11/3/12

Las tribulaciones del pequeño Lucas (Blanca)

Cuando llegaba a casa, todos los días, cansado de bullicio y la presión de profesores, deberes y compañeros que se reían de él, lo único que quería era abrazar a su madre cuando cruzaba el umbral de casa.

Aquella tarde se había escapado del colegio para dar un garbeo por los alrededores, lo habían expulsado de clase por no saber contestar a una pregunta y aparte sacar de quicio a la profesora, la cual tuvo que repetirle como seis veces el enunciado. Pero no lo sabía, y para hacer reír a todos sus compañeros, hizo un comentario jocoso. Estaban en clase de Lengua, 16:38h. Última hora de la tarde. Y como ya faltaba poco para que tocara la campana, se fugó del colegio, evitando la detección del conserje embobado en sus uñas, mediante métodos que solo los niños avispados conocen.

¿Hasta que lo recogiera su madre a la puerta del colegio, qué haría? Sin duda, cuando lo viera, le daría una buena reprimenda. Y luego, al llegar a casa y después de merendar, se pondrían a hacer los deberes. ¡Qué desdén! Acaso no entendía que no es que no quisiera hacerlo, es que no sabía! Le bailaban las letras y números al son de la conga. Y no lo podía remediar. De hecho, él empezaba a creer que era tonto de nacimiento, su única vía de escape era la rebeldía, el decir siempre ¡no quiero! En vez de ¡no puedo!, pues nadie le creería.

 - ¡Lucas! ¿Es que lo haces aposta? ¡Has hecho mal el ejercicio tres veces! Lo escribes al revés, esto no e un juego, hijo. Se me está acabando la paciencia, que tengo muchas cosas que hacer, hijo.

La madre estaba ayudándole desde hacía dos horas con los deberes y había llegado a un punto que creía de veras que el esfuerzo que vertía en su pequeño Lucas era en vano. El niño, también estaba cansado de estar sentado y pendiente de una hoja de papel y de la mirada inquisitiva de su madre, no quería defraudarla, pero sentía de veras que no sabía hacer aquello, todo le daba vuelta en su cabeza, los números y letras le bailaban. Lo único que quería hacer el pequeño Lucas era pintar y pintar y pintar, era lo único que lo consolaba.

Para el pequeño Lucas, pintar era la máxima expresión de sentimientos posible, a través de este arte te podía comunicar con el resto del universo. Pintaba en cuadernos, notas, libros, paredes.. Pintaba con lápices de colores, rotuladores, ceras e incluso acuarelas. Donde se le antojara, y a raíz de ello, recibió más de un par de veces unas buenas reprimendas, no solo por parte de su madre, sino también de su serio y siempre cansado padre.

Cuando le enviaron a un internado, porque al cabo de los mese Lucas no progresaba y aumentaban las quejas de tutores y profesores, él se sintió el niño más solo del mundo. El internado tenía la característica de que todos los docentes eran muy estrictos con sus alumnos, se valoraba por la nota que los niños sacaran y a veces decían las cosas de malas maneras, llegando incluso a ejercer una fuerza física injustificada.

La autoestima del pequeño Lucas, en esos momentos estaba por los suelos, apenas sin amigos, los profesores se habían cansado de tanto ayudarlo en vano, pues no mejoraba y el espíritu rebelde que lo caracterizaba de pequeño, se había convertido en un desdén preocupante por casi todo.

Pero se produjo un cambio cuando un nuevo profesor sustituto, llegó a clase. Era el nuevo profesor de pintura, la asignatura preferida de Lucas que incluso le había llegado también a desmotivar. Ahora ya no pintaba.

Este nuevo profesor era diferente: escuchaba las ansiedades y preocupaciones de sus alumnos, apenas gritaba y siempre tenía una sonrisa o una palabra de ánimo en la cara. Éste, se empezó a fijar en el pequeño Lucas, que era el único de la clase que no pintaba, apenas lo intentaba y comenzó a pedir opinión a otros profesores que también lo tenían de alumno; todos decían lo mismo: era vago, no se esforzaba e incluso creían que algunos fallos que cometía a menudo, los hacía aposta, por ejemplo siempre escribía la letra “d” al revés o el número “4”, por ejemplo, también al revés.

Revisó los cuadernos del pequeño Lucas. Todo estaba mal: castellano, matemáticas, ingles… muchas eran las letras y números que no escribía correctamente. La tinta del bolígrafo rojo era demasiado fuerte.

Y después de bastante tiempo observándolo y acercándose día a día cada vez más a él, le empezó a coger un cariño propio del de un padre a un hijo. Aquel niño era diferente. Así que pidió al director de la institución si podría pasar con el pequeño Lucas dos o tres horas a la semana para apoyarle en sus estudios, pues era de reconocer que su nivel académico estaba muy por debajo de la media, e incluso el nivel afectivo. El pequeño Lucas se había encerrado en sí mismo y pedía a gritos que lo ayudaran, pero hasta el momento, nadie lo había escuchado.

El nuevo profesor, descubriendo por fin qué era lo que le pasaba al pequeño Lucas sintió compasión y además se vio reflejado él mismo cuando era un niño de la edad de Lucas, pues él también sufría de lo mismo y nadie se había percatado: dislexia.

Comunicó a los padres del pequeño Lucas qué era en verdad lo que le pasaba y que tenía solución, solamente había que estar más atento y paciente con la pequeña discapacidad que tenía y en tres meses y gracias a la ayuda de su nuevo profesor al que se había convertido en un hermano mayor para él, progresó de manera exponencial su nivel académico. Esto conllevó a progresivamente que el pequeño Lucas tuviera más confianza en sí mismo.

Y un día volvió a pintar.
                                                BLANCA

3 comentarios:

  1. Muy bonito Blanca, muy tierno :)

    Yo también tuve dislexia, pero a base de cuadernos y mucho esfuerzo se paso :) lo que más temor me daban eran las matemáticas, y ahora mírame, todo el día entre números.

    Un relato muy tierno mujer, me ha gustado mucho la relación del profesor con Lucas y como fue el único que socorrió a su ayuda cuando gritaba desesperado callado.

    Buen trabajo :)

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    1. Me alegro que te guste! tuviste dislexia?¿ guau no lo sabia, mira por donde, miedo a las matemáticas y ahora en economía nada menos... parece ser que la dislexia es más común de lo que parece en verdad. Saqué la idea en verdad de ua película que vi.

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    2. Y creo que también puede ser hederitaria, pues mi madre también la tuvo y tiene un poco aún.

      ¿Que película?

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