1/4/12

Tom Jones (Blanca)

Diario de Lidia Jones, 26 de julio.

Cuando el mismo día le comunicamos mi hermano y yo a madre la noticia de nuestras aspiraciones y metas en la vida casi cayó desmayada de la sorpresa.
Por aquel entonces éramos muy jóvenes y alegres, sin miedos; pero los dos maduros y con tesón en nuestras decisiones. Éramos como uña y carne, inseparables y nos teníamos el uno en el otro pues muchas eran las veces que nuestros progenitores se desentendían de nosotros.

Mis ansias de llegar a ser una gran escritora se remontaban desde que tengo uso de razón y mi hermano… bueno, yo tengo la teoría de que un día se levantó y le entró esa idea entre ceja y ceja, en la hermosa cabecita que sostienen sus hombros; según él, le enamoró una pintura y su creadora cerca del río Sena y quedó prendado, o eso me dice. Él quería ser un pintor reconocido, un bohemio.

En este punto… no sé cómo empezar. Esta mañana he ido a su casa. Tenía un aspecto muy desmejorado desde la última vez que lo vi, que ya es decir si me pongo a pensar en la última vez que sonó el portazo a mis espaldas.

¡Oh! ¿Hasta cuando dejaré de sufrir por él? Es como alejarlo de un abismo que sólo él puede escapar..¿Abandonarlo? ¡Ni en sueños! Siempre me tendrá para lo que precise, pero a veces su situación se me hace insoportable. Insoportablemente ilógica desde mi punto de vista, su adicción lo consume como vil veneno que recorre sus venas escuálidas y flacas.

Cuando emprendimos juntos el viaje de Londres hacia París, tendríamos alrededor de veinte años ambos; fue una decisión conjunta, aunque parezca una locura, se nos antojaba que ya teníamos muy visto Londres y ¡ah! ¿por qué no? Siempre habíamos soñado con no simplemente visitar París, ciudad bohemia, sino vivir en aquella hermosa ciudad etérea. La juventud corría por nuestras venas vírgenes de misterio y bohemia, de bohemia joven e inocente.

Nos adaptamos perfectamente a la ciudad, como si hubiéramos nacido y vivido en ella desde siempre y muchas muchas son las anécdotas y recuerdo que guardo con él, pues compartimos vivienda, comida, libros, ropa, historias, viajes, impresiones, creaciones artísticas. Cada domingo por la tarde dábamos Tom y yo un largo y extenso garbeo por las calles parisinas, deteniéndonos en cada café algo triste y abandonado que encontrábamos, comentando sobre dudas existencialistas, proponiendo utopías de un mundo más justo.

Como proveníamos de una familia de un nivel socioeconómico alto, no nos preocupábamos del dinero, aunque por hacer algo entre semana de lunes a viernes nos surgieron algunos trabajos furtivos y mal pagados, no queríamos sentirnos útiles ante todo. Tampoco despilfarrábamos en muchos gastos, ¡Oh! La vida bohemia es lo contrario a la ostentosidad.

Pero vivíamos por y para el arte: él pintando como buenamente podía (iba mejorando paulatinamente) y yo escribiendo poesía cada día al acostarme, sino no conciliaba el sueño. Al paso de los años mejorábamos nuestra técnica, yo enviaba con tesón todas mis publicaciones a editoriales y concursos, por si había suerte, hasta que me llegó la hora esperada y en la primavera de 1889 publicaron mi antología poética. Tuve éxito, aunque no publicaran mi libro con mi nombre , sino con otro, un seudónimo masculino. Está prohibido que una mujer publique libros. Mi fama estaba oculta tras el velo de un seudónimo con ademán francés: “Claude Lemoine”, pero no me importaba, mis poesías eran leídas, inspirando las mentes de parisinos inquietos de arte y bohemia misteriosa.

Y este fue el hecho por el cual mi hermano Tom se fue separando poco a poco de mi; sus creaciones eran rechazadas, además se ganaba a pulso el desprecio de personas de su alrededor, su actitud irascible impedía mínimo contacto o ademán de comunicación y se fue volviendo más cerrado, solitario e introspectivo de lo que ya era. Se alejó de mí como se despide el día en su ocaso, de forma lenta, pausada, hasta que llega el momento que no está por mucho que lo busques.

Achaqué en un primer momento su alejamiento a cierta envidia de él hacia mí por la fama callada, por la alegría que me producía cuando otra antología se publicaba y él era relegado a las sombras de la bohemia. Actuaba como un niño en muchas ocasiones, sino conseguía lo que quería la pagaba con todo a su alrededor  rompiendo objetos de valor…. Incluso sus propias creaciones que yo verdaderamente admiraba. Quizás era su actitud con el mundo lo que hacía que no triunfara, que no consiguiera lo que se proponía.

Como por aquel entonces ya no vivía con él, pero lo visitaba cada semana, fiel como perro abandonado, preocupándome por su estado anímico, por si comía, por cuantas cuadros había creado y cuando había roto desconsolado. Y no vivía con él no por propia voluntad, sino por la de Tom, no me quería ver; para él ya no era su hermana gemela que había compartido hasta el feto de nuestra madre, sino alguien que triunfaba en la vida (aunque fuera en la sombra), no como él, tal era su infravaloración de sí mismo, su baja autoestima, pues ¿cómo iba a quererme a mí, si no se quería ni a él mismo?.

Y llegó a un punto de que la absenta recorriera cada noche su cuerpo antes virgen, el poco dinero que le prestaba sabía que se lo gastaba en eso, así que llegué a un punto en que ya no le di más nada. En cierta manera ya no solo me sentía responsable de su estado, sino en parte culpable ya que desde siempre la que había tenido éxito era yo, la hermana a la que “protegería con la vida”. Siempre rezaba para que parte de mi felicidad y éxito fuera hacia él y lo sentía de corazón.

Muchas son las veces que me ha visto y me ha rechazado aludiendo a que no me quiere ver.. ¡Y yo solo le pretendo ayudar directa o indirectamente! Sólo me tiene a mí…

Pero me siento cansada de esta situación, cada cual recoge lo que ha sembrado y si no me quiere escuchar lo siento mucho por él. Solo se puede salvar él mismo, es su única ayuda y fuerza, sino yo mima caería en su abismo de tristeza y miseria. Necesita tiempo, necesita no verme y reclamarme y yo estaré allí, siempre Tom.

Y hoy, después de un par de años sin saber de él lo he visto. Lo he visto en el Sena pintando sus aguas revueltas en este día soleado, había un corro de gente a su alrededor viéndolo pintar. Me ha visto de lejos y ha sonreído. No sé cómo lo ha conseguido, pero me siento orgullosa de mi hermano.

Locura de juventud
que pintas sendas revueltas a mi alrededor.
Es la luz de tu ojos oscuros
que arremolina sendos paisajes ocultos.
No tengas miedo, nunca
De alzar el vuelo
De conseguir tu sueño
De hundirte y alzarte mil veces.
                                                                                         Blanca

1 comentario:

  1. Me gusto mucho Blanca, la historia de dos hermanos que escogen el mismo camino en la vida (el arte) pero de formas distintas, y como por el éxito de una él otro se siente terriblemente desdichado. Me hubiera gustado saber como sería su relación más adelante y si Tom conseguiría triunfar como su hermana (que triunfa sin poder rebelar su nombre) o se quedaría siempre tras su sombra.

    Adorable poema :)

    Veamos que sale con tu titulillo ahora xD

    ¡Besos!

    ResponderEliminar