1/11/11

Koala (Blanca)


Día 14-10-2010
<<Darcy limitóse a sonreír y todos permanecieron unos minutos en silencio. Elizabeth estaba como en ascuas, no fuese otra vez su madre en ponerse en evidencia. La señora Bennet rabiaba por hablar, pero no encontró nada que decir. Al rato, volvió a repetir sus efusivas frases de gratitud al señor Bingley por sus amabilidades por Jane y volvió a excusarse por las molestias que le ocasionaba con Lizzy. El señor Bingley se mostró sinceramente cortés en su respuesta y obligó con ello a su hermana a mostrarse igualmente cumplida, expresándose como la ocasión lo exigía. Aunque sin mucha voluntad, supo estar en su papel, y la señora Bennet se dio por satisfecha, pidiendo poco después su carruaje. Esta fue la señal para que sus hijas más pequeñas se hiciesen presentes. Durante toda la visita no habían hecho más que cuchichear entre ellas, afirmando las más joven que el señor Bingley había prometido, al llegar al campo, que daría un baile en Netherfiel.>>


Cerré el libro estrepitosamente al escuchar que el teléfono sonaba estridente y sin pausa, descontrolado, cada vez con mayor fuerza y que ninguna de mis compañeras de piso lo cogían.

Estoy casi segura de que mi madre es, pienso mientras descuelgo el teléfono.

- ¿Sí?

- Hola Tamara, ¿qué tal?. Pues no, no es mi madre.

-Rebeca son la ocho de la mañana...

- ¿Quieres ir a Koala esta noche?- haciendo caso omiso.

-Mmmmmm...- me quedo pensando, pero casi no me da tiempo a contestar cuando me dice:

- ¿Que estabas haciendo?

- Nada, leer un ratillo, estaba en la cama….

- ¿A estas horas?

- Sí, es que me he desvelado, así que esta noche prefiero dormir plácidamente en brazos de Morfeo que no que me soben cuatro estúpidos en una discoteca abarrotada.

- Venga Tamara, no seas aguafiestas, que es sábado sabadete y hay que salir: toca.

- ¿Y esa nueva ley?

- Bueno, ¿vas a venir o no? Que además es gratis…

Y después de tres o cuatro persuasiones más de mi compañera de clase Rebeca, acepto. Estoy algo enferma: me duele la garganta y un poco la cabeza pero en el fondo me apetece, aunque sea un poco, pero… me da pereza.

Llevo un mes en Salamanca, tierra querida. Estoy cursando mi tercer curso de licenciatura de Filología Hispánica.

Tengo mi vida en Madrid: soy de allí y de allí me dejo muchas cosas, sobretodo echo de menos las personas: mi familia, mis amigas…

Echo de menos las largas conversaciones nocturnas con mi madre cuando me desvelaba, mi habitación y todo lo que contiene dentro de ella, el cocido de mi abuela Petra, los paseos interminables por las calles madrileñas… Es curioso lo difícil que cuesta desacostumbrarse a lo bueno, a lo conocido, a lo internamente rutinario y familiar.

Pero como Madrid y Salamanca están muy cerca geográficamente, pues voy a menudo y tampoco es gran problema.

Pero creo que esta experiencia me hará crecer como persona, y madurar, además es una muy buena oportunidad que la universidad ofrece.

Alquilé la habitación de un piso cercano a la Universidad de Salamanca, preciosa por cierto: todo como retrógradamente antiguo.

Escogí voluntariamente mi carrera con respecto a mi devoción: la pasión por la literatura, desde que tengo uso de razón me gusta leer y también sobretodo que me leyeran, viajaba a otros mundos, a otras realidades solamente con mi mente.
Mis padres no me apoyaron cuando decidí esta preciosa carrera, si es bien cierto que las salidas profesionales son reducidas. Pero como a cabezota no me gana nadie, pues me salí con la mía.

Mi escritora más querida desde hace unos cuantos años es la indiscutible Jane Austen, le tengo una devoción como si fuera una virgencita adorada por una devota cristiana.

Me he leído todos sus libros como un par de veces. ¿Qué qué tiene? No sabría muy bien cómo definirlo…. Es su lenguaje, su vocabulario, su forma de describir la psicología oculta de cada personaje, como si los hubiera parido o conocido desde hace tiempo. La trama de sus novelas es bien casi siempre lo mismo, pero me gusta.

Es más aunque fuera por un instante me gustaría viajas a aquella época: a la Inglaterra victoriana del siglo XIX y ser como una simple y compleja observadora de pensamientos y sentimientos ajenos.

La demasía de tiempo libre en una tarde otoñal es tediosa, por eso cuando no sé que hacer muy bien para “matar” un poco el tiempo me bebo una copa de vino tinto mientras ojeo alguna revista o veo alguna película por enésima vez.

Bueno, son las ocho de la tarde, ya toca arreglarse  para la discoteca Koala. Al final vienen tres compañeras de clase, con las que voy más a menudo y he cogido confianza en este último mes en el que he asistido al comienzo del curso. Parece según me han comentado que Koala es la mejor discoteca del centro de Salamanca y desde el primer día de clase ya estaban diciendo de ir y hoy ha sido el día elegido.

Como no me gusta arreglarme en demasía, pues creo que yendo bien sencilla voy más cómoda y por lo tanto más guapa, no tardo mucho: unos vaqueros, zapatos, camisa blanca y eso si: pintados los labios, me encanta el toque carmín a mi cara algo pálida.                                   

Las mujeres entramos gratis (¿privilegio o estrategia de mercado?.. según por donde se mire). La sala principal es extensa: a la izquierda está la barra, a la derecha el guardarropa y al fondo los baños femenino y masculino.
La música no está mal: entre pachangeo, rumba y algunos remix de canciones conocidas del verano pasado que ya estoy más que harta de escuchar…
¡Si! ¡Harta! Porque la repetición insaciable de una canción, aunque sea buena es una aberración a su dignidad; vale que haya triunfado, pero hay otras canciones que creo yo también merecen ser escuchadas.

La decoración es, pues eso, nada especial, como muchas de las discotecas en las que he entrado.

Como tenemos una consumición gratis además Rebeca, Lucía, Paula y yo nos acercamos a la barra y cada una pide pues lo que más le apetece , claro. Posteriormente, hacemos una especie de “corro” y comenzamos a bailar a nuestro ritmo entre estridentes risas, haciéndonos fotos de caras amorfas como crías de doce años: ahora no es momento para hablar de cómo llevamos el libro que hay que leerse, bueno…. la cantidad de libros de cada asignatura (cinco específicamente) o de qué nos parece el nuevo profesor de sustitución o sobre la porquería de sillas que nos han asignado.. O sobre la cantidad de trabajos individuales y grupales.

No hay que agobiarse esta noche. Sólo de disfrutar de la juventud, de los años de facultad, de la posibilidad de estar unos meses fuera de casa paterna y no tener que dar explicaciones. De no depender más que nada de los padres.

Cada vez se va llenado más la gran sala de Koala y cuando ya estamos cansadas de bailar y los tacones han hecho su efecto en nuestros pies, yo les propongo sentarnos un rato en unos sillones aparentemente muy confortables, pero de repente ¡Oh! Parece ser que hemos captado la atención de cierto caballeros que empiezan a bailar detrás nuestra, así como ( lo sé como si tuviera un retrovisor innato)mirarnos vilmente el trasero. Parece que a mis compañeras no le importa lo más mínimo, es más parece que su intento de acercamiento les gusta: han captado su atención, se sienten bellas y su ego sube hasta las nubes.

No intercambian ninguna palabra ¡no!  Las tres como si estuvieran sincronizadas literalmente al cabo de un tiempo bailando como gogos e insinuándose, se giran y comienzan a bailar en su cara de una manera que a mi abuela le daría un ataque. Algunos pensarán que soy algo retrógrada en estas cosas, pero no me gusta este tipo de técnicas de seducción, por llamarlo de alguna forma.

¿Y ahora yo qué hago? Parece que algunas amigas como que se olvidan instantáneamente de con quién han venido y el anterior corro que habíamos formado dos horas antes se ha extinguido como el resplandor de una estrella fugaz.

Panorama: cada una a lo suyo. Y a mí se me acerca uno también con la misma técnica (pienso más que nada para que no esté sola, sintiendo algo de empatía hacia mí) pero cuando le voy a hablar la música impide que mi aguda y fina voz llegue hasta sus oídos y tampoco parece que el hombre en cuestión tenga ganas de hablar… Parece que tan solo de que baile para él, de que haga los mismo movimientos que mis compañeras de clase. Y como no me ve moverme mucho y mi cara de incomodidad debe de asustar. Me echa una mirada como diciendo: “chica, anda muévete un poco, ¿no ves a tu amigas? Viniendo aquí te hago un favor.. Que te he visto tan sola”. Un borracho más haciéndose pasar por el simpático de la noche. Adiós, anuncia mi cara. El susodicho se encoge de hombros y se va de caza, en busca de otras presas.

Bueno, allá ellas. Yo me voy a casa. Koala me ha defraudado, como casi todas las discotecas en las que he echado el pié. Sí, definitivamente no soy de estos lugares, lo siento por mis compañeras. Le escribo un sms a Rebeca y me dirijo a la salida. Abro la puerta principal y de repente entro en otra “dimensión”. Bueno, otra dimensión es mucho decir pero sí digamos estoy en otra época, eso salta la vista.

Me explico: la habitación en la que estoy en estos momentos parece extraída de una película de época, juzgaría que estoy en el siglo XIX, en un baile. De repente todo me recuerda a la escena de Orgullo y Prejuicio en la cual se producen el baile esperado donde los dos protagonistas se conocen y tan mala opinión se crean el uno del otro.

No es como antes… nada es como antes. Bueno, es natural, ¿no? Es otra época. Las mujeres usan vestidos largos, con guantes y joyas que adornan sus cuerpos, con grandes recogidos en el pelo; la mayoría van de blanco inmaculado. Por el contrario, los hombres visten elegantes trajes negros, que parecen que se los hayan comprado todos en la misma tienda, porque no hay diferencias entre unos y otros.

La sala está decorada al estilo de la época. Grandes cuadros, velas por doquier, paredes blanquísimas, gran chimenea y al fondo, los músicos que deleitan al público con sus notas musicales entre el violín y el piano.

No hay apenas ruido estridente y se puede hablar perfectamente y lo más importante: ser escuchado.

Hay grupos que conversan felices mientras el camarero va pasando ofreciendo con una bandeja copas con bebida. Y la mayoría de personas que se les ve sentadas son mujeres.

Parece que aquí, el ritual de seducción también es iniciada por el hombre, pero tienen bastantes diferencias, eso es notorio. Me fijo de pronto en una escena específica: un caballero acaba de parar a una dama que estaba caminando tan tranquila junto a su compañera y le dice.

- Señorita Jane, ¿me concedería el próximo baile?

La mujer se queda anonadada y tras una larga vacilación, acepta. Y tras las reglas que impone el baile (pasos acompasados, fluidos y lentos) toman el único contacto físico que se les está permitido a dos desconocidos: el roce de las manos.

Y de pronto, escucho tras de mi:

- Perdone, señorita, ¿me concedería el próximo baile?- Y como ahora al menos me han preguntado si me apetece o no me apetece bailar con el susodicho, al menos por pura cortesía, acepto encantada.

Será divertido adentrarme en el mundo Austen.
                                                                                  Blanca:)

2 comentarios:

  1. Esta historia me ha recordado a tú anterior historia del chico que viajaba en el tiempo desde la máquina de fotos. ¿Cómo ha viajado esta chica?. ¿Al salir simplemente de la sala?.

    No me imaginaba que Koala sería una discoteca (me gusta el nombre para un pub ^^) según tú visión, pero me gusta ver lo que cada una saca con un título.

    Muy cierto lo de los bailes, la "caza" en las discotecas, la música, la gente... prefiero irme de cervezas y reirme y charrar a gusto.

    Ya veremos que sale con tú título, que por cierto, me gusto mucho.

    Un beso :)

    Esther.

    ResponderEliminar
  2. Pues en el anterior relato el chico viajaba a través del fotomatón y se adentraba en la vida de otras personas y en ésta história, Tamara cuando sale de la discoteca se adentra en un lugar espacio-temporar dintinto que es diferente:)
    Un besoo
    Blanca

    ResponderEliminar