26/2/12

Monógamo (Blanca)

Inglaterra- 1847

Y por fin había llegado el día que esperaba ansiosa.
El vestido me parecía precioso, blanco, inmaculado, de encaje en las puntas de las mangas, la falda, el cuello y el velo.
Se había elegido la fecha de la boda a las tres semanas de que el señor Rochester me pidiera sorprendentemente, matrimonio.
Y de pronto me encontraba allí, ejerciendo de institutriz; quien me lo iba a decir cuando entré a Thornfiled, hace aproximadamente seis meses.
Y esta mañana hacía un sol estupendo, en pleno mes de marzo, mes donde la primavera renace para mostrarnos su esplendor y magnificencia.
Parecía que el señor Rochester tenía prisa por casarse conmigo, no sé porqué me dio esa impresión, la forma en que me cogió de la mano y juntos casi corrimos hasta la capilla más cercana, donde en ésta (un tanto pequeña, pero muy acogedora) solo nos encontrábamos él, yo y el cura que nos iba a unir durante toda la vida, aún me produce algo de vértigo pensarlo, pero es lo que quiero con todo mi corazón.
Ese día estaba serio e introspectivo, más de lo normal, pero hice caso omiso a su estado anímico, muchas veces lo encontraba en ese estado huraño y ya me había acostumbrado.
Y en la ceremonia no paraba de desviar la mirada de la mía y cuando me miraba con esa mirada clara y directa, me abrasaba el velo que tenía entre su cara y la mía, me entraba un amago de escalofrío.
- Aquí estamos reunidos para asistir al matrimonio de esta joven pareja que quiere unirse libremente(…).
Y así siguió con su monserga durante quince minutos, a lo cual el señor Rochester, cansado y ansioso, como si tuviera prisa de quitárselo de vista, le dijo:
- Por favor, ¿puede acabar ya?.
El cura se quedó unos segundos atónito, sin saber qué decir y sin pensárselo más, prosiguió:
- Edward Fairfax Rochester, quiere usted…
Y una voz a lo lejos interrumpió la ceremonia y di un respingo, pero creo que no fui la única.
- La ceremonia se debe cancelar inmediatamente.- me giré y allí estaba, un hombre desconocido, el cual podía arruinar mi felicidad.
-Proceda- ordenó el señor Rochester al cura atónito.
Pero el aludido hizo casi omiso de su orden y escuchó, tan atónito como yo lo estaba, las palabras de ese hombre desconocido que iba a cambiar el rumbo de los acontecimientos.
- Este hombre está casado con mi hermana, Bertha Mason, desde hace quince años y la ley le prohíbe casarse por segunda vez. Tengo una copia del documento original donde se ve reflejado. Ella vive en Thonrfileld, donde habita el señor Rochester y esta señorita.
El intruso era el hermano de la mujer del señor Rochester, el cual cegado por la ira del momento corrió hacia él con motivo de estrangularlo allí mismo, y por unos segundos creí que de verdad lo iba a matar. Yo me quedé quieta, sin poder mover un solo músculo, asimilando las palabras de aquel desconocido para mí.
- ¡Te mataré, te mataré!- gritaba encolerizado el señor Rochester.
El cura, escandalizado, corrió a resolver el conflicto, a separarles como buenamente, el hombre podía y dio resultado pues la algarabía disminuyó de intensidad, hasta que el señor Rochester, lo soltó de repente y una vez quieto, dijo:
- Esta mujer no sabía nada, pero no se percató que había caído en la trampa de un mentiroso y estafador. ¿Queréis ver a mi esposa legítima? Acompañadme- dijo esto mientras avanzaba hacia mí y me cogía de la mano con más fuerza que antes, lo cual me asusté sobremanera, ya no de su fuerza, sino de lo que me podía encontrar.
Y al llegar a la mansión Thonrfield, nos dirigió al ático, donde una vieja mujer le prestó las llaves indicándole algunas precauciones, que ahora no recuerdo bien. La habitación no tenía muebles y la ventana estaba vallada con tablas de madera, a través de ella se filtraban tenues rayos de sol.
Y en un rincón de la estancia estaba ella, vestida casi con trapos, con mirada asesina y rascándose el brazo ansiosamente, su melena le llegaba por los muslos. Tenía el aspecto de una loca y eso era lo que era, pues más tarde me lo confirmó el señor Rochester.
Cuando me vio me escupió lascivamente y de repente, empezó  gritar y a pegar al señor Rochester con toda su ansia, el sentimiento de miedo fue tan grande que me es imposible compararlo a algo que me hubiera sucedido con anterioridad; yo ya había visto suficiente y me retiré sin pensarlo dos veces, corriendo hacia mi alcoba, donde sin ayuda de nadie conseguí liberarme de aquel traje inmaculado y a la vez ahora repudiado por la mentira y el engaño del señor Rochester.
Aquella noche la en vela y cuando salí a por un vaso de agua, lo vi en el pasillo, con un candelabro como única luz, y las velas en el ocaso de su existencia.
- Jane, déjame explicártelo- pausa larga- sé que merezco el infierno por la crueldad de omitírtelo… pero ven, vayamos a la sala.
Pero esta vez, claro está, no le dejé que me cogiera de la mano como a una niña pequeña y me llevara a razón de su voluntad. Y seria y firme como nunca lo había estado, fui yo la que lo guié a él, el cual se mostraba preocupado y muy, muy cansado.
Nos sentamos en el salón, uno delante de otro. El señor Rochester encendió el fuego, lentamente y tras mirar fijamente las llamas, como meditando en lo que iba a decir, hablo (yo lo esperaba tranquila):
- Te contaré mi historia, Jane. Hace quince años, mi padre me casó mediante un matrimonio de conveniencia con una mujer, la cual apenas había  visto tres veces, más que nada la eligió por su fortuna. De continuo, su temperamento era volátil y cambiante y tenía brotes de ira… estuve conviviendo con ella cuatro años, pero sus vicio y brotes de ira-suicidas iban aumentando exponencialmente, hasta que se le diagnosticó que estaba demente. ¿Has vito un manicomio, Jane?.
- No, señor Rochester.- contesté.
- Es un lugar dantesco, a los enfermos los tienen encerrados como a bestias en jaulas minúsculas, no podía dormir por la noches sabiendo que estaba en tal penosa situación. Al menos la liberé de eso; desde entonces la custodia una vieja criada, en el ático de la casa… Estaba encadenado a ella de por vida, ni siquiera la ley podía liberarme.
- Todas esas voces a la noche.. El incendio! Lo más doloroso, base señor, es que me compadezco de usted, que siento pena- dije atando cabos.
- Ella, pero no quise decirte nada, claramente. Ahora ya sabes mi situación; no quiero que sientas pena por mi, tu me amas Jane.
- Eso ahora no importa. Todo ha cambiado desde esta mañana, debo dejarlo, señor. Además qué me puedo esperar de usted, si me ha estado engañando. Póngase en mi situación.
- Lo esencial no ha cambiado, Jane. Sé mi esposa.
- ¡Usted ya tiene esposa!
- ¿Preferirías volverme loco a romper una simple ley humana? ¿A quién ofenderías viviendo conmigo?.
- A mí misma, señor.




España, 2009
Bueno, ya he leído suficiente por esta noche; no puedo creer que este libro se ponga cada vez más y más interesante… Me siento muy identificada con la personalidad de la protagonista. Pero, como he dicho, mañana más, estoy que me caigo del sueño.
Y viene mi madre a desearme buenas noches.

2 comentarios:

  1. Me gusto mucho Blanca. Tenía curiosidad de por donde iría tu tema con este título que puse.

    Has narrado los detalles con sumo cuidado y los sentimientos de los personajes. Una historia muy interesante.

    ¿En que libro te habías inspirado para ello?.

    Un beso!

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    Respuestas
    1. No te suena el señor Rochester!!??
      El libro es Jane Eyre:) que te lo recomiendo mucho si no te lo has leido; hace poco sacaron ptra versión cinematográfica del cásico, le hice un post en analistas y todo!! jejej Se nota que me gusta eh?
      Blanca

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