9/4/14

La bailarina de la avenida roja (Rosæ)



Salto de la cama en cuanto el primer rayo de sol me araña la cara. Me visto, cojo el poema; bajo las escaleras de puntillas, sin hacer ni un ruido, intentando asegurarme cuanto antes de que nadie está desayunando en la cocina. Tengo el corazón en la boca y tiemblo de pies a cabeza. Entro en el comedor para coger la urna, que está encima del televisor (¿no es un sitio horrible para las cenizas de un muerto?) y la meto en mi mochila. La bici me espera fuera. Cierro la puerta con cuidado, monto mi montura y pedaleo con rabia. Me espolea el miedo a que alguien me descubra e intente detenerme. Veo en las caras de las personas con las que me cruzo que éste es un día normal para ellas, que nada excepcional ha ocurrido que les arruine la comodidad o la rutina. De alguna manera siento que eso me molesta mucho, pero al mismo tiempo me da una sensación de importancia, como si tuviera conexión íntima con un algo especial y superior que los demás no tienen, una suerte de comprender. Van a morir. ¿Piensan en ello; lo saben? Hay algo muy extraño en la idea de que alguien compre el pan hoy y pueda ser almuerzo para gusanos al día siguiente. Algo como yo que está vivo y que piensa y puede moverse me parece tres veces mágico. La muerte termina con esa magia que me resulta inexplicable y así, las dos, la muerte y la magia, me resultan inexplicables. Uno se acostumbra tanto a estar vivo que la muerte parece un gran incordio sin sentido ni realidad, fuente amarga de incomprensión y sufrimiento. A mis diecisiete años, tengo la sensación de que aquí se cierra mi infancia y empieza mi vida de persona adulta independiente y responsable de sus actos, porque esto me parece la primera cosa que hago en mi vida que realmente me importa, la primera cosa que quiero que se haga así, y no de otra manera, y por la que asumo las incómodas consecuencias del después. Esa idea me da fuerzas y pedaleo con más energía, rumbo a la carretera que lleva al mar, hacia el acantilado.

Encontré el poema plegado, dentro de un sobre amarillo, en una edición viejísima de Crimen y Castigo, mientras mi hermano y yo buscábamos tesoros en el sótano. Mi primera impresión fue que se trataba de una carta extremadamente larga, pero tras leer algunas líneas al azar me di cuenta de que el texto tenía algo de la sonoridad y el ritmo que caracteriza en general a la poesía, y desde entonces le doy el tratamiento de ‘poema’ para mis adentros. Seguramente, pensé, sin embargo, lo habrá escrito algún miembro de la familia, y si de verdad se trata de un poema no creo que sea muy bueno. Esa noche empecé a leerlo, con relativa curiosidad. Se titulaba “Valentina, la bailarina de la avenida roja”. Los oscuros versos me parecieron hostiles como caminar de noche entre las zarzas, pero fui abriéndome camino a través de ellos hasta comprender que contaba la historia de una joven en una ciudad extranjera, y que bailarina era un eufemismo para prostituta. Numerosos detalles terminaron por abrirme los ojos ante algo que nunca diré en voz alta: que la joven prostituta era mi abuela. Me pregunto si mi abuelo lo sabía cuando se casó con ella. Creo ser la única persona del mundo que tiene la llave de este negro secreto, y la única llave es este poema que va a ser destruido hoy.

Lo he leído muchas veces y me parece que el texto es cerrado como una ostra y que me desafía. Trasmite imágenes relativamente claras de algunas escenas, eso es lo único digno de agradecer. Los saltos cronológicos se dan continuamente, como sin permiso, y me parecen una burla al confundido lector yo. Las circunstancias por las que en el poema la joven Valentina acaba ejerciendo la prostitución no me parecen claras, se ocultan detrás de versos resentidos y maldiciones varias, pero la combinación de unas palabras y otras contribuyen a la idea de que ella no es culpable, de que todo confabuló en su contra. Aparte de eso, no puedo sacar más conclusiones. Ni siquiera podría decir quién lo ha escrito, ni si lo ha escrito la misma persona en diferentes momentos de su vida o varias personas en el lapso de una semana. A veces parece escrito con ternura y amor de amante, a veces con empatía de amigo, a veces con reproches de madre mala, a veces con la crueldad con la que uno se trata a sí mismo. Los párrafos cambian de color demasiado caprichosamente. Podría ser ficción y que mi abuela no haya sido puta nunca, pero no lo creo. Creo que todo lo que cuenta es cierto, que todo ocurrió en sus huesos años atrás. Las razones por las que lo ha guardado también se me escapan, pues podría haber terminado en las manos equivocadas, gritando algo que no creo que ella quisiera oír en boca de nadie. Veo…, que quizás fue simplemente un descuido de años atrás…, quizás lo tenía en la mano cuando alguien llamó a su puerta, y sólo quería esconderlo de esa persona por unos minutos pero permaneció escondido el resto de su vida. No importa. Fue después de leer el poema cuando decidí que no podía enfrentarla, que mi enfado o mi indignación eran demasiado grandes y que siempre había creído que la quería pero que quizás no la quería tanto. Entonces empecé a poner excusas para no ir a visitarla a la residencia de ancianos, y ahora sólo me queda lamentar haber decidido demasiado tarde que no tengo derecho a juzgarla.

Es un día ambiguo, burlón y tranquilo, gris y amarillo, con duchas alternativas de lluvia y sol a las que aún no he logrado acostumbrarme. Abandono la bici después de dos horas de viaje y continúo caminando ceremoniosamente hasta el borde del precipicio, con la urna en las manos. No importa que no sea un día especial para el resto del mundo, es un día especial para mi abuela y para mí. Me sobrecoge la emoción, me conmueve nuestra intimidad. No sé si tiene sentido hacer por un muerto lo que uno cree que le gustaría que se hiciese en caso de poder opinar, pero sé que yo quiero ser la figura sin nombre de la que hablan los párrafos finales, que quiero decirle a esa voz de las alturas que su voluntad se hace a través de mí y que la quiero bien, como el poema dice. Porque es el final del poema lo que me ha llevado a la creación de este día. Los versos hablan como desde arriba de lo que pasa después de la muerte de la protagonista, que ya es anciana, ha sufrido un derrame cerebral y hace tiempo que no puede valerse por sí misma, por lo que los hijos la han llevado a un centro especializado para que la cuiden inmaculados profesionales en el cuidado de ancianos. Ella muere un día por la mañana después de una noche de sueños rarísimos. Su enfermera favorita lo descubre cuando va a poner nuevas flores amarillas en su mesita de noche. A pesar de que el testamento es claro (ella quiere que la incineren y que tiren lo poco que queda de ella en el mar, clásica, romántica, sencillamente) la familia tiene un encendido debate sobre si enterrarla junto a su marido o incinerarla. Deciden incinerarla, pero nada de darle mar. Llevarán sus cenizas al cementerio y las esparcirán sobre la tumba del marido. Desde arriba, la voz del poema se lamenta con cadencia trágica de que, una vez más, su voluntad no prevalezca, de que se le haga injusticia incluso después de muerta, de que quieran convertirla en una manta cenicienta para cubrir a otro muerto, cuando ella sólo pide fundirse con las aguas del mundo. Pero aparece hablándole en la noche una figura nueva e inocente que siempre la quiso bien y que comprende su debilidad por el mar. Esta figura la rescatará durante el día amarillo que sigue al día de la incineración, robará sus restos a espaldas de sus padres y la llevará en bici hasta un acantilado desde donde le dará alas para unir su memoria a la del océano. Lanzo las cenizas al aire, que forman un arcoíris plateado antes de desintegrarse para siempre ante mis ojos bajando en ansiosos remolinos hasta el agua. Sonrío en paz. Después elijo otro final para el poema. Hago siete aviones de papel con las siete páginas en las que fue escrito, y luego los hago volar hacia el sol, que sale de detrás de una nube desperezándose majestuosamente y me acaricia la cara como sonriendo. Yo suspiro, agradezco su calor.

3 comentarios:

  1. me ha gustado la relación con el título; el hecho del misterio, y del giro que le has dado a la bailarina,como una prostituta en vez de bailarina como tal, una historia de amor en verdad de nieta a abuela :D
    en relación a lo del primer párrafo, lo de la muerte no sabía por qué era, pero has dejado un tiempo para que el lector/a relacionara que la bailarina de la avenida roja en verdad estaba muerta y que cobraba vida, voz y ciertamente se hacía justicia mediante su nieta.
    luego escribo mas que me tengo que ir sorry :P blanca

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  2. Que tierno esposa, se me ha puesto la piel de gallina.

    Me has dejado sin palabras. Me ha parecido maravilloso. Conciso, claro y sencillo. Lleno de poesía, de una forma u otra, y con una mezcla de sentimientos por parte de la nieta (primero siempre quiso a su abuela, al enterarse de que había sido prostituta la decepción, el enfado... y tras su muerte, la culpa, la tristeza) reales, que se convierten en un camino durante todo el relato.

    pd. ¿por qué siempre todo el mundo quieren lanzar sus cenizas al mar, en altos acantilados? Supongo que es mejor que en la ciudad, queda más romántico... pero es la representación más básica de lanzamiento de cenizas, debemos de pensar en otras.
    pdd. tienes razón, siempre las cenizas sobre un televisor... supongo que la idea es que estén en el comedor, a la vista de todos, y dada que la figura principal del comedor es la tv, pues imagínate...

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  3. Hola chicas,
    despues de tres siglos de ausencia vuelvo al blog pa ponerme al dia con los comentarios jeje.

    Me alegro de que os haya gustado. Ha sido mas corto de lo habitual, y como veis no me daba para mas que unas tres horas de la vida de alguien -y como la otra protagonista esta muerta, no puedo acceder a sus pensamientos, asi que en realidad todo son elucubraciones del/a nietx (nunca especifique el sexo de/a nietx, queria ver que deduciais JEJE).
    En cuanto a lo de las cenizas, no se sobre todo el mundo, pero si, parece que es bastante tipico, y creo que veo por que: mar = naturaleza, inmensidad, hermosura. Por eso he puesto "que tiren lo poco que queda de ella en el mar, clásica, romántica, sencillamente", porque es tipico, pero funciona.

    pd. Para que que tirar las cenizas de un muerto a ninguna parte de todas formas, si igualmente el viento se las va a llevar a otra parte? xD

    Rosa

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