2/4/11

¿Qué hace un bolchevique cuando se zambulle en el Mar Rojo? (Blanca)

Isolda era nueva en el instituto politécnico San José Jesuitas de Valencia, concretamente el número 1 de la Avenida de las Cortes Valencianas.
Aquel año comenzaba primero de Bachillerato en la modalidad de Ciencias Sociales: Economía, Historia contemporánea y Matemáticas aplicadas a las CCSS.
Su madre la había obligado a ir a ese instituto, pues tenía fama de ser muy bueno en cuanto a enseñanza, metodología y resultados académicos. Pero ella se negó al instante pues tenía muchos prejuicios prefundados de ese centro, pues sabía que era religioso y concertado.
Al final como siempre, su madre decidió por ella y tuvo que ir, junto con algunos compañeros de su antiguo colegio que sí estaban ilusionados porque los habían “cogido” de entre muchos demandantes a la plazas del centro.
A Isolda le pareció aquel instituto el día de bienvenida a los jóvenes bachilleres enormemente grande, en comparación al centro escolar del que venía: la entrada estaba regida por un parking donde maestros, padres de alumnos y demás empleados del centro podían estacionar sus vehículos, más tarde se pasaba un portón metálico y a la derecha se encontraba la cafetería, donde algunas veces se armaba algo de bullicio ya que los niños gastaban el suelto en golosinas y bollos.
Había un gran patio de asfalto y ninguna zona verde; en el patio había canchas de baloncesto y porterías de fútbol. Tenías que andar cierta distancia para subir al bloque de los dos cursos del bachillerato; pues el centro se dividía por bloques según el grado de estudios: infantil, primaria, la ESO y bachillerato, los más mayores.
Le dio la impresión a Isolda cuando entró que aquello se parecía a un centro penitenciario por tanto hormigón armado y los altos muros.
Asignaron a todos los alumnos convocados en la sala de conferencias en diferentes clases con diferentes tutores, a Isolda le tocó el grupo D (eran cuatro). La clase del final del pasillo del segundo piso del bloque de Bachillerato.
En esos momentos cuando la separaron de sus antiguos compañeros del antiguo centro cercano al nuevo, no conocía nadie y descubrió que ya en ese punto se había hecho grupos y no era como en la universidad (descubriría años después), donde no se conocía nadie.
Se habían hecho grupos y la gente ya se conocía entre sí, pues la mayoría habían hechos los estudios obligatorios anteriores en ese instituto; de camino a clase se presentó una chica con flequillo, una camiseta roja con un muñeco gracioso y unos ojos de un verde suave.
- Hola ¿tu también eres nueva, no?- se había acercado hacia Isolda y ésta con su mirada le agradeció que alguien desconocido se presentara para sentirse un poco menos sola y suplir el interés común de proporcionarse compañía mutua.
- Sí, debo suponer que tú también, me llamo Isolda, ¿tú?- preguntó.
- Ofelia- contestó la otra con una sonrisa.
-¿Qué te parece este instituto? Para mí es enorme, creo que si me dejan sola, me pierdo.
Ofelia se rió.
- Chica tampoco es para tanto, pero sí, es muy grande. Sobretodo en comparación con mi antiguo colegio, donde en clase sólo éramos siete…
- ¿Sólo siete? ¿De donde vienes?- preguntó extrañada.
- De un pueblecito pequeño de Teruel llamado Arcos de las Salinas. Pero la ESO la hice en Al Puente, que ya está en Valencia, porque en mi pueblo no había secundaria. Y sí, éramos solo siete en clase…. A sí que creo que toda esta grandeza de centro me sorprende más que a ti, ¿tú eres de aquí?- preguntó mientras avanzaban hacia el primer piso del bloque de Bachillerato.
- Sí, yo he estudiado toda la vida en un centro cercano aquí, pero éramos algo más de siete en clase- rió Isolda.
- Entonces tu no conoces a nadie de aquí ¿no?
- En realidad sí, pero irán a otras clases porque han escogido modalidades diferentes; ¿tú estás en Ciencia Sociales?
- No, en Humanidades.
- Yo voy a doble vía: tengo también Latín, es que en realidad yo quería lo que tú, pero mi madre, a parte de obligarme a ir a este centro me eligió la modalidad… Pero bueno, tampoco me importa tanto si no fuera por las matemáticas, que las odio…
- ¡¡Buah!! No me hables de las mates, que por eso he escogido yo Humanidades
Llegaron a clase tras la subida de dos pisos de escaleras. Las sillas y mesas estaban separadas individualmente; Ofelia e Isolda se sentaron al final de las columnas, una al lado de la otra.
Se alegraban mutuamente de no ser las únicas nuevas en esa clase.
Desde el primer momento se llevaron bien y durante los dos años que duró el Bachillerato para acceder a enseñanzas universitarias siguió su amistad.
La clase era grande, más larga que ancha, a la izquierda estaban los ventanales protegidos por cortinas metálicas verdes.
El tutor de la clase de 1ºD los había acompañado desde la sala de conferencias hasta la clase donde iba a impartir sus tutorías además de la clase de Historia de mundo contemporáneo. Era un profesor joven, de unos treinta años; portaba una camisa a cuadros y unos pantalones negros. Era bajito y peludo, con patillas largas como “Curro Jiménez” y en esos momentos estaba más serio que un soldado del ejército nazi.
A Isolda le gustó desde el primer momento.
Subió a la tarima y las dos muchachas del final, tuvieron que esquivar un par de cabezas para poder verle todo el cuerpo ¡menos mal que había tarima, sino no verían ni su cabeza circunspecta!
Sin presentarse ni dar a sus nuevos estudiantes la bienvenida, apuntó con soltura el la pizarra unos números, se giró y dijo con tranquilidad:
- Ésta es la matricula de mi coche, por si ha alguien le interesa destrozármelo. Aquí se viene a estudiar y el que no quiera que se vaya, no tolero la gente irresponsable. Bachillerato es una opción no una obligación, así que aprovechar la oportunidad que tenéis y que habéis elegido voluntariamente. Esto no es quinto de la ESO.
Una chica de la primera fila se rió, pero no parecía por malicia.
- ¿De que coño te ríes tu?- le preguntó el profesor mirándola a los ojos fijamente.
- De nada..- contestó tímida la aludida.
La clase estaba muy callada en esos momentos y a partir de esa intervención solo habló el profesor durante bastante tiempo dado una perorata que hacía referencia al respeto que se tenía que tener al profesor y sobre la motivación de seguir estudiando.
Isolda y Ofelia se miraron cómplices de que aquel profesor daría mucho que hablar durante lo dos años que estuvieran allí. Se asustaron en cierta parte, pero no mucho porque sabían que en el fondo aquel hombre no tenía ese temperamento, quizás por intuición femenina lo adivinaron.
Y era cierto, la primera clase “asustó” o puso “alerta a sus pupilos”, como posteriormente los llamaría (o “hijos putativos” de broma), pero durante el resto del año ganó la confianza de los alumnos de una manera asombrosa. Su pedagogía le gustaba mucho a Isolda, que incluso soñó varias veces con él idealizando a su profesor favorito y dando gracias en secreto a su madre por haberla obligado a ir a aquel instituto. Lo que tenía de especial aquel profesor era que no aburría; que explicaba las cosas hasta la extenuación y no avanzaba si no quedaba claro. Que no solo hablaba él, sino que hacía preguntas orientativos a sus pupilos sobre conocimientos ya adquiridos no en su asignatura. También y esto era lo curioso, el tutor de la clase de 1ºD no tenía reparos en contar sobre su vida, compartir con sus alumnos algo gracioso que le había sucedido o alguna anécdota relacionada con lo que estaba dando.
Para algunos lo mejor de sus clases eran los chistes que contaba, algunos muy malos y sin venir a cuento. E incluso, instaba a los más atrevidos de la clase para que compartieran sus propios chistes, y más de uno se atrevía.
Además a Isolda le encantaba la Historia y cuando entraba aquel profesor por la puerta de clase en dirección a la tarima se alegraba de verle.
En esos momentos, estaba convencida que estudiaría Historia el día de mañana.
Isolda y Ofelia, hicieron algunas amistades, pero los grupos estaban muy cerrados, así que siempre iban la una con la otra. De momento sólo se veían en horario escolar, pues Ofelia se iba todos los viernes a su pueblo Arcos de las Salinas a pasar el fin de semana, cuando se agobiaba decía: “qué ganas tengo de estar en mi pueblo, allí se respira mejor”. Un día tedioso de invierno nublado, el profesor de historia empezó nuevo temario, el último para el parcial del segundo trimestre: La revolución Rusa.
Pacería haber un interés común de todos los alumnos ante el nuevo tema, pero el que siempre estaba ilusionado y con diferencia era el docente.
Comenzó a hablar sobre la situación política, la economía agraria del país a principios del siglo veinte, las clases sociales, el zar y su familia, los privilegios que tenía la clase poderosa…
Se notaba que le gustaba su profesión al profesor preferido de Isolda , cavilaba ésta mientras tomaba apuntes en su cuaderno.
- Bueno y para amenizar más la clase, os voy a contar un chiste…- dijo a la media hora.
Algunos rieron, otros ya se lo esperaban.
- A ver… si este os gusta: ¿Qué hace un bolchevique cuando se zambulle en el mar rojo?- y calló unos minutos para que adivináramos la respuesta.
- Pero eso no es un chiste, eso es una adivinanza.- comentó uno.
- Bueno, da igual ¿Qué hace?… ¡Se convierte en cangrejo!- y empezó a reírse el profesor sin importarle que ese chiste no había gustado nada a la clase.- Pero bueno, ¿qué no lo pilláis?
- Es el más malo que has contado.- se mofó uno.
- ¡Pero bueno! ¿A que te tiro de clase?- bromeó el profesor y dijo para sí.- Si es que esta generación no sabe qué es el humor.. No hay nada como un buen chiste un una buena Coca- cola.
Silencio.
- Bueno, mis pequeños pupilos, prosigamos… Como comentaba, los bolcheviques….- y siguió dando clase hasta que tocó el timbre y sus alumnos recogieron sus pertenencias para irse a sus respectivas casas.

UN AÑO Y MEDIO DESPUÉS:
Ofelia e Isolda se encontraban en una cafetería del barrio de Campanar.
Acababan de hacer selectividad en la Universidad Politécnica de Valencia y habían quedado un día para despedirse, pues deseosa ya Ofelia se iba al pueblo a ver a su familia y amigas. Isolda le iba a dejar un libro que le había recomendado de Jane Austen: Orgullo y Prejuicio.De pronto, tras un silencio, Isolda dijo:
- ¿Te acuerdas del profesor de historia?
- Claro que me acuerdo, creo que era tu favorito, la verdad que era muy buen profesor.
- ¿Y de sus chistes?
Riose Ofelia.
- Lo mejor de sus clases, sin duda, sabía amenizar….Pero me acuerdo de un chiste que contó que no se rió nadie ¿Cómo era?
-Mmm……. Creo que no me acuerdo, estábamos en el tema de la revolución rusa.
Silencio.
-Sí… era algo de un bolchevique ¿no?- dijo Ofelia.
- Si….Me acuerdo que a mi si que me hizo gracia, pero al ver que no se reía nadie, me dio corte.
- ¡Qué tiempos!
- Ni que fuéramos abuelas, que solo ha pasado un año.. Tenemos que ir a visitarlo, creo que se alegrará, a nosotras dos nos cogió mucho aprecio.
Las dos amigas se miraron cómplices, sorbiendo al unísono el café con leche que habían pedido.

 Blanca
 
 
 
 
 
 

2 comentarios:

  1. Hola Blanca,

    me gusto la historia. Descriptiva, contando los temores y emociones de los primeros días de bachiller y, los personajes.

    Me encanto el nombre de Isolda, creo que no lo había escuchado nunca y también me gusto que la otra se llamara Ofelia. No son nombres muy comunes actualmente.

    Una historia sencilla, concreta y buena Blanca. Espero el próximo relato.

    Besos.

    Esther :D

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  2. Esposis, ¿¿no has escuchao hablar del Tristán y la Isolda?? Viven en la malva, cani mía^^ ps la Blanka y yo los conocemos en person.si pos Blanka, me sentí del to'indentificaíta, y también por el profe of history, me recuerda a mi kerido don Juan,el primero en hablarnos de la Revolución Bolchevique=)

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