12/4/11

Cartas para Carmen (Rozae)

¡¡Carmen, soy Clarita!!
¿Ya estás curada?
Gracias por jurarme cuidar de mi pobre hijito, me ha hecho tantísimo daño que me separaren así de él… Pero sé que contigo estará bien, y eso me ayuda a contener las lágrimas.
Yo estoy bien; un mozo muy amable con el que he logrado hablar a través de las rejas me prometió hacer que te llegara una carta, para cuando quisiera escribirte algo. Eso me  puso muy contenta, sentí un gran alivio. Estos días de verano están siendo muy raros y horribles. No sé por qué, pero cuando madre me  ha dado la espalda, he tenido la impresión de que era para siempre. Pero no estaré “siempre” aquí, ¿verdad? Bueno, ahora voy a estar un poco lejos (en realidad no sé cuánto de lejos estoy), pero por lo menos podremos escribirnos, y eso me hace muy feliz, porque me estoy sintiendo muy sola y no me gusta, y aquí me miran de una manera tan…dura… Tendré que buscar otra forma de hacerte llegar las cartas siguientes, ¡este chico tan amable no puede venir aquí cada vez que yo quiera, tendrá que trabajar! Te prometo encontrar la forma, hermanita. La próxima vez te escribiré más, es que ahora el mozo que te digo está esperándome abajo: tiene que marcharse. Me asustó mucho cuando se lo pedí, porque me dijo que si me descubren dándole un papel, me matan. (Por eso también he firmado el sobre con el nombre de “Antonia Maldonado”). ¡Exagera! Estaré bien, no te preocupes por mí, cuida de mi niño. Espero con ansia tu respuesta escríbeme cuanto antes; hoy he soñado contigo, he despertado con una sonrisa.
Tu hermana que te adora,
                                               Clarita.

Mi pequeña Clara;
Estoy preocupadísima por ti. Alejandro no vuelve del norte, no obtengo ninguna ayuda ni de Fernando ni de Roberto (se desentienden definitivamente de nosotras) y padre y madre no me dicen dónde estás, por más lágrimas y puñetazos que doy al cielo.
Mi sobrino querido está perfectamente. La hija de nuestra vecina, Natalia, también ha tenido un hijo hace poco. Quise pagarle con mis ahorros para que amamantara también a Santiago, pero no quiso aceptar mi dinero. Está siendo muy buena conmigo y da leche a su hijo y al tuyo. Sin embargo, no quiero que esto dure demasiado. Natalia tiene sus propios problemas. Estoy buscando trabajo, he preguntado en casa de los García del Castaño y de los condes de Alvarado, pero nada. Encontraré algo, y entonces me marcharé de aquí con nuestro niño. No te asustes, está todo controlado; de vez en cuando tengo recaídas, por momentos mejoro pero otras veces mi enfermedad avanza y pierdo mi ser. Padre también está muy desmejorado desde que te has ido: delante de madre finge la rudeza masculina que le exige esta sociedad del demonio, pero yo lo observo y me doy cuenta de cuánto sufre por tu ausencia (si bien siente mucha vergüenza y por eso no te habló y consoló antes de que te marcharas). Madre es inflexible. Sólo hablo de mi angustia con Rodrigo, que me mira serio y me propone entrar en casa por la noche y “secuestrar” a Santiago, “llevármelo lejos de esta tormenta, amiga mía, porque este chiquillo estaría más seguro en el centro de un huracán que en este país de mierda, en esta casa de…”. Es cierto que estos meses el país se parece a una olla a presión a punto de reventar. ¿Pero llevárselo adónde? Le quiero mucho pero está loco y así no me ayuda. Me preocupa que me ocurra algo a mí, y que tu pequeño, indefenso, caiga en las garras de nuestra tirana madre. Para mí, y con todo el dolor de mi corazón, es una carroñera de la tierra tanto como el padre Amaro es un carroñero de los cielos. Por eso es que Rodrigo (que te aprecia muchísimo) me ha prometido encargarse él mismo de Santiago en tal caso. Así que en ese aspecto estoy más tranquila, porque confío en él casi tanto como en mí misma. Pero ya no sé qué hacer, ni adónde ir: podrías estar en cualquier parte. Ayer por milagro (…) se me ocurrió hablar con el padre Amaro. Bueno…, ya sabes lo que pienso de esta urraca de hombre, pero no me quedan muchos recursos. Después de cerrar los ojos a mis súplicas en lo que se refiere a llevarme hasta ti, me ha dado “su palabra de sacerdote” (me pregunto cuántas pesetas valdrá eso) de que te hará llegar esta nota. Por favor: respóndela.
Me muero si no te encuentro,
                                                        Carmen.

Mi querida niña:
Por piedad, ¡escribe a tu hermana tres líneas miserables!
El padre Amaro asegura que te hace llegar cada una de mis insistencias; que estás “muy contrita por tus pecados y dispuesta a enmendarte”, que estás encantada de estar allí y que has decidido romper también por tu parte toda comunicación con la familia, “hasta no sé qué cuestión”. Rodrigo me dice que miente y está de un humor terrible. Y yo me niego a creerlo en serio, y no le creeré una sílaba a este valiente hipócrita hasta no ver esas palabritas ridículas escritas de tu puño y letra, para que merezcan mi consideración y respeto.
Si no escribes por temor, por vergüenza, qué sé yo qué, olvida temor y vergüenza: soy tu hermana, Clara, jamás te he juzgado. Tampoco a Germán. ¡Dime cómo estás, por favor!
Santiago cada día está más gordito. Nuestros hermanos más estúpidos y egoístas. Madre, más insoportable (ni las ratas la aguantan, ya han empezado a huir en tropel de la casa); padre…; bueno, él no está bien. Yo estoy perfecta. Sigo buscándote. Descarto Asturias y Cantabria. Volveré a escribirte, pequeña... Siempre,
                  Carmen.

…Carmen, hermana mía…
¡¡Basta, te lo ruego!! ¿Por qué nunca contestas a mis cartas? Esta es la número catorce que te escribo este mes, y estamos a día quince. Claro que no puedo enviártelas todas, la mayoría las abandono bajo esta lluvia pesada, para que no me las encuentren y me peguen otra vez. Empiezo a pensar que tú también estás furiosa conmigo, pero me niego a creerlo en serio. Porque tú eres la única persona en todo el mundo que aún me quiere un poco. ¿Nuestros padres, sobre todo nuestra madre todavía me odia? Han pasado muchos meses, mucho tiempo… Convéncela para que me saque de aquí, por favor, sufro mucho, estoy confusa y enferma ¡te necesito tanto! Es demasiado, tantos meses en este sitio tan sucio es una condena infernal que todos creen que merezco. ¡Y sin una sola noticia, nada: nada! No sé cómo sigo viva, el desconcierto y el llanto me están matando. Necesito que me cuentes cómo está nuestra familia, qué hacen, y cómo está mi pequeño Santiago, sueño que le pasan cosas malas, que se muere… Por favor… Por más que me he dicho una y otra vez que no soy culpable de nada malo, casi estoy convencida de lo contrario. Es primavera, y los colores del mundo invitan a cantar y a reír a todos los que no son yo. Mi mundo es solitario, tétrico. ¡Me aburro muchísimo, Carmen! Perdóname. Me siento muy mal por quejarme tanto, es que no me dejan leer, ni salir afuera, ni hablar mucho con las otras, aquí no puedo tocar el piano, hay un órgano pero no es para mí, no puedo tumbarme al sol porque me levantan a manotazos, no me dejan hacer nada de lo que me gustaría hacer. Constantemente nos vigilan. Me paso el día lavando rezando y lavando. ¿De dónde sacan tantas cosas que “necesitan” ser lavadas? No sé cómo explicarte, siento que en lugar de salvarme, lo que hacen las monjas es hundirme poco a poco en un pozo de estupidez y esclavitud y eso a ellas ni siquiera les beneficia. Sólo son instrumentos, y a veces siento pena por que unas mujeres que deberían ser buenas guarden las llaves de mi prisión-pozo defendiéndolas como perros muy agresivos defenderían una carne que ellos no se van a comer, porque pertenece a sus amos… Lo siento, estas ideas son muy poco piadosas, no te ofendas por favor, sigue queriéndome. Contéstame algún día, necesito tener conmigo algo tuyo. Te echo mucho de menos,
Clarita.

Hermana no entiendo por qué me está pasado esto, yo no he hecho nada malo, te lo juro pero Carmen tengo que contarte algo… No se lo he dicho a nadie, porque me da muchísima vergüenza pero muchísima, pero ahora me doy cuenta de que debería habértelo dicho al menos a ti. La culpa de esta basura la tiene el padre Amaro: él me forzó… ¡Yo no quería, te lo juro! Pasó varias veces, y cuando se me empezó a hinchar el vientre me asusté y mentí echándole la culpa a Germán, pero no fue Germán, fue el cura, tienes que decírselo a todos, para que me perdonen y ese cerdo deje de confesar a nuestra madre, es asqueroso: CONTÉSTAME,
                                                       Clara…

C A R M E N, SOY CLARA estoy desesperada tienes que venir a por mí. Vuelvo a estar enferma, aquí hace un frío horrible en invierno. He intentado escapar de nuevo y esta vez me ha descubierto la hermana Ángela cuánto la odio. Me ha pegado para que escarmiente, me duele todo ¡es tan cruel esa bruja maldita! Me doy cuenta de que goza sometiéndonos con la violencia. SI FUERA UN CHICO PODRÍA ROMPERLA A PUÑETAZOS. ¡A pesar de todos estos años te sigo queriendo, sácame de aquí por favor te quiero te quiero te quiero!!
                                                               C L A R A.

NO puedo más. Por mi alma te juro que esta es la última vez que te escribo. Tu terco y cruel silencio ha cruzado las fronteras de mis iras dolores y paciencias.Ya sólo quiero darte las gracias por olvidarme y jurarte una especie de odio eterno que quizás deje de existir cuando yo misma muera, dentro de poco allá por mi treinta cumpleaños si nadie hace nada, pero qué importa.
Se me han acabado las lamentaciones. Adiós hasta nunca.
(Gracias a ti sólo soy el eco de lo que podría haber sido),
                                    CLARA.


Católicos perdidos y podridos, cierta hiena de riguroso luto y un buitre de majestuosa sotana emplumada se santiguaron, suspiraron con piadosa convención. La dama volvió a meter la epístola en su sobrecito; su ídolo, Príncipe de las Tinieblas de la conciencia femenina, guardaba un silencio de lastimosa solemnidad. Como en burla, depositó ella con delicadeza de hipócrita el nuevo fajo de cartas amarillas, que serían borradas de la faz del mundo por la próxima lluvia otoñal, sobre la tumba de Carmen del Castillo Tapia, 1917-1942, “quien nos dejó demasiado pronto, y cuyos amorosos padres, Francisco y Eugenia, y cariñosos hermanos Alejandro, Fernando y Roberto la llevarían siempre en el corazón”. A su lado, indiferente, serio, con un rictus amargo en la boca, un taimado y pequeño cuervo con diez rígidos inviernos sobre sus hombros se refugiaba entre sus faldas de viuda negra. Se descolgó momentáneamente de su garra para acercarse más y dejar un simbólico ramillete de violetas sobre el cuerpo enterrado de su pobre madre, a la que casi no había conocido. Esta sería la última vez que los tres vendrían a verla al cementerio. La hiena se odiaba sin pensar en ello, pero aún era capaz de aguantar con vida y llena de asco por todo. El buitre dio la espalda al crimen enterrado sabiendo que su sirvienta lo interpretaría como la orden que era: sígueme; ella dio la espalda a la hija muerta sabiendo que su pequeño Eugenio lo interpretaría como la orden de segundo orden que era: síguenos. Antes de seguirlos colina abajo, el chiquillo echó una mirada de fría curiosidad a la tumba de al lado, que rezaba el nombre fantasmal de Rodrigo Contreras Valverde, 1917-1939, a quien prometían memoria una familia, unos amigos y dos misteriosas lunas: “C y c”.

2 comentarios:

  1. Esposis ^^

    que cartas. Tan llenas de secretos, culpa, dolor, vergüenza, socorro... cada una de ellas una llamada de auxilio de parte de cada hermana, un amor eterno entre ambas, hasta que Clara le pone fin, por el silencio de Carmen.

    Me gustaron mucho. Con cada carta veías como se sentía cada una y como se necesitaban las hermanas. Esa complicidad nacida entre ellas, y no compartida con nadie más de la familia.

    Me gusto mucho lo de que ni las ratas aguantaban a la madre y lo de que el padre tenía que interpretar el papel de "macho" que la sociedad le había otorgado, dada su condición de hombre.

    Maravilloso.

    ¿Escribiras la siguiente historia o te escaqueas por que es tú título?

    Te quiero mucho.

    Esther.

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  2. Hola Rosa!!
    Que pena me dan las hermanas...
    ¿Era en la guerra civil no?
    Pero el final no lo entiendo mucho....entonces el hijo de clara es del cura, y Rodrigo es el amante?
    Un beso!
    Blanca

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