5/2/12

Guantes blancos (Blanca)

<<Italia (Venecia a 1926)
Día de todos los Santos 21:30 h.
Julieta Dei Fiori  y Carlo Benedetti deciden pasar aquel día fúnebre juntos. Hace mucho tiempo que no se han visto por problemas familiares de la mujer de cabello color fuego.
Después de un largo paseo por la cuidad de las calles pluviales con barcas sin velas, deciden cenar en un restaurante no muy lujoso. A Carlo le gusta el brillo de los ojos de la mujer esquiva reflejados en la luna llena, con un tono rojizo leve. Esa noche estaba más guapa que nunca. Carlo era inspector de policía de la zona por donde ésta residía. Ella era hija de un ambicioso comerciante de ultramarinos.
Una vez en el restaurante, el vicioso temperamento de la bella Julieta crea entre ellos una discusión debida al poco cariño que muestra el joven inspector por la muchacha, que se siente sola y desatendida, con el agobio que provoca la protección sobrepasada de unos padres algo antiguos. También escucha rumores sobre la supuesta infidelidad de su compañero, lo cual, crea en ella unos celos inconmensurables.
- Me voy, no aguanto más- dice la mujer haciendo amago de levantarse.
-Sabes bien que no te voy a dejar sola, déjame llevarte a casa.
-Ni lo intentes, o no me volverás a ver más.
Ante esta respuesta, Carlo enmudece. Después de una pausa, añade:
-Tu ganas, pero ten cuidado, ¿me oyes?
La muchacha sale del restaurante olvidándose un guante entre tanta emoción.



23.15h
El pintor de paisajes olvidados, forcejea con ella. Están en su casa. Quiere violarla, que ella le entregue su tesoro más escondido, aunque sea por la fuerza. Pero Julieta es astutamente lista, en un acto reflejo, la muchacha esquiva coge la hoja de afeitar y se e raja el cuello con un corte limpio. A los dos minutos muere definitivamente.
Recoge su ropa, pero en un descuido comprensible se olvida de la otra pareja del guante olvidado anteriormente en el restaurante.>>




-Inspector Benedetti, el informe del crimen, la operación “Sotto” - pidió con tono gravísimo y mirada terrorífica su superior.- ¿Ya han averiguado alguna cosa del asesinato?
Estaban en la comisaría de policía más destacada de Venecia, la ciudad del agua. Su superior en el cuerpo de policía de la ciudad entró por la puerta de su despacho sin tocar con los nudillos ésta. A Carlo se le antojaba el ser más pedante y antipático que jamás hubiera conocido. Pero su comportamiento debería de ser el correcto, pues era su jefe.
Habían pasado dos semanas de aquella noche fatal en la cual cenó con su novia, la misma noche del acontecimiento del crimen de un pintor relativamente conocido que casi siempre pintaba en el mismo puente, el mismo paisaje una y otra vez. Después de aquella fúnebre velada trágica, no había vuelto a ver a Julieta Dei Fiori, ni sabía nada de ella.
- Si, signore Corleone. Pero nos faltará un par de semanas más para aclarar algunos puntos dudosos de la investigación.
Carlo tenía muy claro que la asesina del crimen cometido había sido su compañera, pero no quería, por el gran amor que le tenía “delatarla” y así hacer ver a todos que aquella muchacha despistada y frágil había cometido un crimen lamentable.
El tema de la investigación, el caso “Sotto”, tenía algunos puntos débiles, aunque pareciera lo contrario.
Era evidente (y sólo en la mente de Benedetti estaba confirmado) que la asesina del pintor extraviado cuyo nombre sería una ofensa el pronunciar, era la joven Julieta. Estaba en sus manos delatarla, estaba en sus manos dejarla sin libertad por una buena temporada.
Era evidente que la asesina era ella y solo él lo sabía, claro. Tenía la prueba del guante blanco que se le olvidó en el restaurante y que guardó fielmente al lado de su pecho al salir a los diez minutos y la otra pareja de guante blanco que había encontrado encima de un lienzo donde se dibujaba la silueta de una mujer, con un borrón mal hecho en la esquina inferior derecha, claramente el nombre del dibujante que era imposible identificar ¿Por qué un borrón en el nombre? ¿Sería el asesino del crimen el autor de dicho dibujo algo extraviado?
La silueta de aquella mujer pintada era una silueta algo mal echa que era muy probable que aquel pintor no la hubiera hecho, pues parecía casi el dibujo de un bambino de diez años.
Pero…¿Y si probaba que aquel crimen fue cometido en defensa propia? ¿Cambiarían las cosas? ¿Cómo podía conseguir las pruebas de que su novia cometió aquel asesinato del demonio para defenderse?
Y la pregunta que más le inquietaba: ¿Dónde coño estaba Julieta? ¿Se habría suicidado tras el asesinato? ¿Habríase fugado de la ciudad?¿Cómo podría contactar con ella?… ¿Por qué mierdas no la acompañó hasta su casa?
Un cúmulo de interrogantes sin respuesta revoloteaban día y noche, sin parar en la mente de inspector Benedetti.
Apenas comía o dormía.
¿Qué hacer? Aquel caso que le habían asignado tocaba en lo más hondo sus intereses personales: ¿Justificaba saltarse las leyes el defender a un ser querido estando dentro de la ley?
Salió a comer para despejarse con su compañero de trabajo, quería dejar de pensar aquel tema que lo tenia esclavo.
No había ido a casa de los padres de su novia; pero sabía que ella no estaba en la ciudad  pues a la mañana siguiente del asesinato y de la cena, la última vez que había visto sus ojos hipnóticos encontró una nota en el buzón de su casa que rezaba así:
No me busques, me voy de la ciudad.
No me guardes rencor, los motivos me los reservo, tu no tienes la culpa de nada, créeme.
Espero volverte a ver. Cuídate.
Julieta
Esa misma tarde decidió empezar la búsqueda de Julieta Dei Fiori. Sus padres no habían denunciado su desaparición por extraño que pareciera.
Por las zonas de los alrededores avisó a las autoridades para la “búsqueda y captura” de la muchacha de pelo color fuego.
Pero sabia que la búsqueda no iba a dar resultado… ¿Dónde podía haber ido, sin apenas dinero y sola, una joven de 22 años?
¿Y si le había sucedido alguna cosa? Esa situación lo desesperanzaba.
Quizás lo  único que le tocaba era la espera, la angustiosa espera. Volver a ver su cara, tocar su bello cuerpo salteado de pecas furtivas y olvidar aquel crimen del cual creía ser cómplice era lo único que ansiaba.
El intento de búsqueda de la principal sospechosa( pues muchos en el barrio sabían de la relación del inspector y la hija del tendero y por otra parte la obsesión de un pintor de fama que le había ofrecido a ésta que posara desnuda para él) no dio resultados.
Agentes de la policía veneciana interrogaron a los padres de la principal sospechosa sobre su paradero, pero éstos nada sabían pues Julieta Dei Fiori se había fugado sin avisar y la madre estaba en un estado de ansiedad continuo.
Por otra parte habían muchos rumores que la implicaban y de los cuales Carlo Benedetti solo podía negar o hacerse el indiferente.
La familia del famoso pintor clamaba justicia y evidenciaba la buena conducta del joven como cristiano solitario, negando toda culpa, recriminando que aquel crimen había sido alguna venganza evitando cualquier indicio de culpabilidad hacia su difunta persona.
Al cabo de tres semanas del asesinato, el inspector Carlo decidió ir a visitar a los padres de su Julieta, que apenas lo conocían, pero habían oído hablar mucho de él por boca de la joven de mirada misteriosa.
La madre de Julieta Dei Fiori se había sumido desde la desaparición de su muy querida hija (la misma noche del asesinato) en una opaca depresión de la cual no hacia esfuerzos por recuperarse a pesar de los ánimos y esperanzas de su marido, el cual estaba seguro de que su niña del alma aparecería otra vez por la puerta de la casa familiar.
La muchacha volátil utilizó el mismo método de despedida furtiva que con Carlo: había dejado una nota en la mesa del salón de casa de sus padres y silenciosa como una gata mansa había escapado.
Julieta se dio por desaparecida al cabo de un año sin saber ninguna noticia sobre su persona.
El caso se dio por perdido.
El inspector serio tenía que aceptar la pérdida de su amada y rehacer con otra persona su vida, era lo mejor. Quizás no olvidarla, pero si aceptar su pérdida.
Decidió en las vacaciones del caluroso verano de 1927, pasar unos días en un pueblo costero lejos de Venecia, el cual sabía que a la joven Julieta Dei Fiori le iba a gustar cuando fueran juntos; habían decidido en su noviazgo pasar la luna de miel en un futuro, en aquel encantador paraje.
Cuando llegó lo primero que hizo fue saludar a el mar y darse un baño, así  como pasear sin prisa por la orilla, pisando fuertemente la arena mojada de debajo de sus pies.
A lo lejos percató su mirada de águila feroz una figura de mujer ataviada con un traje ligero, aquella figura blanca parecía una burla de su imaginación, un espejismo loco, un ángel caído del cielo.
Estaba de espaldas, mirando el rojizo atardecer que le brindaba el precioso día estival.
La reconoció por su melena al viento del color del fuego peligroso.
Avanzó hacia ella corriendo, prometiéndose que nunca se separaría de ella, imaginando miles de proyectos juntos y jurando protegerla con su vida.
De pronto sus miradas desesperadas se encontraron. Estaba cambiada, quizás desmejorada, más flaca y pálida que de costumbre, pero no le importó.
No hacían falta palabras.
 El destino los había unido otra vez y tenían que recuperar el tiempo perdido.

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