6/3/11

2.052 (Blanca)

2.052
El crepúsculo caía en la ciudad infinita, Nueva York.
James se encontraba desorientado en un mar de gente buscando junto a su padre una pastelería donde saciar el hambre que les comía por dentro.
Recordaba que habían tenido una disputa el día anterior, pues James había tratado con cierto desdén y descuido a su hermanita pequeña de cinco años, James, un chico de diecisiete años, alto y acomplejado por su aspecto físico en plena adolescencia no soportaba a su hermana menor Jane; según él era pesada hasta la saciedad, le rompía y quitaba cosas, se burlaba de él. Su paciencia para con ella se había agotado, pues es de notar que en un joven en plena pubertad el sentido de la paciencia no está muy desarrollado.
La relación con su hermana no era buena y nunca lo sería, así lo dictaminó desde que le rompió su móvil de última generación que sus padres le habían regalado desde hacía poco y tan preciado bien era éste que cuando ocurrieron los hechos montó en cólera y en un arrebato de ira descuidad pegó a su hermana pequeña una bofetada en el cachete llamándola guarra.
Ella no actuaba con malicia ninguna, sino por descuido infantil.
A partir de ese momento, Jane lo temía y sabía incluso tan pequeñita, que esa persona que se habían llamar su hermano, su familia, nunca la querría, que en cierto modo él tenia autoridad hacia ella y ésta tenía que obedecer y callar por ser menor.
La educación paternal que ejercieron los padres en la vida de los hermanos sería decisiva para su desarrollo posterior, como en todos casos.
Estaba la hermana en un día de domingo nublado en el recién estrenado año 2052 en la casa familiar, con la querida abuela materna que tanto la quería y mimaba, la cual la niña correspondía con todo su afecto y atención.
La niña pecosa echaba de menos a su mamá, que había fallecido por un accidente de tráfico(la avanzada medicina no había podido salvarla) hacía un año.
Vivían en una casa confortable del centro neuyorkino.
James y su padre encontraron la pastelería que buscaban con ahínco y se tomaron unos dulces pasteles de crema algo insaboros.
- James, ¿te has traído las pastillas que te recetó el médico?, son importantes.- le reprendió su padre.
- No… me las tomaré más tarde en casa.
- No te olvides de tomártelas, que no eres un crío, son importantes.- repitió.
James sufría una alergia producida por la contaminación ambiental, si no tomaba las pastillas podía producir una pérdida temporal de visión. Su medicación tenía que ser diaria, haciéndole esclavo de esas pastillas redondas y blancas.
El padre de James encendió un cigarrillo, que inundó de humo cierta parte del espacio personal de su hijo.
- ¿ Crees que los EEUU seguirán enviando tropas a China y Oriente Medio?.- preguntó James a su padre, le interesaba desde joven la política y las relaciones internacionales.
- La situación es crítica según dicen las noticias, se teme una tercera guerra mundial entre estos dos países. Es probable que los refugiados chinos se multipliquen por diez como la situación no mejore.
- La presidenta dijo que no hay porqué asustarse, el ejercito estadounidense es el mejor del mundo desde hace ya mucho tiempo, los patriotas norteamericanos están fuera de peligro.
Por aquel entonces se había reiniciado una crisis mundial causada por el petróleo y los recursos naturales necesarios para la energía no renobable. Las más importantes potencias mundiales luchaban por los últimos recursos disponibles de estas energía y peleábanse como niños chicos por algunos alimentos, ya entonces extinguidos a causa de una epidemia que había azotado el planeta hacía una década.
Sólo se producía y avecinaban desgracias, ya bien producidas por el medio ambiente, como tremendas inundaciones y terremotos, así como crisis económicas y políticas que hacían temblar la seguridad de la raza humana.
Los índices de pobreza mundial se habían multiplicado por tres en comparación con el siglo pasado, a pesar de las buenas expectativas y la fe de un mundo mejor que auguraba la revolución de los cuarenta en ese mismo siglo veintiuno.
Parecía que el mundo entraba en depresión continua, que las potencias mundiales solo miraban para su propio beneficio, aún más que antes; para la supervivencia y bienestar de sus conciudadanos.
¿Dónde estaba Dios ante tanto caos?
Así era el mundo en el cual James estaba sumergido; en cierto modo ya tenía asumida aquella realidad y vivía sin sobresaltos ni carencias; era un muchacho con suerte. Pero muchas veces aquella suerte no la valoraba o no se percataba del todo del gran valor que tenía la vida y las oportunidades que se le ofrecían.
Era ya noche oscura, sin luna ni estrellas que adornaran el manto negro que cubría a la raza humana en Nueva York.
De pronto se descubre James en un callejón estrecho sin nombre el cual es totalmente desconocido para su entendimiento, nunca antes había estado donde se encontraba y le parecía extraño, pues después de diecisiete años viviendo en la misma ciudad, no podía orientarse desde ese punto perdido en el cual en esos momentos se encontraba su cuerpo tembloroso.
Lo peor de todo es que se encontraba solo ¿Dónde podría haber ido su padre?¡Cuánto lo añoraba en esos momentos! Recordó lo que decía su madre en ocasiones: “no sabes lo que tienes, hasta que lo pierdes”.
Un sentimiento de miedo y angustia recorrían ahora las venas de su cuerpo flaco.
Comenzó a andar, era la mejor forma de saber dónde podía haber llegado a parar; no había gente por las calles: los comercios cerrados(incluso los restaurantes), las farolas irradiando luz amarillenta, los gatos maullando como una vil condena, ningún coche circulando por las carreteras… De pronto, Nueva York, se convirtió en una ciudad fantasma y James en el único ser humano que osaba pisar su asfalto seco.
Necesitaba las pastillas; se las tenía que tomar cada día al atardecer. Pero ese día no había hecho caso en la pastelería a su padre de tomárselas. Ahora no las tenía él y eso le preocupaba.
En la calle número doce, donde había ido a parar tras cinco minutos corriendo sin descanso, hizo una parada para que sus pulmones ahogados descansaran. Se encontraba mal, tanto física como psicológicamente.
Escuchó pasos detrás suya y asustóse al instante; se volvió. Cuatro hombres misteriosamente vestidos de un negro nocturno lo seguían o iban en su misma dirección. Se percató en unos segundos que era lo primero, porque echaron a correr tras James, con una velocidad pasmosa.
No tardó una milésima su instinto en huir, a echar a correr con la esperanza de poder despistarlos y volver a casa con su familia; pero poco a poco perdía la visibilidad a causa de no haberse tomado la medicina diaria y eso los desesperanzaba ya que iba sin rumbo fijo, sin horizonte definido.
Los hombres corrían muy deprisa, raudos como lince feroz. No tardaron mucho en cogerle por detrás y tumbarlo al suelo.
No eran violadores, ni querían darle una paliza al joven flaco. Sus intenciones era otras:
- Hola joven James, te tenemos que reclutar para el ejército norteamericano; sólo tú podrás llevar a cabo la misión heroica de salvar a la humanidad de peligros extraterrestres. Tu reclutamiento debe de ser inmediato para el bien de los hombres que habitan EEUU y en conjunto el resto de los países del globo.
Con esa larga frase de se presentaron aquellos personajes aparecidos de pronto de la nada misteriosa.
Sólo eran sombras en sus mirada, manchas negras
Lo cogieron de los brazos apretándolo hasta el hueso, empezando a gemir y llorar como un niño abandonado.
Lo llevaron hacia una furgoneta, donde lo tumbaron y el hombre que estaba a su lado le dijo:
- Te voy a pinchar, no te asustes…
No hacía amago de resistencia. Sentía la aguja fría en el antebrazo.
- ¡Jamesss! Despiértate ya.. No te lo voy a repetir más, que llevas todo el día en la cama.
Era la voz de su padre; a su lado estaba su hermana Jane de cinco años quitándole con torpeza las sábanas de su lecho, obedeciendo al padre de familia.
Todo había sido un sueño; su época no era 2.052. Era un cinco de marzo del curiosamente 1.984.
En esos momentos sudaba y el corazón le latía con rapidez; todo había sido muy real.
- Jane, ¡estate quieta! Anda, tráeme las gafas.
Ella obedeció.
Blanca Sahuquillo

1 comentario:

  1. Woh!!!

    No me esperaba para nada, nada de nada. Me gusto mucho la historia de su ceguera y su pesada condena de medicinas permanentes, luego me quede boquiabierta con lo de los marcianos y su reclutamiento para acabar con ellos y para nada, pensé que fuera un sueño.

    Un desarrollo fabuloso Blanca, me gusto mucho.

    Un beso guapísima.

    Esther.

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