18/2/12

Monógamo (Esther)

- Puto mariconazo de mierda - le escupo a la cara mientras me succiona toda la lefa que gotea de mi polla. El chapero esta de cuclillas, hundiendo su cabeza en mi pubis. Yo le sostengo la chola, ahogándolo con mi polla aún tiesa. Tengo para otro asalto más. Me siento lleno de energía y aún estoy rellenando el depósito de nuevo. Quiero rociarlo. Esta vez lo tumbo en el asiento trasero del coche, tengo que follármelo como es debido. Le bajo los pantalones y los gallumbos cagados que me lleva y le abro su estrecho ojete de sarasa con mi verga. Le arreo unas cuantas sacudidas de lo más violentas - ¡Te gusta esto cacho cabrón!. Si te gusta, ¡eh!, ¡eh!, ¡eh!- le digo a gritos. Le agarro de su coleta de hippie mierdoso, obligándole a arquear la espalda y remato la faena. Me corro a mares. Maldito puto, sabe que me vuelve loco.

Me quito de encima suyo y este empieza a vestirse con rapidez. En este juego, él me tiene respeto y miedo. Es una mezcla picante y a la vez espantosa. Se coloca los calzoncillos y los pantalones a la vez. Le tiro a patadas del coche, antes de que me moje los asientos de cuero con el semen que le gotea del pandero. Se le forma un círculo viscoso en los vaqueros. Repugnante. Saco los 90 pavos de la billetera y se los paso por la ventana del coche. Él ya conoce la marcha, le toca andar hasta su zona y dejarme tranquilo en mi coche. Me guiña un ojo y se pira. Sabe que lo llamaré pronto. Pufff... ya noto la necesidad de clavársela una vez más.

Salgo del coche en bolas y dejo que el frío me atice un rato. Me quedo fuera hasta que no siento ni las piernas ni los brazos. El pulso se ralentiza y me siento más calmado. Entonces entro en el Mercedes y me siento frente al volante. Saco unas toallitas húmedas de la guantera y me limpió el pene con precisión. Bajo el prepucio del todo y paso con delicadeza la toallita por el glande, quitando los restos de esperma. Después me visto y me quedo sentado, con las manos sobre el volante, pero sin poner en marcha el coche. No se si volver a casa o pasar la noche en ese emponzoñado descampado.

¿Por que cojones hago esto?. Llevo meses acostándome con Joe (el chapero) y si no es Joe, es alguno de sus amigos. Putos yonkis depravados. Por 10 euros te hacen de todo. Uno me dejo hasta cagarle en la boca. No es que me ponga esa asquerosidad, mientras le cagaba tuve que aguantarme el potado, que sentía que subía y bajaba por mi garganta. Pero seguro que le hubiera gustado. Jodidos maricas, a estos les gusta de todo.¿Es que no tienen orgullo?.

Enciendo el motor del coche y me meto en la carretera. A penas hay coches por la autovía. Me siento extrañamente relajado y a la vez confuso. Quiero llamar a Joe, a Carlos y a Mario. Quiero sodomizarlos a la vez. Sentir que son mis esclavos. Pasarla de culo a boca, de uno a uno. Humillarlos, vejarlos, denigrarlos... quiero sentir mi poder sobre ellos. Pasarles los billetes de 100 por delante de la cara y obligarles a que me coman el culo para conseguirlos, acto seguido pegarles una paliza, destrozarles por convertirme en lo que yo no soy. Lloro, lloro de angustia y desesperación. Paro el coche en un lateral de la carretera y vomito a raudales. Hundo mi cabeza entre mis rodillas y escupo bilis. Ya no me queda nada en el estómago.

Vuelvo a casa, con los críos y Marlene. Marlene ha preparado la cena, fritos, como no. La casa tiene un pestazo imperdonable. Siento que voy a devolver de nuevo. Luego a la foca rubia esta le extraña que se esté poniendo como una vaca. Se pasa todo el puñetero día preguntándome si esta guapa, si sigo viéndola tan atractiva como cuando la conocí, si la veo bien aunque haya engordado unos “pocos” kilos... Me da asco. Esta incompleta, le sobran y le faltan cosas. Antes era una tía de la que me gustaba presumir, ahora la escondo, como a un puto mono de feria. No me gusta que me vean con ella por la calle y los putos niños, unos maleducados. Buahhh... tenía unas tetas enormes, totalmente firmes y turgentes. Pero cuando llegaron los gemelos se le quedaron dos colgajos deprimentes. Y no hablemos de su culo. Madre mía, eso era el paraíso. La de coca que esnife en su raja. Ahora es pura celulitis y granos. ¿Como puede tener granos con cuarenta y dos años?. Se esta poniendo tremenda.

- Hola cariño - asoma su cabeza desde la cocina. Va con una bata a cuadros y los rulos esos de plástico rosa - ¿que tal ha ido el día?, ¿te gusto la lasagne de verduras?. La receta me la dio Isabel el otro día, cuando estuve en la manicura - me dice con su insoportable voz chillona.

- Si, estaba muy buena. Aunque la prefiero con carne. Parecía comida para gordos en dieta.

- ¿Me has traído el tupper? -me dice decepcionada - Es que tengo que guardar unas croquetas que he preparado esta tarde. Son de bacon - me dice justificándose.

- Me lo he dejado en el coche. Bajo en un momento - Digo saliendo corriendo de esa casa de la fritanga.

Me meto en el ascensor y veo que me he manchado la camisa con vomito. Una de mis mejores camisas. Golpeo el cristal del ascensor, y solo consigo hacerme daño en los puños. Soy un débil. Una nenaza. Ya me lo decía mi padre: “Hijo, jamás llegarás lejos con esa actitud de niña. Debes de ser más duro. Eres un hombre y tienes un apellido del cual te tienes que hacer respetar”. Y yo solo sabía lloriquear por que él no comprendía que quisiera ser actor. “Ese es un mundo de vicio. Todos putos gays. ¿Quieres ser como ellos?”. Mierda... que hago pensando en esta mierda. ¡Mierda!, ¡mierda! y ¡mierda!. Estoy acabado, pienso.

Salgo a la calle. He dejado el coche fuera, ni siquiera lo he metido en el garaje. Una pequeña llovizna me moja. Odio la lluvia. Cojo el puto tupper y lo estrello en el suelo. Salto sobre él, hasta reducirlo a trizas.

Subo a casa, dejo mis cosas en la entrada y me siento en el sofá. Marlene ya ha puesto la mesa y acaba de acostar a los petardos de hijos que tenemos.

- ¿Y el tupper? - me pregunta.

- Me lo he dejado en la oficina. Se me había olvidado. El lunes te lo traigo a casa.

- Vaya, que faenón. Lo necesitaba ahora mismo. En fin, no pasa nada. ¿Te sientas en la mesa y cenamos? - me pregunta picoteando  a escondidas.

- No tengo hambre. Creo que me voy a ir a dormir ya. Estoy cansadísimo - le digo levantándome del sofá y dirigiéndome a la habitación. Ella hace amago de darme un beso cuando paso a su lado, pero la esquivo y me meto en el cuarto. Supongo que ahora se tragará toda esa cena sola y después se enfadará consigo misma, por no tener pizca de fuerza de voluntad.

- A mi no me gustan los hombres. Eso lo tengo claro - susurro hundiendo mi cabeza en la almohada. Acto seguido me la meneo pensando en el nuevo que trabaja en el banco, el que esta en la taquilla, un rubio de ojos azules, que tiene un culazo. Me corro en silencio, me limpió en las sábanas. Y ahora, a dormir plácidamente.

Esther

1 comentario:

  1. Madre mía! qué forma de relatar vilvemnte las relaciones sexuales homosexuales.... me ha recordad no sé porque a la película La mala educación...
    Es una atmósfera de lujuria y vicio, donde el protagonista desprecia, pero por otra parte es adicto al sexo homoxexual siendo un padre de familia (pobre mujer, pienso).
    Me gusta cómo has relacionado el título con la historia.
    Creo que ya tengo la idea pensada para el mío, un besooo :)

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