11/4/12

Oráculo de eternidad (Blanca)


Cuando Andrómeda me dijo que la besara, se activó en mi la alerta de todas mis defensas con respecto al influjo que esa mujer semidiosa transmitía, ya solo con mirarla.

Sabía que llevaba el mal dentro, mas bien me valía andarme alejado de ella por mi bien. Pero tan bien era una verdad universalmente reconocida que aquel cuerpo lo veneraba más que a mi vida, desde que la vi danzar cuando apenas era una niña, su madre, la diosa Afrodita, hija de Zeus y Hera, la diosa de la belleza y su padre, el dios de la guerra, Ares, el amante de ésta para su suerte o desgracia. La niña Andrómeda era la hija única de ambos por ser hija de la traición y la lujuria descontrolada.

Al saberse en el Olimpo aquel adulterio, ya no fue condenada Afrodita o Ares por aquella humillación a los dioses, sino fue condenada su hija Andrómeda, concebida y parida bajo un almendro en flor; Andrómeda, nieta de Zeus, ya no era diosa, sino semidiosa, mitad diosa, mitad mujer mortal, condenada a bajar al mundo de los hombres comunes y vivir en su vulgaridad, sin beneficiarse de las peculiaridades y ostentosidades de los dioses, sus antepasados… y no solo eso, la pobre Andrómeda, que cuando salió del vientre materno no cargaba nada de culpa aquella criatura con una estrella en el entrecejo, además de relegarla del Olimpo donde convivían los dioses, fue condenada a una vida de lujuria por ser la más hermosa de las mujeres en la tierra. Viviría eternamente, siempre sería joven y lozana. Pero llevaba el mal dentro. Y quien sintiera deseo y cayera en las manos de esa ninfa peligrosa, sería condenado a provocarse un suicidio repentino, involuntario, una y otra vez, de muy diferentes formas, sin llegar a causarse la muerte.

Andrómeda era… ¿cómo describirla? Según la cultura popular de nuestra polis griega era de carácter irascible, orgullosa, emocionalmente volátil y cambiante, pícara y además falsa de carácter. Físicamente, era la mujer más hermosa de todas: cabellos del color del sol, piel clara, labios protuberantes, silueta esbelta, incluso su sudor era dulce, embriagador y aromático, portaba una mirada peligrosa y misteriosa al mismo tiempo, con la característica que entre ceja y ceja desde su nacimiento  portaba una estrella, la estrella de la inmortalidad. Parecía un ángel benevolente, pero dentro de ella abrigaba el mal, aquel veneno corrosivo.

Muchos eran los que preferían aquella condena peligrosa por pasar un rato con aquella ninfa divina, aunque fuera una locura para muchos en nuestra época; más que nada era un hechizo maligno y divino que comparado con la condena eterna, muchos preferían.

Los niños eran educados en la escuela de que la semidiosa Andrómeda era hija ilegítima, que no se la debería invocar, que aquello del suicidio era una vergüenza para toda la familia, que debían de controlar sus instintos y ser puros tanto de obra como de pensamiento, que la estoicidad era célebre y se admiraba al hombre que controlaba sus instintos sexuales.

Y la pregunta más común era: ¿alguien podía estar exento de su influjo maligno? Sólo los fuerte de espíritu se escapaban de su influencia, de su atracción, de su belleza perversa, con una sola caricia, la persona entraba en la espiral maldita de visualizar sus suicidios fracasados repetidos.

A  Andrómeda los que más le gustaba era bailar junto con su hermosa arpa en su lago preferido, y entonar canciones de deseos, belleza, perversión y mal. Muchos la odiaban, pero otros muchos la veneraban y deseaban poseer su cuerpo. Así que me eligieron  a mi… como exterminador de aquel cuerpo… de aquella alma pues según la sabiduría popular acerca de los dioses del Olimpo había una manera de acabar con ese ser maligno, con Andrómeda, la semidiosa fatal.

Yo era por aquella época el único semidios aparte de la citada Andrómeda que pisaba la tierra de los mortales, relegado del Olimpo de los dioses y condenado a vivir como un hombre corriente, pasando desapercibido.

Soy hijo de Hefesto y Artemisa, condenado a ser semidios y relegado del Olimpo con el simple fin de vigilar e investigar  a Andrómeda, con el fin de que un buen día borrarla de la  memoria de los hombres y de la faz de la tierra para siempre.

Y llevo toda mi vida con el solo fin y propósito de observar a esa semidiosa maligna, la cual no sabe nada de mí, sino nada tiene sentido. He aprendido a actuar como ella, a descubrir el día a día de esta cruel mujer, a descubrir sus cualidades, peculiaridades y puntos débiles. Yo, Héctor, he nacido para odiarla y exterminarla de una vez.

Pero no la odio, a pesar de todo el mal causado estando viva, aquella mujer, desde el día que la vi… aquella ninfa, lo único que deseo es poseerla. La deseo como a nadie ni ha nada he deseado. Pero nadie lo sabe, ni siquiera ella, ni siquiera los dioses, ni mucho menos los mortales.

He vivido entre sombras, escondido. Temiendo siempre asustar a la gente que me ve, pues tengo la cualidad de rayar la fealdad, todo yo soy un error de la naturaleza, si bien sé que me crearan así para no parecer un semidios, sino un simple hombre sin ninguna cualidad admirable, además de ser detestado incluso por Andrómeda. Para llevar a cabo con mejor control mi propósito: aniquilarla.

Tengo un plan para exterminarla, lo llevo planificando desde que la vi… y lo pienso llevar a cabo, a pesar de mi deseo por ella. No sucumbiré a sus encantos, ante todo, yo también soy un semidios.


Continuará…

                                     BLANCA

2 comentarios:

  1. Muy bueno Blanca... yo cuando me diste el título mi primer pensamiento fue hacer una historia sobre el Oráculo de Delfos y tratar temas mitológicos.

    Me ha parecido muy interesante y me ha dado añoranza a cuando daba referentes y cultura clásica. Como me gusta la mitología :)

    ¿Continuará?, ¿con mi título?.

    Muy buen trabajo. Besos y nos vemos pronto :)

    pd. gracias por la visita ^^

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  2. Hola!!pues será con tu título, si, lo quiero enlazar y acabar con tu título. en verdad yo sé poco de mitología, pero me apetecía...

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