- ¿Empezamos? – me pregunta señalando la grabadora. Le
asiento.
- Mi nombre es Amelia. Nací en Barcelona hace 49 años. Llegué
a Ámsterdam a los 17 años. Me fugué de casa por amor. Un absurdo amor romántico
que lo único que hizo fue destrozarme la vida – me encojo y respiro – Empecé a
bailar a los tres años, en las mejores escuelas privadas. Primero danza
clásica, pasando por contemporánea y tribal. Siempre fui muy buena en las
danzas tradicionales, los ritmos latinos… el baile me daba libertad,
tranquilidad, calma y equilibrio en mi vida. A los 16 años me enamoré de mi
profesor de tango, Richard. Él tenía 40 años, una familia, una bonita casa, un
deportivo grande de color gris y un baboso perro muy peludo y de extrañas
orejas. Y como no, una crisis de edad y un poder de seducción muy fuerte, eso
no lo pude ver hasta que paso algo de tiempo. Estuvimos saliendo en secreto
durante meses, meses en los que me prometía que iba a dejar a su mujer, que me
dijo que yo lo era todo para él, meses de escapadas de fin de semana a su
cabaña en las montañas, de sexo desenfrenado y pasional, de regalos, juegos… Y
finalmente lo hizo, lo dejó todo por mí, y a mí me encantó, demostrándome así
lo mucho que me amaba y lo importante que era yo para él. Así que de un día
para otro nos fuimos, a esta ciudad, que después de tantos años se me antoja
fría, cruda y desoladora. Richard me prometió que iba a conseguir que yo fuera
una bailarina de alto nivel y así fue, durante los dos primeros años en
Ámsterdam bailé en teatros, musicales, salas de gran importancia, además de
participar en múltiples competiciones, llenándome de oros. Fueron dos años en
los que me sentía pletórica, yo, una mujer joven, guapa, con amor… - bebo agua
y prosigo. El joven que tengo delante de mí me mira con sorprendente admiración
- La relación con mis padres era fría y distante, no vinieron a verme nunca… ellos
que siempre me habían apoyado, me dieron la espalda cuando me marche, pues
según ellos, yo les había traicionado con mi comportamiento. Nunca vieron con
buenos ojos a Richard, decían que se iba a aprovechar de mí… yo ante eso, hice
oídos sordos y no me importó lo que pensaran ellos o el resto, yo tenía a
Richard a mi lado, y para mí era lo más importante, la persona que daba sentido
a mi vida. Era feliz, y me sentía verdaderamente viva. Mi vida iba rápida, pero
me gustaba. Fueron dos años perfectos, de fiestas, competiciones, bailes, gente
nueva, viajes y amor… y entonces todo se volvió negro. Tras una fiesta en casa
de un productor de cine, Richard y yo discutimos como nunca. Lo había visto
coquetear con una joven competidora, de unos 16 años. Él tonteaba con ella y
ella le seguía la corriente, sin ningún descaro. Yo me enfadé tanto, que fui
delante de ambos y golpee a la chica con una copa en la cara. Un velo de sangre
cubrió su cara. Su piel blanquecina estaba llena de pequeños cristales que
rajaban sus finas mejillas. Richard me cogió del brazo y me saco a rastras del
la sala, mientras escuchábamos el llanto agudo de la chica y las voces que me
condenaban al destierro de la danza en esta ciudad. Subimos en el coche y nos
quedamos en silencio. Yo le empecé a decir que por que me estaba haciendo eso,
esa actuación tan cruel por su parte. Él se mantuvo en silencio. Yo rompí a
llorar, celosa. Le dije que no soportaba que tuviera esa actitud con otras
chicas, que no era la primera vez que me lo hacía. ¿Es que ya no me quería? ¿Ya
no era lo suficientemente joven para él? Me acercaba a los 20 años con rapidez
y siempre le sorprendía mirando a niñas de 15 años con lascivia. Grite furiosa
y él me golpeo la cara. Y entonces, un coche furioso, que violaba el asfalto
con sus ruedas rápidas, nos arrollo, lanzándonos por los aires. Al despertar vi
que Richard ya estaba fuera del coche. Yo no podía moverme, estaba
completamente bañada en sangre y me dolía todo. “No te preocupes cariño, todo
va a salir bien” me dijo. Luego me quedé inconsciente, y lo siguiente que
recuerdo fue que estaba en el hospital, y cuando desperté Richard ya no estaba,
y nunca más volvió – sollozo confusa. Han pasado 29 años desde ese momento. He
tenido múltiples amantes, he pasado mil lecciones más en mi vida. He hecho
cosas de las que me arrepiento y muchas más de las que no. Pero Richard me
sigue pesando como el error más grande de mi vida. El chico me mira tranquilo,
analiza mis ojos con dulce ternura. Me recuerda a mi padre cuando era joven.
Gafas oscuras, pelo castaño, nariz grande y aguileña, muchas pecas en el rostro
y una expresión de paz envolviendo ese rostro tan bonito - Cuando volví sus cosas ya no estaban, todo se
había desvanecido. Como una perfecta pompa de jabón que yo siempre había
intentado mantener, pero que en el fondo había sido imposible desde el
principio. Y entonces me di cuenta de lo sola que realmente estaba. Había
construido mi vida en él, mi realización personal, laboral… todo. Todo lo había
sido él, y sin él me encontraba sola, perdida. Pase días llorando en casa,
lamentándome de haber abandonado mi vida en Barcelona, de mi inexistente
relación con mis padres, no tenía ni siquiera una verdadera amiga… me sentía
superficial, vacía y sin ningún camino por delante. Fue un periodo difícil, y
sin la ayuda de nadie, me costó mucho más salir de mis miserias… lo único que
hacía era alimentar el llanto que me acompañaba noche y día, la rabia que hacía
hervir mi sangre y la tristeza que me dejaba destrozada. Pero un día me levante
de la cama, y decidí que ya era hora de volver a la carga, de subir a los
escenarios, de volver a sentir la paz que me otorgaba la danza. Mi sorpresa,
que no era tan sorpresa, fue que después del incidente de la joven a la que le
estampé un vaso en la cara, nadie quería contratarme, “conducta inapropiada” me
decían, pero yo sabía, que además de por mi acción, Richard había metido baza
de por medio… él y sus múltiples contactos, cerdo inmundo… hizo lo que fuera
para que nadie volviera a darme una oportunidad en esta ciudad, y así empecé a
quedarme sin dinero. Deje de pagar el alquiler, las facturas del agua, el gas…
y me sumí en una depresión peor que la anterior… Caí enferma, me echaron del
piso, y lo peor para mí, la soledad que sentía. Pensé en marcharme, en
abandonar, pero no quería ser derrotada por la ciudad que me había acogido con
los brazos bien abiertos a mi llegada y que me rechazaba en ese momento como si
fuera una apestosa. Así que me dediqué a bailar en sus calles, a fusionarme con
la calzada, a ser parte más del mobiliario urbano, y pronto me gané el
sobrenombre de la bailarina de la avenida roja, y desde ese día, hasta ahora
bailo en las calles de la ciudad, y vivo itinerante de lugar en lugar, pero no quiero
abandonar esta ciudad, pues aunque se me prohibieron los escenarios durante
años, nadie pudo hacer nada con respecto a las calles, y de verdad, jamás me he
sentido más libre que bailando en los bulevares, los callejones, los paseos,
los puentes, las travesías, las vías, los pasadizos… las arterías que
constriñen y forman esta decadente ciudad.
- Vaya – me dice el joven con asombro.
- ¿Por qué hace esto? No gana nada de nada con ello – le pregunto mientras me levanto del frío suelo.
- No todo es ganar dinero – me dice sonriendo apagando la grabadora – Usted me entiende.
- Claro… ¿pero de que le sirve todo lo que le he contado?
- Colecciono historias, recojo vidas, agrupo todas esas palabras que crean vida. Su vida, mi vida… todo es hermoso. No quiero que historias como la suya se pierdan, y al menos ha podido narrar todo esto a un joven curioso que quería conocer los verdaderos orígenes de la maravillosa bailarina de la avenida roja – me dice sonriendo.
- ¿Se queda al show? – le pregunto. Me siento ligera, aliviada de una carga de años. Siento que le he pasado toda mi rabia a esa vieja grabadora.
- No me lo perdería por nada del mundo – me dice extendiéndome sus manos y deslizando sus dedos por debajo de mi blusa, como si siempre lo hubiera sabido, acaricia mis viejas cicatrices en las muñecas con mimo.
Y entonces volamos.
(Esther)
hola esther!!! y eso que lo cambiaste mil veces?¿¡
ResponderEliminarle has dado un toque especial al relato yo creo, la historia es sin duda, enternecedora. pero un apunte, el narrador es en primera persona, pero hay un momento del relato e el que se mezclan los narradores y parece que sea la narradora la bailarina, por ejemplo aqui;
"- Vaya – me dice el joven con asombro.
- ¿Por qué hace esto? No gana nada de nada con ello – le pregunto mientras me levanto del frío suelo."
lo de que no aparezcan los nombres de los protagonistas, le da un toque anónimo y chulo al asuntillo...
" Primero danza clásica, pasando por contemporánea y tribal." jijijijijij siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii tribal tribal! yupiii :P :P
no es broma pero personalmente, me gustaría ser a veces una bailarina ambulante como la protagonista :D
Blanca
La bailarina es la narradora de la historia todo el rato, ella empieza a contar su historia desde el principio, y cuando mantienen la conversación final es ella la que lo está narrando también.
EliminarMe alegra que te gustara el mezcolte de bailes de la muchacha :)
Hola esposa!
ResponderEliminarMuy bonito en verdad!!
Durante bastante tiempo me van a caer mal todos y todas los que se cambien de ciudad por amor jajaja! Y como esta muchacha se lia con un pervert mayor que ella pues mee cae peor de lo normal xD
Pero es reconfortante ver que consigue sobreponerse y que hace su camino a pesar de las dificultades y de las consecuencias que sigue pagando incluso mucho tiempo despues de que esa relacion sea pasto de los gusanos... Y hay algo muy tierno en que el jovenzuelo este sea un coleccionador de historias y que la grabadora funcione como un pensadero =) (sorry, solo para harry poterrs fans :P)
Curiosamente? lo de "avenida roja" a mi me hacia pensar en el barrio rojo de Amsterdam, y por eso hice una prostituta de la viejecilla de mi cuento ^^
Rosa
Yo también pensé 1ero en el barrio rojo de Amsterdam, por eso ella se iba a Amsterdam... y pensé también en que tuviera, en algún momento de su vida, ejercer la prostitución, finalmente elimine esa idea de mi cabeza y la hice solo bailarina... que tras muchos esfuerzos se sintió libre y feliz... pues las heridas más grandes, cuesta eliminarlas, pero no te paralizan para seguir viviendo y consiguiendo cosas bellas en tu vida que finalmente te hagan renacer.
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