27/2/14

Edición especial de Navidad (Rosa)



Después de anunciar al patrocinador Servo 6000, “el amigo que lo hace todo”, comenzó la segunda parte del programa de más éxito de toda Nueva Finlandia, el Estado más joven de los EE. UU. La familia Myers abandonó los platos vacíos en la mesa del comedor y se acomodó en los sillones de agua tibia con un gran bol de palomitas entre las piernas. En la calle, la nieve seguía amontonándose por las esquinas como grandes montañas de azúcar muy frío; en el interior de la casa, la temperatura no bajaba de los treinta grados, y la atmosfera festiva que de por sí traía consigo la Navidad resultaba definitivamente inmejorable gracias a las dos horas que ofrecía el programa más entretenido de la televisión, Public Justice, edición especial de Navidad, que no sólo entretiene sino que le hace un gran servicio a la sociedad, apareció en letras enormes en la pantalla; la pantalla cubría toda la pared y regalaba la sensación de ser parte del público. Una gran ovación ensordeció a los tres miembros de la familia, que se sonrieron los unos a los otros. Damas y caballeros, ha llegado el momento que todos estábamos esperando, la gran final de nuestro especial de Navidad, gritó el presentador, un tipo con gomina por cabellos y sonrisa blanca como un destello. Comprobaremos el resultado de las votaciones de nuestro público, y acataremos la sentencia de los ciudadanos de Nueva Finlandia, proclamó con voz potente, alzando las manos. Una nueva ola de aplausos hizo temblar el suelo bajo sus pies, y el presentador sonrió más, si cabe. He oído que los imputados podrían ser inocentes, y que los tipos del programa podrían inventar las historias de sus crímenes solamente en pro del espectáculo, comentó la hija, mientras mandaba por mensaje un corazoncito oloroso a su novio, con el que se había peleado el día anterior y que acababa de pedirle perdón. Se equivocan, replicó la madre sin apartar los ojos de la pared-pantalla, son culpables, las pruebas se enseñan al principio del programa, se sabe que se trata de gentuza que nadie querría a su alrededor. Malas personas, terminó de explicar el padre, negando con la cabeza. Espero que ninguno sobreviva, exclamó enseguida, y la voz le tembló un poco. La hija se limitó a bostezar y a apoyar las botas en la mesita del té, cuya superficie cambiaba de color dependiendo de la temperatura de la casa.
Se trataba de dos hombres y dos mujeres que habían secuestrado a un influyente empresario y lo habían mantenido a pan y agua en el sótano de una casa abandonada en medio del campo. Habían pedido un rescate, pero la policía los había encontrado antes y los había metido en los calabozos de Public Justice, que estaban llenos de criminales a la espera de ser juzgados por los ciudadanos del país. Normalmente, el programa se centraba en dos criminales, se contaban sus respectivas historias, se dejaba que el público eligiera a un favorito, y tras una serie de pruebas de calibre menor que no obstante destrozaban física y moralmente a los reos, los enfrentaban al grito de vive o muere. El ganador aparecía en la siguiente edición del programa, en el que se encontraba con un nuevo criminal, con una nueva historia y nuevas y originales pruebas que superar antes del enfrentamiento final. El perdedor siempre moría, por unas u otras causas. Pero ésta era la edición especial de Navidad, de modo que era un poco diferente. Cuatro criminales, cuatro secuestradores sin escrúpulos (el empresario-víctima se encontraba entre el público que reclamaba justicia con los puños cerrados) lucharían por su vida o morirían sin remedio. Así lo habían anunciado durante semanas, y el caso, popularmente conocido como “caso O’Reilly” se había hecho particularmente famoso. Una de las mujeres había muerto ya en una de las pruebas hacia el final de la primera parte del programa, en un gran cilindro que habían llenado de agua por arriba, que habían cerrado, y del que no había logrado salir. El cadáver desnudo todavía flotaba dentro del cilindro ahogado, como de rodillas, clavando en el público una mirada hueca a través del cristal. Siempre retiraban a los muertos al final. Quedaban tres supervivientes, pues, que presentaban heridas y magulladuras por todo el cuerpo, y estaban encerrados en una gran jaula que parodiaba el hogar de una familia. La televisión mostraba ahora a los tres imputados, desnudos, mientras se hacía repaso de sus culpas y el presentador leía sus sentencias en voz alta, y las votaciones de lo que el público deseaba para ellos (esto es, los diferentes tipos de pruebas mortales que se ofrecían para hoy). Las palomitas estaban a punto de acabarse. Al cabo, el ayudante del presentador, conocido como “el verdugo”, explicó en qué consistiría la siguiente parte del programa, que se acercaba al fin, y procedió. El público se había decantado por un final sencillo pero eficaz. Los supervivientes lucharían cuerpo a cuerpo, ganando puntos por debilitar a sus contrincantes, con las armas que pudieran encontrar. Procedieron a esconderse diferentes tipos de armas por toda la “casa”, que ellos deberían encontrar cuanto antes para ganar ventaja. El reloj de arena roja empezó a correr y los concursantes se lanzaron como leones en busca de algo con lo que defenderse. Al poco rato, la mujer había encontrado un martillo, pero se encerró en una de las habitaciones (el público la abucheó), y uno de los hombres había encontrado un cuchillo y perseguía al otro, que huía despavorido de una habitación a otra como una rata en apuros. El público reía ruidosamente. Quince minutos después, uno de los hombres se desangraba en una alfombra y el otro, malherido y dando tumbos, buscaba a la mujer por el resto de la casa. Mientras, el presentador comentaba la situación con el verdugo. El concursante armado con el cuchillo daba patadas y puñetazos en la puerta de la habitación donde se encontraba su antaño compañera criminal; la mujer había colocado una estantería contra la puerta, pero ésta empezaba a ceder y ella aullaba como un cerdo que sabe que le ha llegado la hora. El martillo colgaba inútil de su mano, y con la otra había cogido un pisapapeles de mármol que lanzó a la cabeza del otro en cuanto éste asomó medio cuerpo por la puerta, con tan buena suerte, que el pisapapeles asesino le abrió al hombre una brecha en la frente, empezó a brotar la sangre y, herido y cegado por su propia sangre, se encogió sobre sí mismo y trastabilló. El público gritó, muchos saltaron de sus asientos. La mujer aprovechó ese segundo de indefensión de su compañero para asestar uno, dos, tres golpes con el martillo en la cabeza enemiga, que se derrumbó al fin. Ella saltó chillando sobre él, cogiendo el martillo con las dos manos, sin dejar de golpear un cráneo que empezaba a convertirse en poco más que una masa roja. Se hizo el silencio entre el público. Se anunció por megafonía el final del programa y se vio al fondo como los de la limpieza salían con un carro de metal en busca de los cadáveres. Ella soltó el martillo y se quedó sonriendo de pie con la mirada perdida. El verdugo entró a por ella y la sacó de la mano, llevándola ante el presentador de sonrisa perenne. La superviviente también sonreía. Había perdido la mitad de los dientes en una de las pruebas, donde había tenido que abrir la boca en un escalón y dejarse pisar por el resto, y mostraba una boca mellada y roja, y una cara llena de sangre propia y ajena: el público la abucheó. Ha sobrevivido por casualidad, no por mérito propio, se quejó el padre. Es una inútil, completó la madre. La hija no dijo nada, respondió con otro corazoncito oloroso al novio que le escribía mensajes color pastel. En la gran pantalla, la cámara volaba hacia la concursante para hacer un primer plano de su cara. La sonrisa se había convertido en una mueca extraña y miraba a todos lados cegada por la luz del foco blanco que la acusaba. El presentador sonriente animaba al público a expresar sus deseos de justicia y el público aullaba y apuntaba con el pulgar hacia abajo. El verdugo se acercó a una señal del presentador, se sacó un revólver del bolsillo y le metió un sonoro tiro en la nuca antes de que ella se diese cuenta de lo que iba a ocurrir. El cuerpo sin vida se desplomó en el suelo como a cámara lenta y el público se levantó a un tiempo, silbando, aplaudiendo. La familia Myers aplaudió a su vez. La cara del presentador ocupaba toda la pared-pantalla y ofrecía a todo el país la mejor de sus sonrisas.

5 comentarios:

  1. Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh ¡no me lo puedo creer!

    Esposa, gran historia... pero aún me duele las visiones que tenía en mente. La cosa es que no me ha parecido tan descabellado, pues no he podido parar de pensar en los gladiadores, en los boxeadores en el ring, los pobres toros... cuanta violencia joder.

    Gran historia... y quiero creer que todo ello se narraba en un país inventado, pues eso podría ser un programa de éxito mundial... basado en algún guión de Saw para las torturas varias.

    Te quiero esposa :)

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  2. A mi tambien me molesta que sea verosimil :P La cosa me vino por el narrador este objetivista megacani, pensaba en que no tenia que hablar de sentimientos y tal y solo podia pensar en algo frio e impersonal. Y luego supongo que pense: y que hay mas frio e impersonal que la puta tele? y una cosa llevo a la otra nomas :D

    El otro dia estuve escuchando la banda sonora de Gladiator. Todo influye xDDD

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  3. Buah :P el relato más sangriento que he leído de tí jajajja
    creo que has dado al clave con lo del narrado abjetivista, apenas he leído cosas de sentimiento y he podido relacionar los hechos con los posibles pensamiento o sentimientos de las personas . lo del país inventado era la situación esa de la tele no?¿ en verdad la trama me mola, como un juicio, si como gladiator jajajajjaja, donde los jueces sea la población,
    lo que no he entendido era lo de los mensajes olorosos jajajjajaj
    crudo pero intenso y además acercándote al narrador que propuse ;) muakk
    Blanca

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  4. JAJAJA, Blanche, lo de los mensajitos olorosos, yo tampoco lo entiendo. Es que como los telefonos moviles "mejoran" a pasos agigantados, pues seguramente un dia podremos mandarnos olores por mensaje xDDDDDDDDDD

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