4/12/13

Nube de Algodón (Rosa)



Un disparo rompió el perfecto silencio nocturno dejando un eco de cristales rotos y llenando la cabeza del joven Raoul de pesadillas incomprensibles. Sólo su perro pudo acudir al ladrido mortal del rifle del abuelo Lestrange, porque Raoul tenía de nacimiento el defecto de no poder oír ni hablar; por eso, y otras razones suyas, Oliver lo llamaba a la cara monstruito. Aunque Raoul nunca pudo escucharlo, se sabía de sobra despreciado y eso bastaba para hacer de él un ser desconfiado y retraído. Oliver era grande y fuerte y le parecía todopoderoso. Tras el disparo de esa noche el animal se despertó y, agitado como si comprendiera, abandonó la cama de su inocente amigo un segundo después de que Agatha cayera al suelo con un agujero de sangre en la cabeza. El perro llegó hasta el crimen con estudiada lentitud y se sentó al lado del cadáver, observando al asesino como con calma o resignación. Oliver se sintió juzgado, le cayeron por la frente frías lágrimas de sudor, la serpiente del pánico se le enroscó en la garganta, tragó saliva. Un fuego moribundo crepitaba todavía en la negra chimenea. El sonido del fuego en agonía le pareció a Oliver la risita ahogada de ese perro lobo del demonio de nombre ridículo y blando como el azúcar que ahora lo miraba con una fijeza sospechosa, casi inteligente. Durante largo rato contempló al perro con el desafío que hubiera exhibido ante un juez. Levantó el arma con cuidado y apuntó al animal, pero en el último segundo le pareció absurdo aniquilar a un testigo que vivía a cuatro patas y que ni siquiera sabía ladrar para pedir alimento. Sintiéndose de repente demasiado agotado como para continuar de pie, se dejó caer en una vieja silla, sin soltar el arma, y se terminó la botella de whisky antes de juntar el coraje suficiente para coger la pala y salir afuera a cavar un hoyo.

Por la mañana, Raoul se levantó y se vistió. Al buscar sus zapatos debajo de la cama, divisó una extraña cajita de madera que no reconoció como suya. Lo único que se le ocurrió fue que debía de ser de Agatha y que por alguna razón que desconocía la había dejado temporalmente debajo de su cama. Quizás era un regalo. Intrigado como estaba, se decidió a abrirla; eran hierbas, las olió. Desconcertado, tuvo la impresión de que eran tóxicas. La puso con cuidado debajo de su almohada. Interrogaría a Agatha en cuanto la viera. Cuando fue a la cocina, todo estaba limpio y ordenado y no sospechó nada. Algodón iba con él pero enseguida salió de la casa sin siquiera mirarlo. El chico desayunó pan, leche y un poco de queso, a solas en un rincón, contento de no encontrarse con Oliver y pensando que Agatha habría salido con el sol y que volvería antes del atardecer, como hacía a veces. El pueblo más cercano estaba a diez millas de su casita de madera, atravesando un bosque coqueto recién vestido de otoño, alfombrado de hojas naranjas y ramitas secas, donde ciervos y ardillas vivían tranquilos como reyes y reinas de un palacio natural que nadie se atrevía a disputarles. Raoul no solía acompañarla porque las otras personas le intimidaban y le daba mucha vergüenza que pensaran que él era una cosa rara. No era del todo tonto, y sabía que no sabía muchas cosas, y más allá de la humilde morada de sus abuelos el mundo era algo vasto y peligroso con lo que no quería lidiar. Este pobre chiquillo era bastante guapo, pero él no hubiera entendido esa palabra, nunca se había mirado al espejo y Oliver lo trataba con tanta rudeza y falta de consideración que se sentía como un error de la naturaleza a pesar del amor que veía en los ojos de agua salada de su devota hermana.

Volaron las horas como cuervos en desbandada y al tercer día de Agatha ausente Raoul sólo tenía ganas de gritar llorar y salir corriendo. Oliver no parecía alarmado y Algodón había empezado a pasar los días fuera y a dormir junto a la chimenea como si tuviera mucho en que pensar. A esas alturas, Raoul estaba seguro de que a Agatha le había ocurrido algo, pero saltar a la conclusión de que Oliver la había matado era demasiado para su huérfana imaginación, aunque pensara en Oliver como en un monstruo que desde la muerte del abuelo ni siquiera se molestaba ya en sacar del armario el raído disfraz de la hipocresía. Raoul adoraba a Agatha como se adora a los dioses. Ella era la única en el mundo con la que podía comunicarse, porque habían creado juntos un código especial para su problema. Gracias a la paciencia de Agatha, podía reducir sensiblemente el crudo aislamiento al que su condición lo sometía. Y durante el último año incluso le había estado enseñando a leer y a escribir aunque ella misma tenía bastantes dificultades para ello. El joven pensaba que sus hermanos se traían algo sucio y escabroso entre manos desde hacía varios meses, pero no podría haber dicho el qué. Últimamente, Oliver se comportaba con una brutalidad particular, ya sólo se refería a Agatha como bruja y maldita tísica y ella cada día tosía más y tenía peor aspecto, pero Raoul no lograba descifrar totalmente la suma de esos y otros detalles. Esa noche soñó que Algodón le hablaba con voz humana y que él intentaba explicarle con las manos que era mudo de nacimiento; que Agatha había estado durmiendo en secreto debajo de su cama y que llamaba al perro desesperada por jugar con él. Empezaba a sospechar que estaba muerta porque la sabía enferma de algo grave y porque nunca había pasado tanto tiempo sin verla. Cada segundo que pasaba sin saber dónde buscarla era un suplicio. Cuando era niña, Agatha estaba segura de que cuando uno moría, su alma volaba y volaba hacia arriba y dormía eternamente en las nubes como quien descansa en una cama mullida, y Raoul muy triste y confundido se preguntaba ahora si la muerte estaría siendo así para ella.

Sin Agatha, Algodón era el único ser vivo en el que Raoul podría confiar. Hacía mucho tiempo, el abuelo había vuelto de uno de sus viajes con dos perros hermanos que le habían regalado en Alaska. Uno era una silenciosa bola peluda color nieve y el otro una ruidosa bola tozuda color cueva. Los niños eligieron para los cachorros nombres estúpidos pero simpáticos que el abuelo sonriente fue incapaz de cambiar: Nube de Algodón y Trozo de Carbón, que derivaron progresivamente en Algodón y Carbón porque así era más fácil reñirles cuando se escondían dentro de la chimenea o metían el hocico en la despensa. Algunos años después, el abuelo necesitaba dinero y quiso vender a los perros, pero sólo pudo vender a uno de ellos porque el otro tenía un defecto en la pata y como no podía correr bien nadie lo quiso. Los niños lloraron durante mucho tiempo la ausencia de Carbón y por contraposición celebraron la pata defectuosa de Algodón. Sacrificarlo por tullido no entraba en los planes de los pequeños, que lo adoraban, y el abuelo y la abuela no insistieron. La cojera de Algodón le parecía a Raoul compensada con creces por una especie de sexto sentido que le gustaba pensar que el animal poseía, y que veía confirmado por cada cosa que hacía. Antes del crepúsculo, Oliver como de costumbre salió a cortar leña y Raoul se quedó de pie frente a la casa sufriendo en silencio por Agatha y sin saber qué hacer. De pronto, distinguió a Algodón a lo lejos, entre la espesura, acercándose a él. Cuando estuvo lo bastante cerca, se dio cuenta de que llevaba algo en la boca, de que era un pañuelo granate. Se le heló la sangre. Algodón se dio la vuelta y echó a andar sin soltar el pañuelo, y Raoul lo siguió como un autómata, sintiendo que había estado ahí parado, de pie, sin respirar, esperando este terrible momento. Su amigo lo guió por entre los árboles hasta la improvisada tumba donde Oliver había metido a la fuerza el cadáver de Agatha, que sobresalía a medias, una mano, los pies descalzos, con el pelo mojado y despeinado sobre la cara ensangrentada y sucia de barro, con la boca llena de tierra y gusanos y los ojos abiertos en una última expresión de espanto. El animal, que había estado cavando para desenterrar el crimen, soltó el pañuelo y se sentó triste, solemnemente junto a él. Destrozado por un rayo de dolor, como si se hundiera gritando bajo el agua, Raoul cerró los puños y cayó de rodillas junto a su hermana muerta dominado por el odio y el terror.

Agatha estaba enferma y sabía que iba a morir pronto, pero no se imaginaba que sería asesinada esa misma noche. Pasó sus últimos tres días en el mundo consiguiendo el veneno que necesitaba. Sería una ignorante para muchas cosas pero no en lo que a los secretos de las plantas se refería. Y podrían considerarla físicamente débil pero no era una débil moral y estaba cansada de comportarse como tal. El secreto que había conseguido gracias a esa vieja loca, en pequeñas dosis paralizaba y en grandes dosis paraba el corazón de un ser humano; estaba segura, la vieja lo había usado para el leñador. Ya había decidido que iba a utilizarlo, pero por momentos aún dudaba entre envenenar a Oliver o tomarlo ella misma. Siempre se le había dado a entender que debía tolerar los degenerados caprichos de Oliver. Pero el abuelo y la abuela se habían ido por fin y ella se debía más que nunca a sí misma y a Raoul. Nadie podría detenerla ahora. Con la asquerosa noticia del hijo se había agotado el cáliz de su paciencia e iba a replicar con muerte a los constantes abusos que se había acostumbrado a sufrir. Probablemente su enfermedad acabaría con ella antes de que el bastardo que llevaba en las entrañas tuviera oportunidad de nacer, pero no esperaría sentada para averiguarlo, no se arriesgaría a ver ante sí sus pecados hechos carne. Daría todo el veneno a Oliver, ni siquiera se quedaría a verlo morir; o quizás le daría lo justo para provocarle una parálisis temporal y le cortaría los tendones de los pies; luego saldría inmediatamente por la puerta agarrando a Raoul con una mano y llevando un hatillo en la otra, silbando para que Algodón los siguiera, ese bendito perro ha estado siempre con nosotros, no pienso irme sin él, y ninguno de los tres volvería a mirar atrás. Abortaría. Lo haría todo esta noche, se vengaría, huirían, ni siquiera pensaba volver a pelear antes de llevar a cabo sus planes. Llegó a la casa al atardecer, fue a su habitación, vació la valiosa mercancía en la cajita de madera que tenía preparada y la dejó debajo de su cama; se cambió los zapatos, se puso el pañuelo granate alrededor del cuello para ponérselo ante la boca cuando tosiera. Antes de ir a la cocina, vaciló un instante ante la puerta. Oliver podría entrar a su habitación buscando algo, buscándola a ella, discutir, lanzarle algo, encontrar la caja. Sacudió la cabeza, dudando. La volvió a coger y decidió dejarla en la habitación de Raoul, debajo de su cama, porque Oliver nunca entraba ahí y porque no temía por su hermano menor. Lo había llevado consigo a menudo, con la excusa de un paseo, para enseñarle a distinguir las plantas peligrosas de las que podían poner en la comida, y estaba segura de que si encontraba la caja no se tomaría el contenido imprudentemente. Se asomó por la ventana y sonrió. Así era como querría verlos siempre. Raoul y Algodón jugando ante sus ojos, riendo libres, despreocupados, corriendo y saltando de un lado para otro llenos de una felicidad envidiable.

7 comentarios:

  1. Estupendo esposa :)

    ¿El hijo que esperaba Agatha era de Oliver? Es lo único que no me ha quedado claro. Y si es que sí, ¿la mató por eso o por qué temía que ella lo matará a él?

    Me ha dado tanta lástima Raoul, quedándose solo con el monstruo de su hermano y sin posibilidad de comunicarse con nadie... Ahora solo pienso cómo actuaría Raoul tras lo ocurrido, al saber que su hermana no ha fallecido si no que ha sido asesinada. Pienso que Raoul envenenaría a su hermano, con las hierbas que Agatha dejo bajo su cama, y quizás huiría de esa casa teñida de sangre con Algodón.

    Me ha parecido un relato ágil y dinámico. Veo que has espaciado el texto como te dije, mucho mejor así, no pierdes tanto el hilo que de la otra forma con todo el texto en bloque.

    Me gusta ver los diferentes enfoques que cada una hace del título, tú refiriéndote a un perro blanquito, yo a un algodón de azúcar... cuando lea el resto veré que otros enfoques se han dado, pero es muy curioso siempre eso :)

    En fin esposa, relato sangriento pero bello.

    Te quiero :)

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  2. El hijo de Agatha era fruto del incesto, sí. La razón por la que la mata queda oculta adrede (quiero al lector ignorante a ese respecto igual que lo está el nene sordomudo).
    La Agatha-aún-viva del final es una concesión; esa mini regresión no estaba planeada, me dejé llevar.

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  3. PRECIOSO
    en letras mayúsculas porque se lo merece, de verdad. Me ha encantado y no es por quedar bien contigo ni nada de eso. Creo que es uno de los relatos más bonitos que he leído de tí.
    Es un relato que poco a poco me metía en la trama familiar tan desdichada y desencontrada aunque creo que no ahondas (o no me he dado cuenta) del todo acerca de porque el cabrón de Oliver es tan cabrón y hace esas cosas que me chirían en la mente como maltratar sexualmente a su hermana y de otras formas al resto de su familia.
    Me ha gustado el hecho del flash back del principio, puesto qu eme ha ayudado mucho para estructurarme, pero también para dejarme con ganas de saber qué es lo que ha pasado y averiguar cosas )por ejemplo, creía que Raoul era un perro en vez de una persona hasta mitad del relato :P yo y mis despistessss jajajjjajaja)
    De dónde te nació la idea? me parece bellísima, y el sueño ese de acabar con todo, de salir de ese agujero de mierda pero por contra que el destino no les sonría y termine por cagarla todo- drama total... me ha dado tanta y tanta pena Raoul porqe en verdad describes muy bien cómo se siente en su condición de discapacitado incomprendido
    yo me pregunto y qué pasa luego? porque en verdad creo que dejas al lector un poco con la miel en la boca de... pobre Raoul con tan canalla cabrón.. y el pobre xuxo.
    Me ha gustado que le dieras un toque diferente al título del relato, en verdad no te gustaba, pero es el relato que más me ha gustado, todas hemos escrito acerca de nubes de azúcar de algodón :P
    en serio no puedo hacer una crítica negativa en este relato, increíble
    Blanca

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  4. Ohm =) Vaya, me alegra que te haya gustado. Escribí este con más prisa que el anterior porque la idea me llegó más tarde y temía que eso se notara-para mal :/

    Más que "maltratar" lo que hacía era ejercer sus derechos de macho. Como viven en un lugar bastante aislado Agatha es la única mujer de los alrededores. Quería echarle un poco la culpa a los abuelos por pervertidos o lo que fuera (digamos que los niños son huérfanos, o en todo caso a los padres ni se los nombra). De los abuelos sólo se sabe que: el abuelo tiene una escopeta (dato neutro), que trajo a los perros de Alaska y que los nombres que los niños les pusieron le cayeron simpáticos ("abuelo sonriente...") lo que puede dar una imagen afable del hombrecito en cuestión, en plan abuelo-de-Heidi cría dulces nietos. Pero la última referencia viene desde la cabeza de Agatha con el "Siempre se le había dado a entender que debía tolerar los degenerados caprichos de Oliver (ese impersonal ahí en medio, "se le había dado a entender", es un tono diplomático de última hora, porque no habiendo nadie más allí para educarles y rodeados de ciervos y ardillas en lugar de otros referentes humanos, sólo los abuelos se lo pueden "haber dejado caer", con sutilezas o brusquedades varias (por dar pinceladas fuera del relato: dejar la puerta de la habitación abierta por la noche, o que la abuela le explique que los niños tienen ciertas necesidades blabla, no es tan antiguo). La idea -para mí obvia, me explico- era desenmascarar con ese comentario al abuelito afable por un abuelo más brutal. Tenía en la cabeza, de fondo, a ese personaje hipócrita ejerciendo influencia maligna entrebastidores, pero como no lo contaba como personaje principal no he dado más detalles sobre él). La frase "Pero el abuelo y la abuela se habían ido -por fin- y ella se debía más que nunca a sí misma y a Raoul" y el "Nadie podría detenerla ahora" viene a resumir la actitud resignada pero rencorosa de Agatha a lo largo de los años de lo que podemos llamar violaciones. Oliver lo que hace es básicamente desfogarse en ella, y diría incluso que no lo hace con lo que yo llamo maldad, sino con una especie avaricia infantil, comportándose como un pequeño señor al que le han regalado un territorio con un "haz con esto lo que quieras". Por otro lado está claro que por como trata a los hermanos etc tiene algún problema es el lado del cerebro que se encarga de lo que llamamos empatía (xD).

    La idea empezó a nacer porque venía muy claramente al perro blanco ese, llevando el nombre del título (para mí simplificaba las cosas jeje! lo del algodón de azúcar no lo contemplé en serio. Sé por qué a todas os ha sugerido eso, la imagen mental es parecida y las palabras también, algodón de azúcar, nube de algodón, algo suave mullido y/o dulce, pero a mí me confundía el orden de la palabra "algodón", antes de azúcar en el primer caso, pero después de nube en el segundo, como la diferencia entre sustantivo y adjetivo en importancia,,,, como la diferencia entre "la cosa" y el matiz de la cosa (aunque está claro que algodón de azúcar no tiene el mismo sentido que algodón a secas xDD) pero diría que por eso en mí la asociación no se produjo con éxito. La asociación existió por un breve momento pero se produjo un aborto involuntario de la misma). Y entonces me conté a mí misma el chiste siguiente, salvando las distancias: seguro que Jack London tenía un club con sus amigos parecido al nuestro, y algún gracioso sugirió "colmillo blanco", y London se irritó y dijo para sí ¿cómo voy a contar la historia de un colmillo (que sea blanco es irrelevante)? Y se le ocurrió hacer la historia de un perro -llamado así, tacháaaaan. Jejejeje....... Para mí era mucho más fácil hacer algo así que intentar meter en la historia un algodón de azúcar......... Sentí que no me las apañaría.

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  5. (Sigo, que se me agotaron los caracteres jeje!)
    La idea mía de fondo (como narradora que lo sabe tó) de que Agatha pretenda usar veneno y que sea Raoul quien lo encuentre porque ella muere a destiempo, es que el nene ate cabos y mate al ogro del cuento (también veía ecos yo sola con la historia de caperuza roja, vesión masculina, (obviamente esto no esperaba que lo dedujerais, los parecidos eran sólo una cancioncita que escuchaba tararear de vez en cuando en mi mente), o sea,
    la niña indefensa e inocente que visita a la abuelita enferma, atacada por lobo feroz y salvada por don leñador que pasaba por ahí y salvó a la dama joven y a la vieja culiá, versus, el niño indefenso e inocente, salvado/apoyado por lobo-amigo fiel, puteado por "lobo"-humanoleñador alimentado y criado por abuela de dudosos principios). Pero una vez abandonado el relato Raoul queda libre de mi influencia vengativa (en lo que simpatizo abiertamente con Agatha). Raoul no es Agatha, nunca supo de los abusos y no entiende por qué el hermano mataría a la hermana, el tono de la venganza sería diferente en caso de llevarse a cabo. Cuando descubre el cadáver (que era el final original, o sea, iba a dejarlo ahí cuando lo descubre, pero de repente me poseyó el espíritu de Agatha) tiene que tomar la decisión de vengarse y marcharse, o marcharse y punto. Se llevaría al perrolobo naturalmente (el perro parece ser mudo, igual que el niño, y el niño tiene el nombre "Raoul" porque significa "lobo", porque en mi cabeza eso refuerza su vínculo). Lo que no me parece que pueda hacer es simplemente quedarse cómodamente en la cabaña que es su único mundo y dejarse alimentar por el asesino de su hermana-ídola. Así que, en cualquier caso, todo está dispuesto para que levante las alas y se enfrente al mundo, vasto, peligroso, etc, sí o sí.

    Firmo :P
    Rosa.

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  6. Después de una larga espera, por fin llega el comentario de su Anba!!
    De agradecer la separación de los párrafos (sé que me puse plasta con eso, no me acuerdo de si en el anterior también lo hiciste.). El cambio de perspectiva (cuando tomas el punto de vista de uno u otro personaje) va acompañado de un cambio de tono muy "adecuado" y fulgurante extra-guay. Es decir, el relato está planteado en torno a una única escena (el crimen de Agatha): a) el suceso tiene lugar (perspectiva de Oliver> todo muy visual e impactante) b) los días posteriores más algunas explicaciones del pasado (perspectiva de Raoul> permite mucho más desarrollo y es más sugerente porque su inocencia/ignorancia junto con su discapacidad sólo le permiten intuir y no saber a ciencia cierta casi nada de lo que pasa entre sus hermanos) c) momentos previos al crimen (perspectiva de Agatha> finalmente se aclaran nuestras dudas con respecto a los abusos y a la relación Oliver&Agatha; a la vez cierras el relato con efecto cíclico (no porque entremos en un bucle espacio-temporal imposible de rehuir ni nada; la estructura en mi mente se representa así, como un círculo). Sin embargo, entre que Agatha decide acabar con Oliver y escapar y que Oliver la mate hay una laguna que es el momento en que la descubre y el detonante que lo lleva a matarla. No me parece que quede cojo así, de todas formas, ni que sea algo de gran importancia, teniendo en cuenta que el tal Oliver parece un tipo violento e impulsivo no habría necesitado más que descubrir sus intenciones para ofrecer tamaña respuesta.
    En fin, eso es todo!
    Espero que Raoul ate cabos, mate a Oliver y aprenda a leer. Estoy segura de que le espera una buena vida y le deseo lo mejor.
    Anna ;)

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    1. Ah, con "cambio de tono" me refería a que, cuando Agatha piensa en huir/vengarse de Oliver su actitud es tan plena de esperanza que el hecho de que acabe de esa manera (con ella viendo a Raoul y Algodón jugar) y que nosotros ya sepamos lo que va a pasar (su muerte) añade una nota amarga al final que no tendría si estuviera contado de forma lineal, es decir, si sus pensamientos y todo tuviera lugar al principio y a ello le siguiera el encuentro con Oliver punto por punto, con el "detonante" hasta el momento "disparo" del principio.
      Así que con lo de la laguna de antes no quería decir que estuviera incompleto (sólo señalaba que era un paso que faltaba en la serie causa>consecuencia), porque de hecho me parece mucho más significativo el cambio de tono del final, que solo puede producirse porque ella tiene esa ilusión por su futuro.

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