14/10/11

El día que nunca llegó (Blanca)


¿Nunca os ha pasado como si quisierais llegar a un lugar o encontraros en un momento preciso en el futuro imaginándolo con viva fuerza pero luego abrir los ojos y descubrir que no es cierto?
La parada del metro Pío XII se encontraba prácticamente vacía a las 11:30 de un lunes y yo ando vagabundo como perro sin amo. Me gusta el metro de noche, es mi escondite favorito y no estoy esperando a ningún gusano de metal enorme que me lleve a algún destino preciso, sino aquí, por estar en alguna parte. Sin motivo ni razón, como si estuviera en un banco de un parque o en el infierno, a estas horas y en estos momentos, me da igual.
Yo Esteban Trueba he discutido con mis padres y estoy de mal humor, de un humor de perros para ser preciso. Creo que dormiré en el metro.
¿Qué porqué he discutido con mis padres? Me reprimen, no me dejan que sea yo mismo, estoy de su moral cristiana hasta lo mismísimos… A parte  son de la extrema derecha y me intentan inculcar esos valores, pero yo paso de política.
Además en el instituto, algunas asignaturas las arrastro como si se tratara de una losa pesada y continua desde hace uno meses.
Se me dan mal las lenguas, ¿que se le va a hacer? Tanto castellano como inglés, que lo odio desde que tengo uso de razón. Y luego las matemáticas, esa pesada ciencia incuestionablemente adorada por la profesora pedante que nos han asignado de sustitución.
Mi colega de toda la vida se ha tenido que mudar, sus padres se van de Madrid y él claro con ellos. Suena un poco cursi en un hombre de pelo en pecho ya, pero lo voy a echar de menos, eso es así.
Y mi perro Scotty que lo tenemos desde que tengo uso de razón murió el pasado mes de octubre. Pobrecito. Desde que tengo cuatro años ha sido un fiel perro, mi mejor compañero, hemos pasado grandes momentos, la verdad que me ha dejado un gran vacío.
Lo tuvimos que llevar a sacrificar porque se tragó repentinamente el mercurio de el termómetro; mi madre (algo despistada ella) lo dejaría por el suelo y al pobre chucho le entraría curiosidad. Estuvo como unos cuatro días acorralado en un rincón sin comer y a mi me cambió el ánimo y la tomé con mi madre.
Por otro lado está el tema de mis estudios que  tanto se habla últimamente en mi casa, como dentro de poca más de medio año acabaré el bachillerato, tendré que decidir claramente qué quiero estudiar. Bien, mi padre, como buen médico hace promoción de su profesión, quiere que yo también estudie lo mismo y que me encante la carrera, y que sea un buen médico feliz de la vida, como él. A veces de tanta persuasión no sé si solo me anima o me quiere obligar directamente.
Pero, ¡que coño! Dentro de algunos mees cumpliré la mayoría de edad, tengo el raciocinio fresco como una lechuga y puedo elegir por mi mismo en algo tan importante como qué quiero llegar a ser en mi futuro.
Y yo quiero ser médico, pero de coches; quiero ser mecánico. En verdad entré al bachiller solo por presión paterna y bueno… no me arrepiento del todo, pero ahora quiero elegir por mi mismo y si me arrepiento, será solo culpa mía ¿Qué pasa? Parece que hoy en día si no tienes un título universitario no eres nada. A mí lo que me gusta es pues eso, arreglar los coches, tan simple como eso, y por eso tengo que ser “menos culto”. Si eso es lo que me gusta… me da igual la presión social. Aún no les he dicho nada de mis futuros proyectos, ahora les doy largas no por miedo a enfrentarme a ellos o que no “me dejen”, sino sinceramente porque no me apetece y punto.
Aparte de esto… bueno ya está, pero ¿os parece poco?
Ahora mismo desearía estar en todos lados menos en la casa de mis padres, decirles adiós y hasta nunca. Puede que mis palabras suenen llenas de odio y rabia, no me reprimo, es lo que siento y lo digo sin reparos.
Estoy absorto en mis pensamiento, lo sé; desde hace unas cuantas semanas no paro de pensar en mis problemas antes citados, quizás para otras personas sean una nimiedad, pero para mí son sumamente importantes.
Subo las escaleras y digo adiós al último gusano gigante metálico de la noche a saber qué dirección toma cada viajero nocturno, de los pocos que hay. He cambiado de opinión.
 Y antes de que cierren el metro (la trabajadora de la cabina me mira con mala sombra), me acerco a la máquina del fotomatón. Llevo unas cuantas monedas en el bolsillo, creo que será suficiente para un par de fotos… no sé por hacer algo, todo lo que sea menos pensar.
Meto los tres euros que me piden para tres fotos.

Allá va la primera…
Y como si de un sueño se tratara mi cuerpo y mi mente están como en otra dimensión más allá del tiempo y del espacio…
¿Otra dimensión? No sé si definirlo así, lo que sé es que no estoy en la estación de Pío XII ni tampoco en la máquina de fotomatón.
Estoy de repente en una gran sala llena de gente que no conozco, que nunca he visto si quiera una vez. Están todos sentados en sillas mirándome; tengo un micrófono delégate de mi cara (supongo que asustada) y me encuentro en una especie de palco tras un mesa rectangular donde reposa una botella pequeña de agua con gas.
Estoy asustado. Sé que soy yo, pero mi instinto me dice que no estoy en mi cuerpo, pero que parte de mi mente tampoco; que solo soy un mero espectador de lo que me rodea, de las circunstancias.
- Eduardo, te han hecho una pregunta, ¿que te pasa?- me despierta una voz de mi ensimismamiento, una mujer que está a mi lado.
- ¿Perdón?
- Que si se adaptó al instante al papel de delincuente toxicómano en la pantalla.- pregunta una voz tremendamente aguda.
- Al principio sí, me costó adaptarme al guión, porque el personaje es tremendamente complejo. Tiene bastantes cambios de humor porque tiene una personalidad peculiar. Me costó adaptarme, sí… aunque yo creo que he sabido captar la esencia del protagonista, lo que quiere transmitir al espectador.
¿El que está hablando quién es? Porque yo no puedo ser ni de casualidad, pero tengo la impresión como que alguna fuerza extraña no me dejara controlar el cuerpo en el que está mi consciencia. Dios que lío… ni siquiera yo me aclaro con mis divagaciones.
¿Es un sueño?
Tras unos quince minutos que se me hacen eternos, se acaba la rueda de prensa para Eduardo, el actor tan famoso y acto seguido se va al hotel donde está hospedado ( y yo con él) hasta que este estúpido juego que me esta aterrando decida parar.
¿Por qué me habré metido en la máquina del fotomatón? A mala hora…
Eduardo entra en su habitación lujosa de pleno centro y redirige al baño para darse una merecida ducha después de un largo día.
Se mira directo sus ojos, su cuerpo en el espejo y da un grito de terror al no reconocerse a sí mismo. El que está delante del espejo no soy yo, pero Eduardo sí que nota que no es el mismo. Lo puedo sentir.
De pronto y como si los sucesos acaecieran raudos como flechas, ya no me encuentro en su cuerpo, sino otra vez en la máquina del fotomatón de la parada de metro Pío XII de Madrid.
Yo, Esteban Trueba de diecisiete años, acabo de experimentar una sensación sobrenatural. Me toco: soy yo mismo, me miro al espejo de la máquina: es mi cara palidísima un tanto asustada.

De repente ¡allá va! La segunda foto me sobreviene como algo inesperado.
Estoy en un coche, conduciendo… es una sensación extraña. Me estoy sacando el teórico en la autoescuela y he soñado unas cuantas veces con conducir, me sentía libre en esas ensoñaciones, luego despertaba y sólo  me acordaba de esa sensación, de lo que había alrededor, nada.
Pues bien, creo que ahora estoy en el cuerpo de un taxista; sí, todo a mi alrededor lo indica, sobretodo la maquinita que indica lo que las tres chicas de detrás de mi vehículo me pagarán.
Sí, son tres jóvenes que parece que vienen de fiesta, por sus monas vestimentas: tacones, vestidos algo cortos… que ¿cómo lo sé? Lo intuyo al ver el retrovisor y descubrir lo maquilladas y adornadas que lucen. Sus caras inspiran cansancio, noche de alcohol, risas y música.
Adorada juventud, dice una voz interna.
Miro el reloj y son las cuatro de la mañana.
- Pues sí Marta, que la música era malísima, además solo habían niñatos… no sé, no me ha gustado.
- Mujer, no ha estado mal, además era gratis..
- Sí para estar un rato no ha estado mal.
- Joder, que dolor de pies…
- ¿Puedo bajar la ventanilla? Me duele la garganta…
- Sí, mujer.
- Por cierto, ¿cómo dormimos? Una puede dormir conmigo y luego abro el sofá cama…
- Sí, mismo… yo no creo que duerma mucho.
- ¿Qué no tienes sueño?
- Nada… estoy pensando en el pastón que nos hemos dejado hoy.
-Un día es un día,, tampoco lo pienses más, siempre estás con eso…
- Joder, pues porque me da rabia gastarme tanto…
-Sí, y a mi eso es así, que no somos ricas.
- La próxima vez en un burguer y yo más feliz que una perdiz.
Hablan sin escucharse casi las unas a las otras en un torrente impreciso de palabras desbordadas por el sueño y el cansancio de unos pies que lo han dado todo.
Calle Pedro Salinas número 12 creo que me han dicho al principio, nos acercamos. El trayecto en taxi les ha durado un cuarto de hora, casi diez euros.
- Pare aquí- dice una antes de llegar al número doce de la calle Pedro Salinas.
- Nueve cuarenta- digo sin girarme después de haber parado el taxi en doble fila.
Me dan un billete de diez euros, les devuelvo el cambio y se bajan del vehículo con cierta dificultad debido a las minifaldas, los tacones y el peso del cansancio acumulado de toda una semana.
- Adiós y gracias.
Me quedo un rato antes de que entren al portal, tras haber andado un poco. Mi hija tendrá la mima edad que ellas, unos veinte años.
La noche es peligrosa y no quiero que les pase nada.
Me encuentro por segunda vez de vuelta a la realidad, a mi mundo, al mundo de tan solo un joven que no quiere estar en casa a las once de la noche, un chico con algunos problemas que en estos momentos tiene mucho que contar, un joven que está en una máquina de fotomatón viajando a otras mentes y otros cuerpos.
Al principio es divertido, pero ahora desearía estar en mi cama, tapado hasta las cejas con mi manta caliente y sedosa.

Por último la tercera y última foto de la máquina,¿qué persona será la elegida?
-¡Antonio! ¡Pásame esas tablas de veinte por diez!
Me miro mis manos, las noto duras, enjutas; vale, no hace falta mirar a mi alrededor para saber que soy carpintero.
Me noto cansado, como si estuviera en un cuerpo que ha soportado mucho vaivén en su vida. Pero que aún tiene mucha fuerza, un cuerpo de un hombre algo gastado. Siento un dolor algo punzante en el codo, me miro y y llego como una especie de venda.
-Sí, ¡ya voy Manolo!- grito, mi voz suena como grave, pero con energía.
Son las cinco de la tarde y pronto acabará la jornada de trabajo en el taller, siento una enormes ganas de irme a mi casa, de ver a mi hija y que me cuente qué tal le ha ido en la universidad.
Últimamente tengo mucha confianza con ella, hay mucha comunicación y eso me gusta.
Está estudiando Arquitectura, es más lista que el hambre…
La verdad que estoy muy orgulloso de ella, está aprovechando la oportunidad de sacarse unos estudios, oportunidad que yo no tuve por la situación de mi familia. Me tuve que poner a trabajar en la profesión de mi padre, que también era carpintero y conformarme con trabajar de ello aunque mi alma anhelara poder llegar a ser… quien sabe, ¿profesor?, ¿abogado?…
Por eso, veo que esas oportunidades ahora están en ella, en mi lucero del alba, mi niña querida.
- ¡Antonio! ¡Que nos van a dar las uvas! ¿Estás o no estás? Es para hoy hombre…
Despierto de mis tribulaciones y ensimismamiento y hago lo que me pidió.

Ya se acabó mi aventura… parece que la máquina ya se ha cansado de disparar flashes mágicos y doy gracias, pues me empezaba a sentir mareado.
Recojo las fotos que la máquina, gracias a mis dos euros ha parido gustosa, salgo con una cara de susto que no me reconozco…

Susana acaba recitándome el relato escrito por su puño y letra con cara gustosa y sonriente. Luego me mira como si le debiera algo.
-¿Te ha gustado? ¿Crees que ganaré algo con esto?
- ¿Pero no se supone que es un sueño del protagonista? ¿Porqué no lo indicas? Si no lo escribes abiertamente de que todo ha sido producto de la imaginación del protagonista… los examinadores no se percatarán…
-Yo creo que lo dejo bastante claro, ¿no? ¿Cómo va a haber una máquina fotomatón que le transporte a otras realidades? Yo creo que de tanto desearlo, Esteban sueña con eso, pues quiere escapar aunque sea unos instantes de su realidad. Pero ese día no existe… Tiene que aceptar sus problemas y hacerles frente, no esconderse y desear ser otras personas.
-Bueno, sigo pensando que no lo dejas del todo claro…
- ¿Y si me ayudas y lo escribo otra vez?

                                   Blanca...


2 comentarios:

  1. Leído!

    Una historia, dentro de otra historia, que cuenta, a su vez, otras tres historias más, me ha gustado mucho. Amena, sencilla y muy curiosa. Si no fuera por la aclaración final yo hubiera pensado que Estebán había viajado en ese fotomatón (que desde ahora miraré esas máquinas con otros ojos).

    ¿Cómo se te ocurrió lo del fotomatón?. A parte de lo que dices al final, que como no esta a gusto con su vida quiere irse de ahí, vivir otras cosas, borrar sus problemas...

    Hay una película, muy buena, que se llama "Como ser John Malkovich" que se trata de como gente se mete dentro de él y tú historia me recordo un poco a eso, si no la has visto, te la recomiendo, esta muy bien.

    Mi "Óscar" sería para ese actor que descubre la mirada de otro en sus ojos. Un Óscar por conocerse.

    Genial Blanca, el lunes os doy yo el título. Ahora descansar.

    Besos.

    Esther.

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  2. Hombre al fin se puede comentar xD. Mola más este fondo que teneis ahora.

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