25/4/12

Manos invisibles (Blanca)

Mis manos, cuando quiero, tienen el don de ser invisibles en la luz o en la sombra de tu alcoba…

Así comenzaba cada una de sus divinas cartas, benditas, como si de una firma se tratara que me han sacado del profundo abismo de dolor que llevo desde que alcanza mi memoria marchita en día y día de repetida rutina mísera.

Sí, de rutina mísera. ¡Oh! Mi madre y señora Afrodita, ¿por qué heredé tu belleza?, ¡Oh! Padre y señor Hades, ¿por qué heredé tu maldad? Será el destino que me ha tocado vivir, pienso muchas veces, pero me aburre ser inmortal, bella y malvada… Como si de un acto involuntario se tratara, una consciencia superior a mí me incita a ha hacer actos deshonestos, criminales, impropios de una semidiosa.

YO: Andrómeda, la cual muchos admiran, perfecta en mi magnificencia y desorden espiritual, soy imán de hombres y de algunas mujeres, casi tan hermosas como yo. Recibo elogios y regalos de todas partes, pero siempre provoco el mal de una forma u otra a las personas que se intentan acercar a mí. Lo cual muchas veces eso me resulta como un dulce, exquisito que además tuviera la obligación de comerme, pues en esos momentos no siento empatía por los que sufren a causa mía..

Y sí, tengo momentos de lucidez intrépida algunas noches de luna llena, creo que es el influjo benévolo de mi madre que me hace recordar todo lo malo que cometo, afloran los recuerdos catastróficos por hechos perversos que portan mi firma y por una milésima, un momento mísero en comparación con mis años de vida confusos, siento empatía y lo más doloroso: tristeza.

Es en aquellos momentos en lo que me intento infligir la pena que obligo a los que caen en mi red de pasión y lujuria perversa: el repentino y repetido acto del suicidio. Pero para mí el suicidio, no tiene ningún poder y mis intento son fracasos deprimentes y repetidos, cada mes de luna llena, pues soy semidiosa, soy inmortal.

Pero desde no hace mucho, recibo casi semanalmente cartas de un anónimo admirador. He recibido muchas, pero éstas son diferentes, además las distingo ya que cada carta comienza igual siempre, no falla. Mi admirador locuaz lo llamo “el hombre las manos invisibles”, pues según él, tiene el don de colarse como vil investigador intrépido a mi alcoba cuando me sumo en los brazos de Morfeo, mi hermoso amigo y compañero de noches…

Según él (y YO me lo creo) me acaricia el alma con los dedos y hace ser el creador de tan distinguidos viajes oníricos para mi suerte o desgracia. Relata, según su hermosa caligrafía de hombre sabio, que comprende mi situación y siente empatía hacia mi persona, que sabe acerca de mis intentos de suicidios repentinos y fracasados cada noche de luna llena.

¡Oh! ¿Pero… quién podrá ser?  Creo que con ese ser me entendería completamente, que podría comunicarme con él sin problema, pues intuyo que habla mi mismo idioma, no como aquellos mortales a los cuales siento a veces repulsión en mis momentos de lucidez, repulsión mezclada con la pena, ya que a mis víctimas les desgracio la vida. Siento repulsión porque no son como yo, me ven como un ser por encima de todos ellos y eso, primeramente me enorgullecía y ahora me aburre enardecidamente.

Sí, lo he de confesar, estoy enamorada de mi admirador, creo que desde que leí su primera carta, el cual solo se comunica conmigo de modo epistolar. Daría mi alma a este ser, lo podría enamorar con mis encantos, encantos que uso para enloquecer a mis simples mortales, almas inocentes e ingenuas, irascibles, lujuriosos…

Me propone en su última carta si me puedo cortar mi cabellera y entregársela, como una prueba del amor que siento hacia él, pues yo le susurro por las noches, quizás en sueños, pero parece ser que me escucha… y no siento miedo, no me siento intimidada. Es más me siento un poco menos sola de lo que he estado durante todo este tiempo… rodeada contradictoriamente de montones y montones de hombres que daría lo que fuera, incluso sus almas débiles por pasar un rato CONMIGO.

Por lo que le he dicho telepáticamente que acepto su propuesta, le daría mi vida, necesito su presencia como la noche necesariamente necesita de la oscuridad.

Y bien, llegado este día esperado, estoy ante el espejo, sosteniendo unas tijeras entre mis temblorosas manos y poco a poco van cayendo al suelo mis preciados cabellos dorados, interminables, sedosos… Como el hombre de “las manos invisibles me ordenó”. Sí, es una obsesión, lo reconozco, pero no pararé hasta conocerlo en persona, aunque a ello la destrucción me lleve.

Pero he ido donde me ordenó, cuando me ordenó y nadie había ¡Oh! ¿Por qué a mí? YO soy Andrómeda y solo eso ya justifica que me deben admirar hasta que me canse, pero creo que esta vez ha sido al revés, me he dejado influenciar por el ser de las “manos invisibles”, mi supuesto admirador al cual adoro, y he caído en su vil trampa, hasta tal punto de obedecer sus órdenes, me corté mi pelo, mi… orgullo, por él.

Me siento la más desdichada de las mujeres, pues ya no recibo más cartas de aquel hombre, si es que existió o fue todo fruto de mi imaginación.

La mitología cuenta que el plan de Héctor fue perfecto, a pesar del gran deseos sexual que sentía hacia Andrómeda, más fuertes fueron los mandatos de los Dioses con respeto a destruir a la semidiosa fatal.

Andrómeda se sumió más en la tristeza que la reinaba a causa de que Héctor nunca iba al lago como había prometido, pues había probado el fracaso, la desdicha, el rechazo de un hombre al cual solo había conocido epistolarmente.

Y tal fue la pena que vivió en el lago perdido para siempre, pero sin ningún influjo maligno ni provocar el suicidio a ningún hombres, mas bien rechazó de éstos por toda la eternidad…








11/4/12

Oráculo de eternidad (Blanca)


Cuando Andrómeda me dijo que la besara, se activó en mi la alerta de todas mis defensas con respecto al influjo que esa mujer semidiosa transmitía, ya solo con mirarla.

Sabía que llevaba el mal dentro, mas bien me valía andarme alejado de ella por mi bien. Pero tan bien era una verdad universalmente reconocida que aquel cuerpo lo veneraba más que a mi vida, desde que la vi danzar cuando apenas era una niña, su madre, la diosa Afrodita, hija de Zeus y Hera, la diosa de la belleza y su padre, el dios de la guerra, Ares, el amante de ésta para su suerte o desgracia. La niña Andrómeda era la hija única de ambos por ser hija de la traición y la lujuria descontrolada.

Al saberse en el Olimpo aquel adulterio, ya no fue condenada Afrodita o Ares por aquella humillación a los dioses, sino fue condenada su hija Andrómeda, concebida y parida bajo un almendro en flor; Andrómeda, nieta de Zeus, ya no era diosa, sino semidiosa, mitad diosa, mitad mujer mortal, condenada a bajar al mundo de los hombres comunes y vivir en su vulgaridad, sin beneficiarse de las peculiaridades y ostentosidades de los dioses, sus antepasados… y no solo eso, la pobre Andrómeda, que cuando salió del vientre materno no cargaba nada de culpa aquella criatura con una estrella en el entrecejo, además de relegarla del Olimpo donde convivían los dioses, fue condenada a una vida de lujuria por ser la más hermosa de las mujeres en la tierra. Viviría eternamente, siempre sería joven y lozana. Pero llevaba el mal dentro. Y quien sintiera deseo y cayera en las manos de esa ninfa peligrosa, sería condenado a provocarse un suicidio repentino, involuntario, una y otra vez, de muy diferentes formas, sin llegar a causarse la muerte.

Andrómeda era… ¿cómo describirla? Según la cultura popular de nuestra polis griega era de carácter irascible, orgullosa, emocionalmente volátil y cambiante, pícara y además falsa de carácter. Físicamente, era la mujer más hermosa de todas: cabellos del color del sol, piel clara, labios protuberantes, silueta esbelta, incluso su sudor era dulce, embriagador y aromático, portaba una mirada peligrosa y misteriosa al mismo tiempo, con la característica que entre ceja y ceja desde su nacimiento  portaba una estrella, la estrella de la inmortalidad. Parecía un ángel benevolente, pero dentro de ella abrigaba el mal, aquel veneno corrosivo.

Muchos eran los que preferían aquella condena peligrosa por pasar un rato con aquella ninfa divina, aunque fuera una locura para muchos en nuestra época; más que nada era un hechizo maligno y divino que comparado con la condena eterna, muchos preferían.

Los niños eran educados en la escuela de que la semidiosa Andrómeda era hija ilegítima, que no se la debería invocar, que aquello del suicidio era una vergüenza para toda la familia, que debían de controlar sus instintos y ser puros tanto de obra como de pensamiento, que la estoicidad era célebre y se admiraba al hombre que controlaba sus instintos sexuales.

Y la pregunta más común era: ¿alguien podía estar exento de su influjo maligno? Sólo los fuerte de espíritu se escapaban de su influencia, de su atracción, de su belleza perversa, con una sola caricia, la persona entraba en la espiral maldita de visualizar sus suicidios fracasados repetidos.

A  Andrómeda los que más le gustaba era bailar junto con su hermosa arpa en su lago preferido, y entonar canciones de deseos, belleza, perversión y mal. Muchos la odiaban, pero otros muchos la veneraban y deseaban poseer su cuerpo. Así que me eligieron  a mi… como exterminador de aquel cuerpo… de aquella alma pues según la sabiduría popular acerca de los dioses del Olimpo había una manera de acabar con ese ser maligno, con Andrómeda, la semidiosa fatal.

Yo era por aquella época el único semidios aparte de la citada Andrómeda que pisaba la tierra de los mortales, relegado del Olimpo de los dioses y condenado a vivir como un hombre corriente, pasando desapercibido.

Soy hijo de Hefesto y Artemisa, condenado a ser semidios y relegado del Olimpo con el simple fin de vigilar e investigar  a Andrómeda, con el fin de que un buen día borrarla de la  memoria de los hombres y de la faz de la tierra para siempre.

Y llevo toda mi vida con el solo fin y propósito de observar a esa semidiosa maligna, la cual no sabe nada de mí, sino nada tiene sentido. He aprendido a actuar como ella, a descubrir el día a día de esta cruel mujer, a descubrir sus cualidades, peculiaridades y puntos débiles. Yo, Héctor, he nacido para odiarla y exterminarla de una vez.

Pero no la odio, a pesar de todo el mal causado estando viva, aquella mujer, desde el día que la vi… aquella ninfa, lo único que deseo es poseerla. La deseo como a nadie ni ha nada he deseado. Pero nadie lo sabe, ni siquiera ella, ni siquiera los dioses, ni mucho menos los mortales.

He vivido entre sombras, escondido. Temiendo siempre asustar a la gente que me ve, pues tengo la cualidad de rayar la fealdad, todo yo soy un error de la naturaleza, si bien sé que me crearan así para no parecer un semidios, sino un simple hombre sin ninguna cualidad admirable, además de ser detestado incluso por Andrómeda. Para llevar a cabo con mejor control mi propósito: aniquilarla.

Tengo un plan para exterminarla, lo llevo planificando desde que la vi… y lo pienso llevar a cabo, a pesar de mi deseo por ella. No sucumbiré a sus encantos, ante todo, yo también soy un semidios.


Continuará…

                                     BLANCA

10/4/12

Oráculo de eternidad (Esther)


Y de golpe te das cuenta de que tu vida es una absoluta y pegajosa boñiga. De casa al trabajo, del trabajo al supermercado, del supermercado a ver a tus padres, de ver a tus padres a hacer de niñera en casa de tu hermana (con sus dos adorables niños de cabellos rubios y rizados y su marido, abogado y encima honrado), de ver a tu perfecta hermana (no la envidio, también tiene sus problemas. Se acuesta con su jefe y cuando se entere su marido la dejara en bragas con tal demanda que le pondrá encima. ¡Eh! yo no he abierto la boca, así que ser prudentes y no digáis nada) a tomarte un coñac, sola, en casa. Y comienza la cagada de ciclo de nuevo, antes de que salga el sol... de casa al trabajo, de casa a comprar un boleto de lotería (no ganador, obviamente), de casa a X, de casa a Y, de casa a la tangente de la hipotenusa al cuadrado de mis ovarios henchidos de drama seguro y barato, de casa a una gran MIERDA de vida aburrida, sin nada, sin nadie, sola, completamente sola, más sola que la loca de los gatos... pues claro, ella al menos tiene gatos. Yo tuve uno, pero salto por la ventana intentando quitarse la vida, eso pienso yo, y sobrevivió, para darse a la fuga y dejarme sola (¡cabrón!, ¡cabrón!, ¡cabrón!. Ojala tus sesos se hubieran desparramado sobre el duro asfalto y yo hubiera llorado tu muerte). En estos momentos es cuando te das cuenta de que tu vida es tan patética que debes de recurrir a métodos jamás creídos, igual de patéticos, he de reconocerlo.

-  Oráculo de eternidad, ¿Qué es lo que desea? - me pregunta Anaís, la pitonisa del programa Oráculo de eternidad. El programa lleva unos meses en marcha, yo lo veo todas las noches desde que empezó. Al principio solo me sentaba en el sofá, agarraba unas palomitas y una botella de ginebra, y me reía de la gente que llamaba. Tan patéticos y desgraciados, pero ahora yo llamo todas las semanas, siendo la principal fuente de ingresos del feucho show.

- Pues que va a ser, que me leas el jodido futuro… aunque no sirva de mucho - le espeto enojada. Me he bebido una botella de Grand Marnier y estoy que me subo por las paredes (o eso creo yo, más estoy que me caigo por todas partes y me sostengo gracias a las paredes de mi comedor).

- Lisa, ¿eres tú de nuevo? - me pregunta pasando la mano por su bola de cristal. Es tan mala actriz. Le gusta sobreactuar, hacer creer a la gente lo que no es cierto, pero bueno, pensándolo bien, no es tan mal trabajo. 

- ¡Adivínalo bruja mediocre! - grito con voz de pito.

- No me hace falta adivinarlo, lo se con certeza. Te veo con claridad borracha sentada en tu sofá. Y se, no por que lo vea, si no al escuchar tu simple voz, que te has pasado el día llorando. ¿Me equivoco? - me pregunta barajando sus cartas y poniéndolas en fila sobre la mesa.

- Has dado en el clavo hechicera de pacotilla. Pero te equivocas en una cosa, no estoy en el sofá, estoy caminado por las paredes - me río a carcajadas. Me desequilibro en la pared y caigo al suelo. Me pego tal porrazo que me cargo el teléfono fijo. 

- Vaya, parece que hemos perdido la conexión con Lisa. Sabemos que tendrá otro modo de contactar con nosotros. Mientras, esperamos más llamadas - espera con cara de atontada sonriente. Llamo de nuevo, pero desde el móvil - Parece que Lisa ya esta bien y desea hablar con nosotros. Lisa, ¿me recibes? - me pregunta en plan trance. Alelada, más que alelada.

- Pues claro que sí jorguina. No te vas a librar tan fácilmente de mí. Venga, a trabajar - le reprocho.

- Lisa, tú no quieres que te lea el futuro, tú quieres que te arregle la vida, y eso no esta en mi poder. Yo solo puedo contactar con el más allá y habar con los muertos. Los asuntos terrenales no son mi especialidad. Cambiar tu vida es algo que solo puedes hacer tú. Yo te puedo aconsejar, pero la mejor forma sería que fueras a un terapeuta.

- La que necesita ayuda eres tú, absurda clarividente. ¿Te gusta estafar a la gente?, ¿darles esperanzas para que vivan falsas mentiras y se despierten con cincuenta años, obsesas, con tres hijos, con un marido que no soportan, y se den cuentan de que están vacías?.

- No voy a discutir contigo, yo te ofrezco mi sabiduría del mundo abstracto, si no quieres saber lo que te depara el futuro no llames más, hay gente que necesita conocer la verdad.

- ¡Anda ya!. Si no fuera por mí, vivirías en la ruina. Apuesto a que debes estar pluriempleada, porque con la mierda de sueldo que te dan el programa no te llega ni para tampones - me río. Es curioso escuchar mi voz en la televisión mientras hablo por el teléfono. Me entra otra carcajada sonora.

Me cuelgan. Llamo de nuevo y me sale un mensaje de “Nuestras líneas están saturadas, inténtelo de nuevo más tarde”. Ya no me quieren dar línea. Si fuera un programa de corazón sería la número 1.

- ¡Ohhh!, es una lástima, pero hemos vuelto a perder la conexión con nuestra querida Lisa. Esperemos que este bien y su situación mejore. Lisa, cuídate. Nos despedimos de todos vosotros y os deseamos suerte y prosperidad. Mañana seguiremos atendiendo vuestras llamadas.

¡Ahhh!. Será zorra la médium esta. Estampo la botella contra la tele, y ni la una ni la otra se rompen. Se acaba el programa y comienza la programación porno. Me aburre el porno, incluso después de llevar ocho meses sin follar. Me aburre, pero no tengo nada mejor que hacer esta noche. Llamo y pido una pizza mediana vegetal, extra de piña. Me siento en el suelo, con la cara a escasos centímetros del televisor. Siento que estoy dentro de esa vagina pixelada. Incluso la podría oler. Veo un par de escenas de corridas y de penetración anal. Me comienza a entrar sueño y a doler la cabeza. Me quedo frita. Suena el timbre y me despierto de golpe. Me había quedado dormida sobre la televisión. Ahora el espectáculo era de sado. Dos señoritas atadas de pies y manos, azotadas por todos los lados por una femme fatale. Las pobres no tenían salvación. Seco las babillas de la tele y me dirijo a la puerta.

- Buenas noches, aquí tiene su pedido - me dice una voz conocida. La chica, cabizbaja, lleva una gorra morada y el típico uniforme. ¿De que me sonará?  - Son 8.6 señora - me quedo un poco parada y intento reaccionar. Tengo la tele a toda ostia y se llena la escalera de gemidos.

- Espera un momento, voy a por la pasta - le digo. Me acerco al bolso y cojo un billete de 10 euros - Aquí tienes - le doy el dinero, me devuelve el cambio y me pasa la pizza.

- Que pase buena noche señora - me dice. Levanta la cabeza y la veo. ¡Ostia puta!, si es Anaís, la pitonisa de la caja tonta. 

Me quedo parada en la puerta y la veo marcharse. Se gira un par de veces, desconfiada, yo sonrío, sonrío como nunca. Estoy disfrutando de verdad. Entro en casa y comienzo a comerme la pizza, se ha quedado fría y esta algo asquerosa, pero ahora me sabe a gloria. Patética Anaís. Umm, quizás me vuelva a comprar un gato, algo como lo que acaba de pasar debe de ser comentado, ¿verdad?.

Esther

1/4/12

Tom Jones (Blanca)

Diario de Lidia Jones, 26 de julio.

Cuando el mismo día le comunicamos mi hermano y yo a madre la noticia de nuestras aspiraciones y metas en la vida casi cayó desmayada de la sorpresa.
Por aquel entonces éramos muy jóvenes y alegres, sin miedos; pero los dos maduros y con tesón en nuestras decisiones. Éramos como uña y carne, inseparables y nos teníamos el uno en el otro pues muchas eran las veces que nuestros progenitores se desentendían de nosotros.

Mis ansias de llegar a ser una gran escritora se remontaban desde que tengo uso de razón y mi hermano… bueno, yo tengo la teoría de que un día se levantó y le entró esa idea entre ceja y ceja, en la hermosa cabecita que sostienen sus hombros; según él, le enamoró una pintura y su creadora cerca del río Sena y quedó prendado, o eso me dice. Él quería ser un pintor reconocido, un bohemio.

En este punto… no sé cómo empezar. Esta mañana he ido a su casa. Tenía un aspecto muy desmejorado desde la última vez que lo vi, que ya es decir si me pongo a pensar en la última vez que sonó el portazo a mis espaldas.

¡Oh! ¿Hasta cuando dejaré de sufrir por él? Es como alejarlo de un abismo que sólo él puede escapar..¿Abandonarlo? ¡Ni en sueños! Siempre me tendrá para lo que precise, pero a veces su situación se me hace insoportable. Insoportablemente ilógica desde mi punto de vista, su adicción lo consume como vil veneno que recorre sus venas escuálidas y flacas.

Cuando emprendimos juntos el viaje de Londres hacia París, tendríamos alrededor de veinte años ambos; fue una decisión conjunta, aunque parezca una locura, se nos antojaba que ya teníamos muy visto Londres y ¡ah! ¿por qué no? Siempre habíamos soñado con no simplemente visitar París, ciudad bohemia, sino vivir en aquella hermosa ciudad etérea. La juventud corría por nuestras venas vírgenes de misterio y bohemia, de bohemia joven e inocente.

Nos adaptamos perfectamente a la ciudad, como si hubiéramos nacido y vivido en ella desde siempre y muchas muchas son las anécdotas y recuerdo que guardo con él, pues compartimos vivienda, comida, libros, ropa, historias, viajes, impresiones, creaciones artísticas. Cada domingo por la tarde dábamos Tom y yo un largo y extenso garbeo por las calles parisinas, deteniéndonos en cada café algo triste y abandonado que encontrábamos, comentando sobre dudas existencialistas, proponiendo utopías de un mundo más justo.

Como proveníamos de una familia de un nivel socioeconómico alto, no nos preocupábamos del dinero, aunque por hacer algo entre semana de lunes a viernes nos surgieron algunos trabajos furtivos y mal pagados, no queríamos sentirnos útiles ante todo. Tampoco despilfarrábamos en muchos gastos, ¡Oh! La vida bohemia es lo contrario a la ostentosidad.

Pero vivíamos por y para el arte: él pintando como buenamente podía (iba mejorando paulatinamente) y yo escribiendo poesía cada día al acostarme, sino no conciliaba el sueño. Al paso de los años mejorábamos nuestra técnica, yo enviaba con tesón todas mis publicaciones a editoriales y concursos, por si había suerte, hasta que me llegó la hora esperada y en la primavera de 1889 publicaron mi antología poética. Tuve éxito, aunque no publicaran mi libro con mi nombre , sino con otro, un seudónimo masculino. Está prohibido que una mujer publique libros. Mi fama estaba oculta tras el velo de un seudónimo con ademán francés: “Claude Lemoine”, pero no me importaba, mis poesías eran leídas, inspirando las mentes de parisinos inquietos de arte y bohemia misteriosa.

Y este fue el hecho por el cual mi hermano Tom se fue separando poco a poco de mi; sus creaciones eran rechazadas, además se ganaba a pulso el desprecio de personas de su alrededor, su actitud irascible impedía mínimo contacto o ademán de comunicación y se fue volviendo más cerrado, solitario e introspectivo de lo que ya era. Se alejó de mí como se despide el día en su ocaso, de forma lenta, pausada, hasta que llega el momento que no está por mucho que lo busques.

Achaqué en un primer momento su alejamiento a cierta envidia de él hacia mí por la fama callada, por la alegría que me producía cuando otra antología se publicaba y él era relegado a las sombras de la bohemia. Actuaba como un niño en muchas ocasiones, sino conseguía lo que quería la pagaba con todo a su alrededor  rompiendo objetos de valor…. Incluso sus propias creaciones que yo verdaderamente admiraba. Quizás era su actitud con el mundo lo que hacía que no triunfara, que no consiguiera lo que se proponía.

Como por aquel entonces ya no vivía con él, pero lo visitaba cada semana, fiel como perro abandonado, preocupándome por su estado anímico, por si comía, por cuantas cuadros había creado y cuando había roto desconsolado. Y no vivía con él no por propia voluntad, sino por la de Tom, no me quería ver; para él ya no era su hermana gemela que había compartido hasta el feto de nuestra madre, sino alguien que triunfaba en la vida (aunque fuera en la sombra), no como él, tal era su infravaloración de sí mismo, su baja autoestima, pues ¿cómo iba a quererme a mí, si no se quería ni a él mismo?.

Y llegó a un punto de que la absenta recorriera cada noche su cuerpo antes virgen, el poco dinero que le prestaba sabía que se lo gastaba en eso, así que llegué a un punto en que ya no le di más nada. En cierta manera ya no solo me sentía responsable de su estado, sino en parte culpable ya que desde siempre la que había tenido éxito era yo, la hermana a la que “protegería con la vida”. Siempre rezaba para que parte de mi felicidad y éxito fuera hacia él y lo sentía de corazón.

Muchas son las veces que me ha visto y me ha rechazado aludiendo a que no me quiere ver.. ¡Y yo solo le pretendo ayudar directa o indirectamente! Sólo me tiene a mí…

Pero me siento cansada de esta situación, cada cual recoge lo que ha sembrado y si no me quiere escuchar lo siento mucho por él. Solo se puede salvar él mismo, es su única ayuda y fuerza, sino yo mima caería en su abismo de tristeza y miseria. Necesita tiempo, necesita no verme y reclamarme y yo estaré allí, siempre Tom.

Y hoy, después de un par de años sin saber de él lo he visto. Lo he visto en el Sena pintando sus aguas revueltas en este día soleado, había un corro de gente a su alrededor viéndolo pintar. Me ha visto de lejos y ha sonreído. No sé cómo lo ha conseguido, pero me siento orgullosa de mi hermano.

Locura de juventud
que pintas sendas revueltas a mi alrededor.
Es la luz de tu ojos oscuros
que arremolina sendos paisajes ocultos.
No tengas miedo, nunca
De alzar el vuelo
De conseguir tu sueño
De hundirte y alzarte mil veces.
                                                                                         Blanca