi madre reía sin parar, y con la energía que arrojaba
decidió ponerse a limpiar la casa de arriba abajo. Le saco brillo hasta a la
cubertería de plata, la que le regalaron por su boda. Después, frenética, se
subió sobre la bicicleta estática y comenzó a pedalear. Con tanto movimiento que
se cargo un pedal. No le importo mucho, pues siguió dándole caña al mismo ritmo.
Tengo fotos de la fiesta, por si quisieras verlas... Mi padre se travistió y
nos hizo un buen monólogo. Eso lo tengo grabado… Yo caté un poco la tarta, por
no dejar que hicieran el viaje solos. No sé, quería compartir ese momento
familiar con ellos. Pues nada, eso es lo que pasó. Toda mi familia hasta las
orejas de speed, por un error mío. ¿Pero que querías que le dijera a mi madre?
¿La verdad? No quiero que piense que soy un traficante… Yo solo paso speed en
pequeñas cantidades y maría a raudales. Además, con este negocio me pago mis
estudios. Ellos creen que tengo beca, pero no… con toda la jodienda del cambio
de media y demás mierdas, no me llega la pasta. Y no quiero que tengan que
pagarme la carrera, no, no es justo. No vendo por lucrarme, si no por buscarme
un futuro mejor. Que no digo que vender esto no sea un buen futuro… pero no sé,
tengo otras aspiraciones, metas. Ya sabes, quiero tener una casa, un par de
perros… Tío, esto no es necesario. Yo puedo conseguirte la pasta, te lo
prometo. Duplicaré los beneficios en la próxima tanda. Pero anda, quítame la
pistola del cogote, por favor.
- Conmovedora la historia de tu familia colocada, chaval, pero quiero mi
puta pasta – me dice bajándome el revólver a los huevos. Noto el tambor del
arma sobre si escroto. Siento que mis testículos se encogen e intentan subir
hacía arriba, como si quisieran esconderse junto a mis intestinos. Jodidos,
tampoco estarán más seguros allí dentro – Te he dejado explicarte, me has
contado la milonga más cutre de la historia. Y lo peor del todo, me haces
perder el tiempo.
- Por favor tío. Nos conocemos hace tiempo, sabes que vendo bien. Solo
necesito más mercancía y yo la coloco por el doble de precio en las calles - Me
mira como si no quisiera creerme, aunque sabe que soy capaz. Clava con más
fuerza la pistola en mis bolas. Dios, ¡voy a morir! ¿Porqué todos en
situaciones de miedo o placer mencionamos a Dios? ¡Si soy ateo!
Mi madre abre la puerta, con una sonrisa de oreja a oreja, la cual se le
deforma cuando me ve, sin camiseta, junto a un mastodonte de tío con su mano
pegada a mi polla. Estoy seguro de que no está viendo la pipa que tengo bajo el
ojete, y que el acto que sucede después no es por la protección de mi vida, si
no porqué ella cree que el colega me la está/ba cascando. Le golpea con la
bandeja que lleva en las manos y me recrimina directa - Hijo, no, esto no,
mariconadas en casa no – respiro hondo. Palpo mis huevos intactos y sonrío.
Pero no por mucho tiempo, tengo a Sansón sobre mi cama, y creo que esto no le
hará mucha gracia.
- Mamá, ¿nos queda tarta?...
(Esther)