13/2/12

Misterio al amanecer (Blanca)

La noche oscura dejaba un velo intrépido de misterio gélido, el cual subía por las paredes de la casa oscura.

Anne estaba sentada en el escritorio de su difunto padre intentando averiguar el por qué a muchos interrogantes que la mantenían sin uso indebido de cafés, en un estado permanente de vigilia.

Mientras no solucionara ese misterio no dormiría en paz, pues la duda, la incertidumbre y el nerviosismo la mantenían en un estado de ansiedad, convirtiendo su estado anímico en un dolor casi físico. ¿Por qué se lo tomaba tan en serio?

Se había trasladado desde la noticia de la muerte de su padre a la casa en la cual él había habitado desde hacía cinco años. Era una casa acogedora, un pueblo costero alejado del bullicio de la ciudad, la cual, en esos momentos dormía la siesta.

Y en verdad le apetecía estar sola en aquellos momentos: una semana, junto con su gato Lutero y el pasado de su familia por descubrir. Su gato era un ser muy elegante y cariñoso, de pelaje negro azabache y ojos azulados, profundos.

Anne nunca había comprendido porqué su padre había tenido especial desinterés hacia ella, desde bien pequeña; al paso de los años ya lo había asumido, pero siempre pensaba que ella tenía algo que ver, que había hecho alguna cosa para que su padre estuviera así con ella, debía de haber algún motivo, porque con sus demás hermanos los cuales apenas se relacionaba, era bien diferente y se notaba.

La joven era la más pequeña de cuatro hermanos, había sido por suerte o por desgracia la más mimada por todos los familiares, la que más atención había recaudado y por aquello, algunos de sus hermanos, siempre estaban reticentes con ella. Su madre murió cuando ella tenía doce años, cada día la añoraba más, como si de una relación inversamente proporcional se tratara. A los doce años, se convirtió en adulta, siempre habían dicho que era demasiado madura para su edad, tanto para bien como para mal, de hecho en muchos momentos se sentía como una persona de ochenta años y no sabía porqué.

Pero el tema importante de su investigación era el asunto que la ataba con su padre, aquel ser taciturno e impasible, con tantos secretos y misterios ocultos en su interior, imposibles de descifrar.

Nunca ninguna muestra de cariño había recibido de él, o al menos eso recordaba y sabía que los hombres generalmente eran más reacios a expresar sus emociones, pensamientos o sentimientos, pero su padre para ella, siempre fue un misterio oculto, algo que quería descifrar, sin maldad, pero tan lejano e inhóspito que a veces le dolía.

¿Y por qué no ignoraba el asunto de una vez? No era sano pensar en lo mismo hasta el cansancio. Por una temporada, cuando Anne se independizó y se alejó de su presencia casi automáticamente dejaba estar el asunto y la obsesión por no haber conseguido su cariño, la única persona que no había expresado ese cariño hacia ella se calmaba, el problema estaba anestesiado. Quizás, si le hubiera comentado ese asunto a otra persona, le hubiera parecido una nimiedad de problema, pero para ella era importante.

Había algo para con ella que hacia que su padre la repeliera, y el rechazo no le sentaba nada bien, porque además bien sabía que con otras personas no era así.

Y una vez muerto desde hacía cinco años, volvía el asunto a renacer a su memoria, por ello, quería hacer un estudios de investigación, para averiguar de una vez por todas, cómo era en realidad su padre: fotos, entrevistas, cartas. Todo.

Allí, en aquella casa donde había crecido, en aquel inhóspito pueblo, durante veintidós años de su vida. Volvía para descubrir lo que par ella era un verdadero misterio.

Entró en el despacho de su difunto padre y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, su gato siempre iba detrás de ella, vigilante, atento. Abrió los cajones: notas, carpetas llenas de escritos de su padre. En los estantes, álbumes de fotos ajados y viejos, alrededor de las cuatro paredes, fotos y más fotos de sus padres y hermanos y algunas de él solo, mirando con tez seria hacia ella. Si pudiera averiguar el secreto de sus ojos. Los ojos… el espejo del alma, aquello que decía tanto de una persona.

En aquella habitación siempre lo encontraba, muy pocas veces salía y podía decir que al paso de los años y ahora en el Más Allá, aún encontraba su presencia y no sabía cómo sentirse. Vio también su tocadiscos antiguo, sus trofeos de tenis, las medallas y diplomas de la academia de policía y los numerosos méritos de reconocimiento por sus muchos años de esfuerzo y dedicación al cuerpo de policía.

No podía negar que su padre era un mal hombre, sino al contrario, muchas veces lo adoraba por su forma de ser, solo que para con ella existía un muro inquebrantable que los alejaba a ambos y aunque fueran padre e hija, se sentían como extraños.

Anne sacó un cuaderno, parecía ser una especie de diario: caligrafía levemente torpe inundaba incesante las páginas y páginas de cuaderno, en ellas la voz de su padre resonaba aún firme en su memoria, le gustaba adentrarse en el hilo argumental, pero mencionaba más que nada cosas de trabajo que otra cosa.

Dejó el diario en el escritorio y cogió varios álbumes de fotos: ahí estaba reunida toda la familia: sonrisas alegres, caras raras, inocencia infantil, imágenes borrosas, pelos alocado, vacaciones en el sur, vacaciones en la nieve…

De pronto no llegaba a ninguna conclusión, quizás su padre fuera así con ella siempre y ya está, quizás el misterio tuviera que dejarlo ir, quizás no hubiera solución ¿y si en verdad no era realmente su hija, sino de otro hombre? También podría ser, pero la envidia hacia sus hermanos cuando los trataba de diferente forma aún la sentía. Aprendió a ser, por tanto, como un patito feo para su padre, lo cual no hizo que ella lo odiara, sino que su padre siempre era y sería para Anne un misterio.

Cogió el diario de su padre y salió al porche, para leerlo por enésima vez y estar un poco más cerca de él, como nunca lo había estado antes, tibios y débiles rayos de sol desplegaban su fuerza para dar forma a un nuevo día y no supo porqué pero creyó que su padre la acariciaba.
                                                                      BLANCA

1 comentario:

  1. Interesante relato Blanca.

    Es decir que la chica sintió que su padre ocultaba algo desde que era pequeño, pero en el fondo el padre no le guardaba ningún secreto, simplemente era así con ella, más discreto y distante. Interesante descripción de la lejanía emocional paternal. Me encanto leerte de nuevo :) y pronto más ^^

    Sobre mi historia, no es que haga hombres malos y mujeres buenas, o viceversa. Cada uno/a es como es (como yo los describo) y en este caso lo que ocurría es que había un matrimonio muerto, en el que ya no existía la confianza ni la comunicación. Y a asuntos desesperados medidas desesperadas, pensó mi protagonista femenina, pero sin solución alguna.

    Besos!

    ResponderEliminar